U n o.

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(Kendall)

Kendall Harrison, probablemente reconozcas mí apellido ya que varios años atrás resonaba por todos lados, cuándo mis padres fueron víctimas del conflicto del año; un accidente automovilístico que cobró la vida de la pequeña Maya.

—Buenos días cariño —saluda mí progenitora acogiéndome con un beso.

Correspondo amablemente.

Maya Harrison, la gomela de los dueños de las más grandes franquicias comerciales, y mi hermana gemela.
Quién diría que 16 años después toda la controversia se desvaneció y sólo quedó el consuelo de unos a otros; a excepción de mi madre, quién quedó completamente devastada.

—¿Llevas todo en tus maletas?—pregunta minuciosamente mi padre.

—Sí te refieres a mí novia —ex novia —mis amigos y mí hogar. Pues no —su ceño se frunce inmediatamente.

—Según tú dejarías de estudiar luego de la preparatoria, que inteligente eres Kendall —levanto una ceja.

Ruedo los ojos sin corresponder a las críticas de mi padre y salgo tirando fuerte la puerta de la entrada principal.

A Kendall le gusta mucho el drama.
Pero al final no era tan malo ir al otro lado del mundo, tal vez sería una salida para despejar mi mente, para olvidar, para superar, eso espero.

Al llegar al auto alguien toma mi hombro y me da la vuelta con tal prepotencia que sólo mi padre solía tener, su mirada es fulminante y entre murmullos espeta—Kendall ya lo hablamos, dentro de unos meses ya los habrás olvidado a todos, estarás formando una nueva etapa de tu vida, exitosa, deja de hacer tus típicos caprichos y enorgullece de una vez a tu padre —guiña, golpea suavemente mi hombro y se despide con una sonrisa.

Pienso por unos segundos lo que ha dicho mi sabio progenitor, hasta que mi madre sale, sacándome de mi situación.

—¡Jackson! —exclama, regañando a mí padre.
Mi padre no hace más que entrar a la mansión, mientras mi madre llega a mi lado, sosteniendo una pequeña caja —toma cariño, pon esto en tú equipaje, es para la tía Samantha —sonríe, besa mi frente y me despide en el auto.

—Buen viaje hijo —alude mi padre guiñando un ojo mientras mantiene una gran sonrisa.
¿Cómo llegó tan rápido a la ventana de éste automóvil?

(...)


Los Ángeles, que buen lugar, por el momento no es tan malo como creía hace algunas semanas, mí padre decidió llevarme al otro lado del mundo, completamente lejos de lo que yo conozco, y por el momento estoy bien con ello.

Un tanto desorientado en el aeropuerto, en un nudo de personas he logrado salir finalmente, alcanzo a ubicarme mientras  escucho una voz muy conocida cerca mío.

—¡KENNY! —gritaron al salir del aeropuerto.
Kenny, mí familia me llamaba "Kenny".

La hermana de mi padre me esperaba en la salida del aeropuerto junto a un gran cartel de bienvenida.

Me acerco rápidamente a ella, con una enorme sonrisa le saludo con un gran abrazo.

—Querida tía Samantha, qué gusto volver a verte, ¿cuánto tiempo ha pasado?, ¿algunos 10 u 11 años? —suelto una risa mientras le abrazo.

—No lo sé hijo, lo único que recuerdo es que la última vez qué te vi medías cómo un metro —ríe.

—Oh no, aquí vamos con los chistes malos sobre mi estatura —ruedo los ojos.

—Tan solo mírate, te robaste la altura de la familia, a ver ¿Cuanto mides? ¿2.30 o algo así? —me examina.

—Creo que algunos 1.98, no lo sé —me encojo de hombros.

Me ve detenidamente al subir al auto —No te pareces nada a tu padre —ríe.
Supongo que debo sentirme halagado.

—¿Conduces? —asentí —tu abuelo te dejó un regalo — ofrece las llaves de el Impala de mi abuelo, una joya en su tiempo, más antiguo qué él mismísimo dueño.

—¿Es enserio? —levanto una ceja, rio burlonamente mientras tomo las llaves.

—Vamos Kendall, es la tradición, tu padre también obtuvo ese auto —responde.

—¿Eso debería consolarme? —despeja su vista del volante para mirarme unos segundos y tirarse a reír.

—Tu padre me dijo que te cuidara las veinticuatro horas del día.

—No tengo cinco años —ruedo los ojos.

—Lo sé, ¿Qué cosas habrá hecho Kendall Harrison para que su padre me pida tal cosa? —voltea con una de sus cejas arqueada.

—Buena pregunta, pero tengo una mejor: ¿Qué cosas no habrá hecho Kendall Harrison? —suspiro, coloco mis audífonos mientras inclino el asiento del auto; una buena siesta no me haría mal.

Pero al rozar mis pies sobre mi maletín alcancé a sentir un borde punteagudo que llamó mi atención, no dudé en averiguar qué era; y era nada más y nada menos que el regalo de mi madre.

—Mi madre me pidió que te diera un presente —saco la caja y la ofrezco.

—¿De verdad?, amo a tu madre, puedes darmela cuando lleguemos.—sonríe. Asiento —Por cierto, ¿Cómo está ella? —pregunta.

—Bien, ha estado de maravilla, supongo que solo es cuestión de tiempo para que pueda superar todo —respondo, bajo la mirada.

—¿Y Alaska cómo está? —volteo rápidamente.

—Terminamos —respondo sin gana.

—¿Qué?, que mal, hacían bonita pareja, hasta me caía bien —levanta los hombros.

—Ni lo digas, nunca se dirigieron palabra alguna —levanto una ceja mientras suelto una risa.

¿Dónde está Maya? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora