Capítulo 11: Renuncio a ti

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Había sido un viaje de lo más agotador, maldiciendo el hecho de que sus mejores socios vivieran en Sunagakure. Odiaba ir, odiaba el calor, la arena y aquel infernal clima árido, que mermaba la belleza de todo, por lo que soltó un suspiro de alivio en cuanto divisó su casa, era la una de la tarde y todo lo que quería era darse una larga ducha, tirarse sobre la cama y dormir hasta el día siguiente.

Bajó del auto y caminó a paso lento hasta la entrada, al abrir se topó con un sobre amarillo tamaño media carta, el cual tenía engrapado otro sobre, este era normal y de color blanco, sin embargo no tenía remitente, sólo su nombre en una orilla, escrito con perfecta caligrafía. Extrañado, cerró la puerta, gritó el nombre de su retoño y como no obtuvo respuesta, pensó que lo más seguro es que haya salido por algo de comer. Fue al mini bar de la sala, se sirvió un poco de coñac y abrió el sobre que tenía su nombre, encontrándose una tarjeta roja.

Sr. Uzumaki Minato

Me he tomado el atrevimiento de enviarle esta carta para pedirle que mantenga al margen a su hijo. No sé si esté enterado de su comportamiento inmoral e indecente, asumo que si, también he de decirle que mi hijo es un chico noble con un gran futuro por delante, futuro que no quiero ver mancillado por la presencia de malas e indeseadas compañías. Usted entienda.

Confío en que tome cartas en el asunto.

F. U.

Sin pensarlo dos veces, arrugó el maldito papel sintiendo la ira burbujear en su sangre. ¿Cómo se atrevía aquel desgraciado a decir que el comportamiento de niño era inmoral? Si bien, no pasaba mucho tiempo con él, sabía que Naruto era alguien noble, decente y reservado que día a día se esforzaba en ser el mejor en todo, recibiendolo con una sonrisa que no merecía. De la nada, sintió su sangre helarse al recordar al bastardo Shimura, seguramente era su patético intento de venganza por la paliza.

Sin embargo su molestia no mermó ni un poco, aunque la curiosidad fue más grande y terminó abriendo el otro sobre, lo había tomado al revés aun así pudo ver que se trataba de un paquete de fotografías, extrañado, le dio la vuelta y sus ojos se abrieron de la impresión, pasando una a una rápidamente sin poder creer lo que veía. Todas eran fotos de Naruto, su niño. Quiso creer que eran falsas, incluso una broma pero eran auténticas, en ellas se mostraba al blondo con varones que iban de los quince a veinte años.

En algunas lo besaban, en otras lo abrazaban y en las más sorprendentes, se mostraba a su retoño en una cabaña en el bosque, o cerca de cascadas, en esa última, la foto fue tomada cuando salió desnudo del lago, sonriendo para la camara. Era claro que el varón de turno lo llevaba de viaje, porque se mostraba posando —unas veces solo otras acompañado— cerca del mar, en puentes o monumentos. Para ese momento, Minato era un mar de confusiones, minutos atrás habría puesto las manos al fuego por su hijo mientras aseguraba que él jamás cometería actos tan vulgares o inmorales como aquellos.

Hasta ahora había contado seis varones diferentes, y cuando llegó a las últimas fotografías, pensó que su niño no lo era, sino que lo vio como una vulgar ramera. En esas imagenes, Naruto estaba en una habitación, completamente desnudo entre las sábanas haciendo poses vulgares y bastante sugerentes que le revolvieron el estómago, lo peor fue verlo besándose con Sai en ese mismo cuarto. Comprendió que todo lo que le hizo aquel varón, se lo ganó a pulso, es más, se lo merecia.

Tal vez en ese momento no pensaba con claridad. La imagen de su hijo fue mancillada de la peor forma posible y cuando lo vio entrar por la puerta, esbozando una sonrisa al verlo, no medito lo que haría, simplemente actuó. Se levantó de donde estaba y le propinó una bofetada tan fuerte que el menudo cuerpo de Naruto cayó al suelo estrellándose contra la mesa de centro que estaba en la sala. Aquellos ojitos azules se llenaron de pánico e incertidumbre al verlo acercarse mientras se quitaba el cinturón.

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