CAPÍTULO 66
—¿A quién vieron?— se reacomodó Lug en su silla, interesado.
—Hablaba extraño, dijo que su nombre era Gloria.
—¿Humberto se enteró de que habían hablado?
—No. Augusto distrajo al fomore mientras yo hablaba con ella a través de unos ligustros en el jardín. Le dije que Humberto nos tenía allí a la fuerza. Me dijo que no podía ayudarnos, pero cuando mencioné tu nombre cambió de actitud. Quiso saberlo todo, especialmente nuestra relación contigo y con Humberto a quién ella llamaba Huber. Me dijo que tú estabas en el palacio. Me dijo que no te había visto porque Humberto te mantenía oculto para protegerte de alguien llamado Dresden. Le advertí que no confiara en Humberto, que algo se traía entre manos. Me dijo que iba a averiguar lo que pudiera. Le pedí que si te veía, que por favor te avisara de nuestra situación. Ella accedió a mi pedido y me dijo que me vería al otro día en el mismo lugar. Luego se despidió. Al día siguiente, Humberto nos mantuvo casi todo el día encerrados en la habitación. Las salidas al jardín parecían haber sido canceladas. Por la tarde, dos fomores vinieron a buscarme. Me sacaron a empujones de la habitación sin dar explicaciones de ningún tipo y dejaron a Augusto encerrado, gritando desde el otro lado de la puerta. Me ataron las manos a la espalda y me amordazaron. Supe enseguida que algo grave había pasado. Era la primera vez que Humberto me trataba con violencia. Los fomores me arrastraron escaleras abajo, hasta la planta baja. Allí, me llevaron a una habitación y cuando abrieron la puerta... allí estabas tú, delgado como una hoja de papel, sin cabello y con heridas frescas que aun sangraban. Me di cuenta enseguida de que habían estado torturándote brutalmente por quién sabe cuánto tiempo, y cuando vi el grillete en tu tobillo, me di cuenta de que tu torturador era Humberto. Y con todo eso... con todo eso...— su voz se quebró—. Solo te preocupaba nuestro bienestar y ayudarnos a volver a casa...
Juliana comenzó a sollozar. Lug fue hasta ella y la abrazó.
—No fue Humberto el que me torturó— dijo Lug suavemente—, bueno sus fomores me dieron una golpiza por tratar de matar a Humberto cuando me enteré de que los tenía como rehenes, pero el que me torturó por un año entero en una oscura celda de piedra fue Dresden.
Juliana levantó la vista hacia él.
—¿Entonces, Gloria tenía razón? ¿Humberto estaba protegiéndote?
—No exactamente, pero al menos el trato que recibí de él fue más civilizado, por llamarlo de alguna manera. Creo que tanto Humberto como Dresden me quieren para algo, pero todavía no sé para qué. Humberto es extraño, por momentos parece un amigo y otras veces... No sé. Lo que sí sé es que tiene una agenda oculta y está buscando algo de mí. Ha estado engañándome, amenazándome y forzándome, pero todavía no me dice exactamente qué quiere.
Juliana asintió. Ella y Augusto tenían la misma impresión de Humberto.
—¿Qué pasó después?
—Me desataron y me quitaron la mordaza. Luego me volvieron a llevar a la habitación junto con Augusto. Cuando le conté lo que había pasado, se puso como loco. Comenzó a golpear la puerta con una silla como para tirarla abajo. Rompió los vidrios de las ventanas. Los fomores vinieron a ver qué pasaba. Tomaron a Augusto por los brazos para detenerlo... Pensé que iban a golpearlo... pero solo lo sostuvieron hasta que se calmó. Nos trasladaron a otra habitación en el mismo piso y nos volvieron a encerrar. Pensé que con todo el escándalo, Humberto iba a venir a vernos, pero creo que estaba demasiado ocupado contigo. A la mañana siguiente, vi a Gloria desde la ventana, oculta en el jardín. Tenía que contarle, tenía que decirle que Humberto no te estaba protegiendo, sino que te tenía cautivo y te estaba torturando. Humberto apareció a media mañana en la habitación. Se disculpó por haber tenido que atarme y amordazarme. Me dijo que esa había sido la única forma de hacerte entrar en razón. Aproveché su aparente sentimiento de culpa para insinuar una visita al jardín para tratar de olvidar el mal momento del día anterior. Él accedió. En el jardín, Augusto volvió a encargarse de distraer al fomore mientras yo le contaba la verdad a Gloria. Ella me dijo que no teníamos tiempo que perder, que las tierras de Humberto serían invadidas en cuestión de horas y que si quería vivir, tenía que seguirla. Le señalé que el fomore nos detendría, pero ella me dijo que no me preocupara por eso. Llamé a Augusto y le dije que caminara conmigo por entre los ligustros. El fomore nos siguió de cerca. Cuando estuvimos fuera de la vista de las ventanas del palacio, una docena de hombres salió de repente de entre las plantas, avasallando al fomore. Lo mataron antes de que pudiera dar la alarma a sus compañeros. Gloria me dijo que eran soldados de Franz y que estaban de nuestro lado. Nos dijo que los siguiéramos. Le dije que no me iría sin ti. Me dijo que los soldados de Franz nos pondrían a salvo, mientras ella y Franz volvían a rescatarte, que no me preocupara. Yo me negué, pero ella me hizo ver que nosotros no sabíamos pelear y que solo estorbaríamos en el rescate, así que acepté huir sin ti. Lo lamento.
—Hiciste lo correcto— le aseguró Lug—. Si te hubieras quedado, habrías caído en manos de los soldados de Dresden, y créeme, no te habrían encerrado en la habitación de un palacio.
Juliana asintió.
—Me preocupa Gloria— dijo—. Sé que sabe cuidarse y que Franz está con ella pero...
—A mí también me preocupa— concedió Lug.
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LA CONSPIRACIÓN DEL ESPIRAL - Libro IV de la SAGA DE LUG
Fantasi¿Quién está detrás del terrible suceso de Cryma? ¿Qué intenciones secretas tiene? Tiempos desfasados, recuerdos alterados, y una red de engaños y traiciones harán casi imposible la resolución de este misterio. ¿Podrá Lug desentrañar esta maraña de m...