CAPÍTULO 50
Lug apoyó la espalda contra un árbol y cerró los ojos. Vació su mente de todas su preocupaciones y se concentró en Dana, tal como lo había hecho cientos de veces, para comunicarse con ella. Abrió un canal desde su mente hacia la de ella, sosteniendo firmemente su imagen en su mente, sin dejar que nada interfiriera, esperando que ella lo detectara y lo sostuviera para poder iniciar una comunicación. Estuvo un largo rato sin sentir el contacto. Si ella no tomaba el contacto y lo abría, él nada podía hacer. Todo dependía de ella. Nada.
Después de un año, Lug pensó que tal vez ella ya no querría saber nada con él. No, no era eso. Tal vez no podía hablarle en este momento. Siguió intentando. Puso más esfuerzo, canalizó más energía hacia su imagen. Nada.
No iba a darse por vencido. Aunque ella estuviera enojada con él, seguramente querría saber lo que le había pasado, por qué no la había contactado en un año. Seguramente habría estado buscándolo, ¿o no? Amaba a Dana con todo su ser y sabía que ella sentía lo mismo por él. Su estúpido intento de protegerla ocultándole las cosas no podía romper el lazo que tenían. No importaba cuan furiosa estuviera, querría saber qué había sido de él. Siguió intentando. Nada.
Cortó el canal y volvió a intentar todo el proceso desde cero otra vez. Sosteniendo su imagen con todo su ser, por más tiempo esta vez. De pronto, sintió algo. No era ella, no exactamente. Era más bien como un recuerdo de ella. Un recuerdo que no era un recuerdo. Era confuso, pero era algo. Tenía que aprovechar el tenue contacto, enviar un mensaje, solo algo corto, algo que pudiera llegar hasta esa sombra difusa de Dana, a ese recuerdo de su presencia. Una palabra, solo una palabra.
—¿Estás bien?— sintió una mano en su hombro que lo sobresaltó.
Abrió los ojos de golpe. Se secó el sudor de la frente.
—¿Qué pasó?— preguntó Lug, desorientado por un momento ante el corte abrupto de su intensa concentración.
—Esa es mi pregunta para ti. Estás empapado en sudor y tu piel está hirviendo. ¿Qué estabas haciendo?— le preguntó Humberto.
—Nada— mintió Lug.
—Vamos, Lug, dímelo.
—Déjame en paz— dijo Lug, molesto.
—Ya veo. Lo que sea que estabas haciendo, no funcionó, ¿no es así?
Lug lo miró de soslayo sin contestar.
—Hablaremos de esto después— dijo Humberto, sacando su daga—. Ahora debo encargarme del fomore.
—No necesitas matarlo— dijo Lug.
—Ya tuvimos esta discusión— respondió Humberto, dándole la espalda. Y luego al fomore: —Ponte de pie y ven aquí.
El fomore se puso de pie tan rápido como un resorte y caminó hacia Humberto sin siquiera renguear. Humberto lo miró sorprendido por un momento, luego guardó su daga sin hacer ningún comentario.
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LA CONSPIRACIÓN DEL ESPIRAL - Libro IV de la SAGA DE LUG
Fantasi¿Quién está detrás del terrible suceso de Cryma? ¿Qué intenciones secretas tiene? Tiempos desfasados, recuerdos alterados, y una red de engaños y traiciones harán casi imposible la resolución de este misterio. ¿Podrá Lug desentrañar esta maraña de m...