Ashley odiaba meterse en problemas, pero desde que tenía uso de razón, estos siempre solían seguirla a donde quiera que vaya, por lo que algo le decía que nada bueno podría salir de la peligrosa aventura a la que se estaba adentrando junto a su hermana, quien en vez de estar en cama como el doctor se lo ordenó, la había arrastrado hasta allí sin autorización de su marido, el flamante duque de Beaufort.
—Siendo sincera contigo, Rachel, creo que a tu esposo no le gustará enterarse que te encuentras en su club con un perfecto disfraz de cortesana sólo porque no te parece que esta noche llegue tarde a tu casa.
—¿De verdad crees eso? —La observó por encima del hombro, tenía un deje de diversión en el rostro—. Yo creo que lo que no le gustará a Liam es saber que te traje conmigo.
Ashley sonrió con nerviosismo y reacomodó su peluca color fuego. Ni siquiera su disfraz la salvaría del poderoso duque de Beaufort quien, después de esta noche, ya no le dejaría ser la dama de compañía de su duquesa.
—No es como si pudiera dejar que mi hermana embarazada camine por un club nocturno totalmente sola. Eso es imposible e impensable, ¿qué tipo de hermana dejaría a...?
—Admite que querías venir.
—De acuerdo —soltó de sopetón, sincerándose, y aceleró el paso mientras miraba con asombro las ventanas que existían en el pasadizo por el que su hermana la estaba guiando. Ellas podían ver todo lo que ocurría en el club desde allí, pero los de afuera ni siquiera estaban enterados de su presencia—. ¿Estás segura que vamos por el camino correcto? —Todo se veía tan oscuro y abandonado, que ni siquiera se podía imaginar a nobles tan respetables como los dueños del club vagando por estos pasillos.
—Sí, Liam me enseñó un mapa y este nos guiará al sótano. Él me dijo que tenía un asunto que atender en el ring, así que su deber es estar allí.
—¿Crees que se moleste mucho por vernos aquí? Es decir, mañana serás presentada en sociedad y deberías estar en cama, descansando por el bien del niño que esperas.
—No pasará nada malo, lo esperaremos de este lado del pasillo.
—¿Entonces por qué nos disfrazamos? —Arrugó la nariz como si estuviera olisqueando algo de muy mal gusto y por unos segundos se sintió desorientada, ¡tardaron horas en arreglarse para conseguir ese resultado y ahora ella le informaba que todo el tiempo perdido fue para nada!
Ashley debía admitir que por un momento pensó que podría caminar por el club y fisgonear un poco.
—No es como si pudiéramos entrar al club así como así, por más de que usáramos la puerta trasera mi deber es mantener tu identidad oculta.
Pero para eso un antifaz y una peluca habrían sido suficiente. Clavó la vista en los ventanales, sin querer profundizar en el tema, y una interesante idea se alojó en su cabeza.
—Estaba pensando que podríamos evaluar a mis pretendientes desde este lado del pasillo. Ya sabes, papá dice que la mayoría son sinvergüenzas sin oficio que gastarán la dote que tu esposo me otorgó en menos de una semana.
—Liam opina lo mismo, así que no son pretendientes válidos porque se encargará de todos. No te preocupes.
—Oh —musitó con suavidad, deprimiéndose. Después de todo ser la beldad de la temporada y cuñada de un duque poderoso no era tan ventajoso, la mayoría de sus pretendientes sólo pensaban en el dinero y lo maravilloso que sería emparentar con Beaufort—. ¿Y qué me dices de Blandes?
—Lo odia.
—Pero es muy bueno conmigo, hoy me regaló bombones.
—Unos chocolates no deben comprarte, Ashley —chilló Rachel, fulminándola con la mirada, y el rubor trepó por sus mejillas.
Ella no sabía de amor, no comprendía cómo funcionaban las cosas, lo único que tenía claro era que el hombre que le gustaba no se sentía atraído hacia ella y debía conformarse con su amistad. Las cosas eran más complicadas de lo que se había imaginado; es decir, la mayoría de los caballeros ingleses la deseaban menos el que a ella le interesaba.
Bueno... al menos ahora era su amigo, ¿no? Ese era un gran avance, lo cierto era que no deseaba perder la amistad del marqués de Sutherland por nada en el mundo, ese sería su mejor consuelo.
—Pero él es atractivo —dio una razón que podría ser admitida y Rachel meditó la situación.
No era como si en Londres los hombres como Blandes abundasen.
—No sé por qué Liam lo odia, pero estoy segura que el duque es la razón de que mi esposo esté aquí esta noche y no conmigo en casa.
—Ahora que lo dices, el día de hoy su excelencia estuvo muy serio, dijo que tenía muchos asuntos que atender esta noche.
—Listo, es aquí. —Rachel paró en seco y Ashley chocó con su espalda al no haber previsto el movimiento de su hermana. Volvió la vista hacia el gran cristal que le permitiría ver lo que sucedía en el exterior y abrió los ojos de par en par al ver a lord Sutherland allí, ¡sin camisa!, sobre el ring.
