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Narrado por Amber
No se en que momento me quede dormida. no fue mucho; lo último que recuerdo es que la luz del sol me daba directo a los ojos y lastimaba ya que mis ojos ya estaban hinchados de tanto llorar. Desperté cuando sentí que desataban mis manos,estas empezaron a hormiguear y luego empezó a besar mi cuello, las lágrimas iniciaron su camino por mi cara, pero no intentó hacer nada más, simplemente se dirigió al baño, escuche la regadera, supongo que se bañaría y luego se iría a trabajar al fin y al cabo era martes y yo sabía que él no me consideraba tan importante como para dejar de ir a trabajar un día por mi. Decidí fingir que dormía en lo que el salía de ducharse y se iba a trabajar.
Pensé que ya se estaba duchando: grave error, de un momento a otro lo sentí sobre mi, empezó a besar mi cuello otra vez, me negaba a abrir los ojos; no quería verlo, supongo que se desesperó por qué me dio una cachetada y después jalo mi cabello hasta dejarme sentada en la cama; obviamente no me dejaría "dormir" y no verlo antes de irse.
Empezó a gritarme -Amber, ¿eres tonta? ¿Tengo que volver a explicarte que eres mi mujer? Por qué lo eres; y por lo tanto te corresponde atenderme, y parte de eso es prepararme la ducha y hacerme el desayuno, y yo no veo ninguna de las dos, ya hice lo de la ducha, mínimo prepárame de desayunar, tienes solo el tiempo de mi baño para que esté listo, después de que me vaya puedes hacer lo que quieras, mientras cumplas con tus obligaciones, tú decides como lo haces, PERO antes de irme a trabajar esas dos cosas tienen que estar listas, ahora ya vete, se te agota el tiempo.
Salté de la cama, quería cambiarme de ropa o mínimo ponerme el sujetador, ya que el pijama verde era muy revelador, pero no había ropa y el sujetador de anoche había desaparecido, ni siquiera los zapatos estaban, así que salí y fui a la cocina tal como estaba.
Ya abajo no sabía que preparar, recordé que cuando Stephen aún vivía con nosotros; y nos dejaba desayunar con el, mamá le preparaba fruta picada, café y un par de huevos, no recordaba cómo le gustaban, así que trate de hacer mi mayor esfuerzo: Sandia en cubos, el café muy cargado, y ambos huevos bien cocidos, lo único que logré al preparar esto fue desatar el infierno.
Bajó del cuarto y solo de ver el desayuno, tomó mi brazo y me jaló hasta que quede frente al plato -Voy a ser considerado y te diré tus errores, aunque eso no te va a salvar del castigo el domingo. Primero odio la sandia; nunca la pongas para mí de nuevo, el café no me gusta cargado, lo tomo descafeinado y con leche, los huevos un poco menos cocidos y van todo por separado, nunca en el mismo plato, y jamás vuelvas a servirte un plato para desayunar conmigo, eso solo sucede en la cena. Como hoy ya no puedes corregir nada desayunare en el trabajo, pero si sigues con los errores los domingos no serán muy agradables para ti.
Me voy, vuelvo a las seis en punto y ya quiero la comida en la mesa, ahora si puedes poner dos platos, y te quiero con la ropa que deje arriba, no más no menos.
Solo asentí y él aún con su mano en mi brazo me jaló y me besó en la boca, un beso que la única intención que tenía era demostrar que era de su propiedad, que le pertenecía.

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