¿Jugar? Él no tenía recuerdo alguno de jugar. Condenado si su cabeza funcionaba correctamente en estos días. Estaba a la deriva, sus pensamientos en un torbellino que arrastraba todo y lo entremezclaba como nunca nada que le hubiese sucedido con anterioridad.
Al parecer había tenido un buen desempeño para ser el primer juego de la temporada, pues las clases habían dado inicio con normalidad, sus compañeros mostrándose conformes, saludándolo en los pasillos entre clases, deteniéndose en la cafetería para chocar los puños. En cualquier otro momento, él habría sonreído feliz de que le reconocieran aquello en lo que era bueno. De la familiaridad de las amistades fáciles que forma el deporte, del peso de los libros de texto en sus brazos, de ser la tercera rueda en la relación de Ben y su novia Fran.
En cualquier otro momento, que no fuese ese.
Se sentía como si hubiese abierto la caja de Pandora y luego despojado de sus conocimientos. En serio se estaba preocupando por sí mismo.
¿Era normal extrañar a alguien con quien había pasado menos de veinticuatro horas juntos? ¿Extrañar un futuro imaginario que de seguro jamás ocurriría?
Leo se movió lento esperando que la presión que le atacaba desde hacía una semana aflojara por sí sola. El cosquilleo en su pecho iba y venía a su antojo. La imagen de Ángel se colaba en sus pensamientos a toda hora, en los momentos más inesperados y su rostro tenía el poder de un golpe directo a sus entrañas.
—Tienes esa cara otra vez, —comentó Ben a su lado mientras caminaban por los pasillos de la biblioteca. Él se veía despreocupado, saludando a un par de chicos de un curso mayor. —sé que lo estás pasando mal, puedo verlo. ¿Por qué te niegas a hablar con Marco? ¿O presentarte directamente en casa del chico? Conoces la dirección.
Leo resopló, evadiendo su mirada.
—No sé de lo que hablas.
—Claro que lo sabes, estás colgado del chico que conocimos la semana pasada. Fue una buena aventura, divertida. No voy a negarlo, estar con aquellas dos chicas me ayudó con mi chica. —Benjamín alargó la mano, palmeando los tomos de la sección que les habían indicado buscar. Él no sabía ni la mitad de las emociones que Ángel había despertado en su amigo y ya se sentía como si cargara un peso en sus hombros de tan solo verlo. Encontró lo que buscaba, un último ejemplar de las obras de Shakespeare. La rodó entre sus manos, mirando a Leo de soslayo, negando con su cabeza. —Para mí fue un cambio de aires, pero para ti... nunca has sido bueno en esto de las cosas pasajeras. Eres demasiado... buen chico, supongo.
—¿Cómo ser un buen chico es algo malo?
Leo correteó a su lado. Su voz había subido unas octavas como lo hacía cada que estaba enfadado. La Sra. Martínez, la bibliotecaria, les lanzó una mirada de reprimenda haciendo al chico encogerse. Ella lucía extrañamente muy similar a aquella monstruo mitad babosa de Monster Inc. llamada Roz. Reprimiendo un escalofrío y haciendo gala de la sonrisa que le salvaba de los líos que solían seguirlo, Ben le extendió el pesado tomo junto con su tarjeta estudiantil para ser ingresado al sistema. Mientras esperaban pacientemente, analizó a su amigo con detenimiento, Leo estaba inquieto. No solo en la forma en que mordía la uña de su dedo gordo o como su cejo se fruncía varias veces al día sin motivo alguno. Él estaba suspirando. Como suspiros reales, largos y nostálgicos.
—Ángel también dijo que soy un buen chico, sospecho que hay una connotación que me estoy perdiendo. —insistió nada más cruzaron las puertas hacia el exterior del campus.
Benjamín deseaba tirarse de los pelos. Él era pésimo en el romance y en las relaciones en general. Por qué su novia aún seguía con él cuando era claro que no tenía material de novio, era de por si un misterio. Por qué Leo insistía en buscar consejo en él cuando llevaba años conociendo lo constipado que estaba respecto a sus sentimientos, otro caso que sumar a la lista.
En vista de que ellos eran como hermanos, sin embargo, le hizo empujar todo a un lado y armarse de paciencia. Se fueron hasta el casino, consiguiendo sus bandejas con comida para poder tomar asiento y charlar. Toda charla era mejor con comida al frente. La comida le daba un toque excepcional a todo. La comida era vida.
—Mira viejo, no tienes que torturarte. No es algo malo que seas como eres. No realmente, es solo que un buen chico no sirve para jugar con él, para pasar el rato y luego olvidar lo que sea que has hecho. —Le dio un gran mordisco a su hamburguesa, viendo a Leo hacer lo mismo con la suya, procesando sus palabras. —Los chicos buenos no adquieren experiencias alocadas, ellos son del tipo de emociones cálidas —explicó tras tragar. La cara de su amigo mostraba la confusión que seguía sintiendo
—No lo entiendo, pensé que habíamos conectado. Nosotros nos besamos, pero no hicimos nada más...
—¿No debería ser eso un indicio de que quizás no deseaba llegar a más? —Tan pronto las palabras dejaron sus labios, se arrepintió. Leo dejó caer los hombros a todas luces abatido. Benjamín se insultó mentalmente, pateándose en la pantorrilla como aditivo. —O quizás no, qué sé yo.
Leo negó.
Se concentró en su comida el resto de la hora libre que tenían. Comió en silencio, masticando tantas veces cada pequeño trozo de carne con pan que hubiese hecho sentir orgulloso a un nutricionista. Bebió de su agua y suspiró.
Ben quería ayudarlo, de verdad que sí, si tan solo él pudiese hacer algo...

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Flores en el cabello
RomanceUna noche fuera de control; Leo conoce a Ángel. Y Ángel no es como nadie que haya visto antes. A Ángel le gustan las cosas llamativas, le gusta el rosa y llevar vestidos. Usar tacones y aplicarse maquillaje. Alcohol, drogas, policías arrastrando...