¡Qué apuesto era!
Definitivamente nunca se cansaría de verlo en paños menores, pero algo le decía que esta sería la última oportunidad que tendría para memorizar su hermosa figura. Era alto y fuerte, cualquiera que lo viera con sus trajes de gala pensaría que era una hombre flaco y debilucho, pero bajo esas prendas existía un hombre hecho de puro acero.
Su hermana empezó a decir algo respecto a su marido y no pudo prestarle la debida atención, su mente estaba en ese hombre que la atormentaba en su día a día. No había día que no se preguntase por él, si estaría con una mujer, si en algún momento ocuparía un poco de su tiempo para pensar en ella... qué triste era no saberse correspondida.
—... si lo sigues mirando así creeré que te gusta el marqués.
Bajó la mirada.
—Pero yo no le gusto a él —confesó quedamente, acariciando el vidrio con nerviosismo, y el silencio se propagó entre ambas hermanas por unos segundos.
—¿Te gusta Sutherland? —preguntó cautamente y Ashley asintió—. ¿Y quieres decirme que tú no le gustas a él? —Esta vez su voz fue emitida en un tono lleno de incredulidad—. ¿Cómo lo sabes?
—Él me lo dijo. No pienso hablar sobre eso —agregó con rapidez regresando la vista hacia el pelinegro de ojos color esmeralda. Según sus cálculos él enfrentó unos cuantos combates con anterioridad porque su cuerpo tenía leves hematomas y estaba todo sudado.
—¿Qué?, ¿cómo se atreve a rechazarte? Eres la hija de un conde y la beldad de la temporada, todos aspiran a desposarte.
—Él no lo hace.
—Liam adoraría que te cases con Sutherland, podría hablar con él y...
—¡No! —Gruñó al instante—. Jamás obligaré a ningún hombre a casarse conmigo, Rachel, quiero lo que tú tienes y para eso debo encontrar a un hombre que me ame tal y como soy. El marqués terminaría odiándome si lo llevo al altar a la fuerza.
—El amor nace de muchas maneras —espetó su hermana con seguridad—. A veces un beso puede traerlo a ti.
¿Un beso?
Lo cierto era que anhelaba recibir uno y esperaba, de todo corazón, que el día de mañana en la presentación de su hermana un bondadoso caballero accediera a cumplirle el deseo. No quería dar por sentado algo, pero había que admitir que se sentía desesperada por encontrar a un buen esposo cuanto antes, no le gustaba sentirse tan sola, ver a su padre y hermana con sus parejas no le ayudaba a sentirse tranquila; algo le decía que estaba estorbando en sus relaciones.
Regresó a la realidad al ver como un hombre subía al ring y el corazón a poco estuvo de salírsele por la boca al ver que se trataba de Blandes, quien al igual que Sutherland no llevaba nada arriba. Se veía más musculoso que el marqués y eso en el fondo la preocupó. A diferencia del pelinegro, el rubio estaba intacto y daba brincos en el ring para calentar un poco.
Iban a pelear y no tenía la menor idea del por qué. Rápidamente buscó a su cuñado entre la multitud y tragó con fuerza al ver que Ross y él hablaban de algo por lo bajo mientras miraban a los hombres que pronto entrarían en combate. Entrecerró los ojos al ver una tensión en ambos hombres, todo indicaba que sería una pelea importante.
—Le enviaré una nota a Liam para que venga con nosotras. No entiendo nada de lo que está sucediendo allí dentro —expuso su hermana, como si fuera de lo más normal que una duquesa estuviera en el club de su esposo, y Ashley tiritó al ver como Sutherland y Blandes intercambiaban palabras de rencor. No había que ser un genio para darse cuenta de ello.
Su hermana desapareció de su campo de visión por unos minutos y Ashley se aferró al cristal al ver como la pelea daba inicio y Blandes se abalanzaba contra el pelinegro. Por suerte Sutherland desvió el ataque con un desplazamiento rápido y lanzando un gancho perfecto lo estrelló contra el vientre del duque.
Peleaba bien y era demasiado rápido, algo curioso desde su perspectiva porque normalmente los nobles eran un tanto perezosos, puesto que estaban acostumbrados a que sus criados hicieran todos sus trabajos por ellos.
Blandes se recuperó de inmediato y estampó su puño en el rostro del marqués, haciendo que este girara el rostro por el fuerte impacto.
«¡No, donde sea menos en el rostro!» Rugió mentalmente y giró sobre sus talones al oír la encolerizada voz de su cuñado.
Beaufort era un tanto inoportuno, ¡quería ver la pelea!
—¿Por qué diantres aceptó seguir a Rachel, lady Ashley? Su deber era informarme lo que ella pretendía hacer, no acompañarla hasta aquí.
Esto era malo, detrás de ella se estaba efectuando una pelea demasiado interesante y por culpa de Beaufort se la estaba perdiendo.
—Yo...
—No le di tiempo, cariño, todo se dio muy rápido.
—Tu padre va a matarme, tesoro —musitó el duque con mayor suavidad y Ashley rio por lo bajo.
Su padre estaba muy ocupado con su nueva esposa como para cerciorarse de que ella estuviera dormida en su cama esta noche.
—Sutherland pelea muy bien —comentó Rachel y rápidamente se giró para ver a Blandes inclinado sobre las sogas del ring, tosiendo sangre.
—Blandes lo retó a un duelo donde el ganador pedirá lo que quiere.
—¿Qué podría pedir Sutherland? —Su hermana le robó la pregunta.
—Eso es justamente lo que no entiendo. Blandes tiene sus razones para estar en ese ring, pero Sutherland...
¿Celos? ¿Podría ser que el marqués sintiera celos del duque? Beaufort ya lo había dicho, no había razón para que el marqués peleara contra el duque, por lo que lo único que Ashley podía pensar era que su intención era que Blandes se alejase de ella.
Los latidos de su corazón se desbocaron, provocando que la piel se le erizara, y tragó con fuerza.
Tal vez estaba soñando en grande, pero era una posibilidad que no podía descartar. Aberdeen se había sentido atraído hacia ella después de rechazarla, ¿por qué Sutherland tendría que ser diferente?
El golpe final del combate fue dado por Sutherland y Ashley se alejó del cristal apegándose hacia su hermana. Era más fuerte de lo que se había imaginado. Con el rostro ensangrentado y una pequeña herida en el vientre, Sutherland abandonó el ring y desapareció de su campo de visión, dejándola con el corazón en la boca.
¿A dónde iría?, ¿tendría a alguien para que lo curase?
Ella era muy mala en esas labores, pero por él podría implementar algo de esfuerzo.
—Sutherland nunca pierde —musitó su cuñado y lo observó con curiosidad.
—Liam... —susurró su hermana y ambos la buscaron con la mirada—. ¿Es eso sangre? —Rachel perdió la estabilidad en las piernas y el duque la levantó en vilo mientras le pedía que no mirara hacia el cristal—. No me siento bien...
El sonido de una puerta abrirse acompañado de fuertes pasos hizo que volviera el rostro hacia la fuente de sonido. La silueta masculina cada vez adquirió mayor nitidez y ahogó un jadeo cuando el marqués paró en seco mirando a su amigo a una considerable distancia.
No estaba bien, sentir lo que sentía por el marqués era un terrible error, pero era algo que no podía controlar: él le gustaba tanto, que daría lo que fuera para poder conquistarlo.
—No te acerques, el olor a sangre no le sienta bien —espetó Beaufort.
—No sé si tu mujer lo sepa, pero el proceso de parto no olerá a margaritas —ironizó y Ashley abrió los ojos de hito a hito por su descaro, aunque... tenía mucha razón, Rachel tenía que buscar la manera de tolerar la sangre en general—. Además, este es un club para caballeros, no debería estar aquí.
Él no se encontraba de buen humor, por lo que lo mejor sería mantenerse callada, no estaba segura si era cierto, pero él solía irritarse con facilidad cuando la veía haciendo algo que no debía.
—Dime de una vez por todas qué es lo que pedirás y me encargaré de que se le notifique a Blandes tu petición. Para eso viniste, ¿no?
—Quiero que se aleje de lady Anderson, en público como en privado.
Ashley sintió como el mundo se le venía abajo al escuchar aquellas palabras.
Aline... el marqués estaba interesado en su amiga, en una mujer tan tierna y hermosa que le era imposible odiarla. Y ni qué decir de su preparación, ella era tan perfecta que sería una duquesa maravillosa.
—Eso es todo por hoy —dijo Sutherland y se volvió sobre su eje para marcharse sin reparar ni un segundo en ella. No era como si pudiera reconocerla con su atuendo tan descarado, la peluca y el antifaz, pero... quería que al menos en una ocasión, él pensase un poco más en su persona.
Era doloroso saberse tan insignificante para el hombre que quería.
—Liam... —gimoteó su hermana y Beaufort gruñó con enojo.
—Sígame, lady Ashley, tendrá que acompañarme esta noche hasta Beaufort House. No la llevaré donde su padre hasta que el doctor revise a mi mujer.
—De acu... —Un escalofrío recorrió su espina dorsal al sentir una imponente presencia tras de ella y sintió pánico hasta de respirar al percatarse de como su aliento acariciaba su nuca. Contuvo el aliento, esperó que se alejara un poco de ella, pero en vez de que sucediera algo así, Sutherland atenazó su brazo con determinación.
¿Cómo llegó tan rápido hasta allí?
—Yo me encargaré de ella. Ve con tu esposa.
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Amigos del placer 03 *Libertinos Enamorados*
Ficção HistóricaA LA VENTA EN AMAZON. Ashley Answorth, hija de los condes de Worcester, desea casarse por amor y no descansará hasta encontrar al hombre indicado con quién compartir su vida. Sin embargo, todo se sale de su control cuando sus sentimientos empiezan...