Capítulo 4: El señor Cuss habla con el forastero

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He relatado con detalle la llegada del forastero a Iping para que el lector pueda darsecuenta de la expectación que causó. Y, exceptuando un par de incidentes algo extraños, noocurrió nada interesante durante su estancia hasta el día de la fiesta del Club. El visitante habíatenido algunas escaramuzas con la señora Hall por problemas domésticos, pero, en estoscasos, siempre se libraba de ella cargándolo a su cuenta, hasta que a finales de abrilempezaron a notarse las primeras señales de su penuria económica. El forastero no leresultaba simpático al señor Hall y, siempre que podía, hablaba de la conveniencia dedeshacerse de él; pero mostraba su descontento, ocultándose de él y evitándole, siempre quepodía. 

‐Espera hasta que llegue el verano‐decía la señora Hall prudentemente‐. Hasta quelleguen los artistas. Entonces, ya veremos. Quizá sea un poco autoritario, pero las cuentas quese pagan puntual mente son cuentas que se pagan puntualmente, digas lo que digas. 

El forastero no iba nunca a la iglesia y, además, no hacía distinción entre el domingo ylos demás días, ni siquiera se cambiaba de ropa. Según la opinión de la señora Hall, trabajaba arachas. Algunos días se levantaba temprano y estaba ocupado todo el tiempo. Otros, sinembargo, se despertaba muy tarde y se pasaba horas hablando en alto, paseando por lahabitación mientras fumaba o se quedaba dormido en el sillón, delante del fuego. Nomantenía contacto con nadie fuera del pueblo. Su temperamento era muy desigual; la mayorparte del tiempo su actitud era la de un hombre que se encuentra bajo una tensióninsoportable, y en un par de ocasiones se dedicó a cortar, rasgar, arrojar o romper cosas enataques espasmódicos de violencia. Parecía encontrarse bajo una irritación crónica muyintensa. Se acostumbró a hablar solo en voz baja con frecuencia y, aunque la señora Hall loescuchaba concienzudamente, no encontraba ni pies ni cabeza a aquello que oía. 

Durante el día, raras veces salía de la posada, pero por las noches solía pasear,completamente embozado y sin importarle el frío que hiciese, y elegía para ello los lugaresmás solitarios y sumidos en sombras de árboles. Sus enormes gafas y la cara vendada debajodel sombrero se aparecía a veces de repente en la oscuridad para desagrado de loscampesinos que volvían a sus casas. Teddy Henfrey, una noche que salía tambaleándose de laScarlet Coat a las nueve y media, se asustó al ver la cabeza del forastero (pues llevaba elsombrero en la mano) alumbrada por un rayo que salía de la puerta de la taberna. Los niñosque lo habían visto tenían pesadillas y soñaban con fantasmas, y parece difícil adivinar si élodiaba a los niños más que ellos a él o al revés. La realidad era que había mucho odio porambas partes. 

Era inevitable que una persona de apariencia tan singular y autoritaria fuese el temade conversación más frecuente en Iping. La opinión sobre la ocupación del forastero estabamuy dividida. Cuando preguntaban a la señora Hall sobre este punto, respondía explicando condetalle que era un investigador experimental. Pronunciaba las sílabas con cautela, como el queteme que exista alguna trampa. Cuando le preguntaban qué quería decir ser investigadorexperimental, solía decir con un cierto tono de superioridad que las personas educadas sabíanperfectamente lo que era, y luego añadía que «descubría cosas». Su huésped había sufrido unaccidente, comentaba, y su cara y sus manos estaban dañadas; y, al tener un carácter tansensible, era reacio al contacto con la gente del pueblo. 

Además de ésta, otra versión de la gente del pueblo era la de que se trataba de uncriminal que intentaba escapar de la policía embozándose, para que ésta no pudiera verlo,oculto como estaba. Esta idea partió de Teddy Henfrey. Sin embargo, no se había cometidoningún crimen en el mes de febrero. El señor Gould, el asistente que estaba a prueba en laescuela, imaginó que el forastero era un anarquista disfrazado, que se dedicaba a prepararexplosivos, y resolvió hacer las veces de detective en el tiempo que tenía libre. Susoperaciones detectivescas consistían en la mayoría de los casos en mirar fijamente al visitantecuando se encontraba con él, o en preguntar cosas sobre él a personas que nunca lo habíanvisto. No descubrió nada, a pesar de todo esto. 

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