¿Y qué vamos a hacer nosotros ahora? ‐dijo Kemp, mirando por la ventana.
Se acercó a su huésped mientras le hablaba, para evitar que éste pudiera ver a los tres hombres que subían a la colina, con una intolerable lentitud, según le pareció.
¿Qué estabas planeando cuando te dirigías a Port Burdock? ¿Tenías alguna idea?
Me disponía a salir del país, pero he cambiado de idea, después de hablar contigo. Pensé que sería sensato, ahora que el tiempo es cálido y la invisibilidad posible, ir hacia el sur. Ahora, mi secreto ya se conoce y todo el mundo anda buscando a una persona enmascarada y embozada. Desde aquí, hay una línea de barcos que va a Francia. Mi idea era embarcar y correr el riesgo del viaje. Desde allí, cogería un tren para España, o bien para Argelia. Eso no sería difícil. Allí podría ser invisible y podría vivir. Allí podría, incluso, hacer cosas. Estaba utilizando a aquel vagabundo para que me llevara el dinero y el equipaje, hasta que decidiera cómo enviar mis libros y mis cosas y hacerlos llegar hasta mí.
Eso queda claro.
¡Pero entonces el animal decide robarme! Ha escondido mis libros, Kemp, ¡los ha escondido! ¡Si le pongo las manos encima... !
Lo mejor sería, en primer lugar, recuperar los libros.
¿Pero dónde está? ¿Lo sabes tú?
Está encerrado en la comisaría de policía por voluntad propia. En la celda más segura.
¡Canalla! ‐dijo el hombre invisible.
Eso retrasará tus planes.
Tenemos que recuperar los libros. Son vitales.
Desde luego ‐dijo Kemp un poco nervioso, preguntándose si lo que oía fuera eran pasos‐. Desde luego que tenemos que recuperarlos. Pero eso no será muy difícil, si él no sabe lo que significan para ti.
No ‐dijo el hombre invisible, pensativo.
Kemp estaba intentando pensar en algo que mantuviera la conversación, pero el hombre invisible siguió hablando.
El haber dado con tu casa, Kemp ‐dijo‐, cambia todos mis planes. Tú eres un hombre capaz de entender ciertas cosas. A pesar de lo ocurrido, a pesar de toda esa publicidad, de la pérdida de mis libros, de todo lo que he sufrido, todavía tenemos grandes posibilidades, enormes posibilidades... ¿No le habrás dicho a nadie que estoy aquí? ‐preguntó de repente.
kemp dudó un momento.
Claro que no ‐dijo.
¿A nadie? ‐insistió Griffin.
Ni a un alma.
Bien.
El hombre invisible se puso de pie y, con los brazos en jarras, comenzó a dar vueltas por el estudio.
Cometí un error, Kemp, un grave error al intentar llevar este asunto yo solo. He malgastado mis fuerzas, tiempo y oportunidades. Yo solo, ¡es increíble lo poco que puede hacer un hombre solo!, robar un poco, hacer un poco de daño, y ahí se acaba todo. Kemp necesito a alguien que me ayude y un lugar donde esconderme, un sitio donde poder dormir, comer y estar tranquilo sin que nadie sospeche de mí. Tengo que tener un cómplice. Con un cómplice, comida y alojamiento se pueden hacer mil cosas. Hasta ahora, he seguido unos planes demasiado vagos. Tenemos que considerar lo que significa ser libre y, también, lo que no significa. Tiene una ventaja mínima para espiar y para cosas de ese tipo, pues no se hace ruido. Quizá sea de más ayuda para entrar en las casas, pero, si alguien me coge, me pueden meter en la cárcel. Por otro lado, es muy difícil cogerme. De hecho, la invisibilidad es útil en dos casos: para escapar y para acercarse a los sitios. Por eso resulta muy útil para cometer asesinatos. Puedo acercarme a cualquiera, independientemente del arma que lleve, y elegir el sitio, pegar como quiera, esquivarlo como quiera y escapar como quiera.
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El Hombre Invisible
Ciencia FicciónUn científico, luego de obtener la fórmula de la invisibilidad y aplicarla en sí mismo, es incapaz de revertir el resultado. Victima de su obsesión por la riqueza y el poder, comienza a vivir en un estado de alteración mental y emocional. Una crític...