Sabía que era demasiado peligroso salir para alguien como yo aunque fuera bajo el haz de luz de luna, pero que mas podía perder intentando buscar algo que comer.
Cierro la puerta de mi casa, cuando a lo lejos notó lo bello que es la noche tan calmada, sin preocupaciones o temores lo que me motivó a seguir en mi búsqueda del alimento. No tardé mucho cuando una cafetería se atravesó en mi camino, de tamaño ligeramente pequeño -pero si me lo preguntan, desde afuera era un lugar demasiado acogedor como para pasar una velada de uno para uno- con ventanales grandes de color amarillo paja, y una puerta café de madera lo que le da un estilo rústico a la cafetería.
Me decidí entrar -y al parecer era uno de los pocos clientes que había ahí- sin previo aviso algo llamó mi atención completamente diferente a la comida, las bebidas o el lugar si no una persona con traje oscuro que pretendía parecer que era invisible; pensé haber encontrado a una persona con mis gustos, tanto de alejarme de la sociedad como estar únicamente con aquellos momentos de depresión y melancolía.
Pedí informes acerca de los clientes pero al parecer nadie atendía la entrada así que decidí pasar para curiosear un poco. Cerca del lugar de aquella chica estaba el menú de postres lo que era un pretexto eficaz para acercarme un poco a ella sin sonar como un psicópata acosador.
-Disculpa, me permite ver el menú. -Lo dije del tono más sincero que pude.
-Adelante yo solo estoy con mi taza y mis problemas.
Parecía un buen momento como para sentarme y ser un psicólogo express, pero quise mejor esperar el momento oportuno.
-Bueno no eres la única aquí con problemas, mi esposa acaba de desaparecer.
-¿Es un chiste verdad?-Ella notó la poca gracia que tenía al momento de terminar de pronunciar la oración.- Eso es horrible, ven siéntate un clavo saca otro clavo, como lo decía mi abuelo.Pasamos la noche platicando acerca de sus problemas y los míos claro, ella - al final supe que su nombre era Sophia-me contó que trabaja cerca de una estación espacial pero nadie le cree a ella que la tormenta de fuego -resulto se cierto- crecería más y los refugiados explotarían en las zonas de protección, era mejor idea evacuarlos a través de varias naves con refugiados adentro y llevarlos flotando mientras se dispara las nubes.
Mis problemas al lado de ella parecían ser del tamaño de un átomo, casi invisibles, pero más de la mitad de la conversación algo cambio en mí, estaba teniendo una conversación placentera y me estaba divirtiendo, es raro que en estos momentos no empiece a odiar a medio mundo o empezar con el lenguaje sarcástico.
-Bueno ha sido grato desahogarme con alguien que no le gusta llamar la atención.
-Claro, por fin pude conocer a alguien que no piense matarme por mi manera de hablar.
-Buen chiste.- Soltó una pequeña carcajada donde note unos dientes blancos, a pesar del poco tiempo que río.
Y se fue, no tuve más que decir que un simple "adiós" seco y sin emoción pero algo note que no me dejaba tranquilo desde que ella salió del café, note su mano más delgada y... Libre. Ella olvidó su bolso e inmediatamente corrí tras esa cabellera color cereza para poder o al menos intentar alcanzarla pero, cuando salí del local parecía que se volvería a repetir la historia, no había rastro de ella por ningún lado. Cansado de seguir andando sin ninguna pista decidí indagar sobre su bolso; no encontré cosas muy significativas lo común en una mujer toalla sanitaria, labial, crema de manos, gel antibacterial, lima de uñas, cepillo de cabello y... ¿una tarjeta de presentación?. En aquella tarjeta blanca con gaviotas azules en las esquinas venía la dirección de trabajo y donde podría encontrarla en caso de emergencia o algún asunto a tratar. Intenté encontrar su teléfono para confirmar que el número sería contestado y no perder mi tiempo, afortunadamente no lo encontré lo que tal vez lo trae consigo.
Caminé hacia casa leyendo aquella dirección del lugar donde ella labora, sonaba muy cuadro y monótono claro no quiero decir que todo eso sea así, con cada avance cada científico y astronauta se arriesgan el cuero para confirmar alguna teoría extraña y que su nombre quedé impreso en un libro o sea anunciado en TV.
Sabía que no era correcto quedarme con la cartera entonces decidí llamarla solo para informarle lo sucedido. El timbre sonó una vez, dos veces y al tercer tono contestó
-Mil gracias, sabes estoy ocupada mañana y como recompensa te invito el almuerzo ¿te parece bien la oferta?.
No sabía si de verdad aceptar o no pero no tenía otra cosa mejor que hacer.
-Está bien, nos vemos 10 en la entrada .
-okii chao.
Y colgó.
Por primera vez me sentía con ganas de ser alguien después de la desaparición de mi Tanya, si ella estuviera aquí me sacaría de la cama a patadas o me dejaría sin comer hasta que hiciera algo de provecho o al menos sobre socializar con los vecinos.
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Cuando El Amor Llega A La Luna
Fantascienza¿Con quien te quedarías aquella persona que amaste y creíste muerta o aquella que te salvó del suicidio?