3: Jibia y Renacuajo

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Capítulo 7

La esencia de desinfectante, aromatizante y blanqueador era tan dominante en el interior de la casa que Namjoon comenzó a sentirse mareado. Cuando llegaron las mucamas a primera hora del sábado, bien sobornadas para no decir una palabra al señor Kim, se dieron a la ardua tarea que tenían delante de volver a poner todo en su lugar y deshacerse de cualquier residuo que fuera evidencia de que el "Palacio del Placer" había existido.

Con un "Fiss Fiss" las escobas danzaban sobre el piso de mosaicos llevando entre sus barbas manchas ahora nuevamente frescas de alcohol, vomito, sangre y demás fluidos. Namjoon pudo ver también un par de condones usados y hasta un diente. Todo ocurría en completo silencio, como aquel que limpia una escena del crimen, "¿y qué era aquella casa si no precisamente eso?" pensó el chico mientras observaba, en silencio.

-Te has salido de control ésta vez Monnie- dijo Jin, dándole una buena fumada a su preciado bong de vidrio soplado, tenía la forma de un calamar y la pipa era uno de sus tentáculos, Namjoon la odiaba y no se explicaba por qué.

Su dopado invitado había llegado al cabo de una hora después de las mujeres de la limpieza. Ya se había apostado en el sofá con su ostentosa pipa pero Namjoon le había dicho que las mujeres ya tenían suficiente trabajo como para tufar el ambiente con humo y hierba.

Ahora los dos estaban afuera en una de las bancas del patio que la noche anterior había sido ocupada por tres chicos que habían ido a divertirse sanamente, pero que solo dos cumplieron ese propósito. Jin se había acomodado con el bong a nivel del pecho y Namjoon recargando los codos sobre los muslos, parecían dos desconocidos sentados en la misma banca de un parque.

Sólo Namjoon reparó en la posición tan similar en la que se encontraban. Era casi igual al día que se hablaron por primera vez, claro que aquel día ambos tenían 12 años, el día no era claro y tibio, estaba lloviendo y hacía frío.

Ambos se encontraron afuera de la oficina del prefecto de la escuela primaria. Aunque Jin había llegado ahí primero al "banco del ejecutor", como los niños le llamaban debido a que quienes se sentarán ahí pasarían con el verdugo, el señor Lu Han.

Namjoon había llegado ahí por culpa de un soplón que había dicho que él había escondido la lista de asistencia de la profesora Ohk y había dibujado una enorme vagina por toda la hoja, el niño nunca se había reído tanto cuando vio la expresión de la maestra. Ese mismo día, más tarde, le daría una paliza al soplón que le cobraría más problemas en el futuro. Por ahora le tocaba esperar turno en el banco del ejecutor.

Esa tarde lluviosa solo estaba un enclenque muchacho que no paraba de lloriquear y sorberse los mocos. A Namjoon no se le ocurría como era que el pronóstico de un regaño del prefecto podría poner así a un chico, pero cuando le preguntó fue más que evidente que Jin no le temía al prefecto, si no a la llamada que le haría a su padre cuando le explicara que había mandado a un chico al hospital.

El pobre Jin había tumbado de cara a un niño que antes de entrar a la escuela esa mañana le había robado su preciado Gameboy Color. Así que en un descuido, Jin le metió una zancadilla, el niño en cuestión, muy distraído tratando de capturar un Pokemon en su más reciente adquisición, cayó de frente, se astilló dos dientes y todos los dedos señalaron a Jin. Ahora lloraba inconsolable después de haberle contado toda la historia a Namjoon.

-Vaya, qué putada – fue todo lo que pudo decir para intentar consolar al chico.

Dentro de la oficina del prefecto, Namjoon sólo escuchaba la voz sumisa de un niño cuyo sermón ya estaba por terminar, una suspensión y un reporte en el expediente, eso sería todo. Para Jin, la cereza en el pastel sería llegar a casa con la copia de los documentos, enfrentar a la mole adusta y gigantesca que era su padre y recibir unos buenos azotes con el fuete. Cierto día, muy en el futuro, Jin le mostraría a Namjoon esas cicatrices entre los omóplatos; grandes surcos de piel tersa y rosada que, frescos, debieron sangrar y doler mucho.

Alfa VenusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora