T r e s.

86 20 0
                                    

(Grace)
Un leve dolor en mi cabeza me hace despertar, probablemente el sol que se ha colado entre las cortinas llegando hasta mi cuerpo, causándome una especie de deshidratación; solía pasarme en casa de mis padres.

—¡Buenos días! —exclamó Amy con una sonrisa. Pero al parecer el sol no iba a ser mi único despertador.

La miro un tanto embobada por el sueño, suelto un largo y perezoso bostezo con un extraño sonido.

—¿Por qué estás tan feliz?, es lunes y son las cinco de la mañana —coloco mi almohada sobre mi rostro.

—Es nuestro primer día Grace, lamento despertarte pero tenemos clase de introducción en —mira su teléfono— en exactamente cuarenta y cinco minutos —sonríe entusiasmada y luego de quejarme varias veces, decido finalmente salir de la cama.

(...)
Al salir de la ducha encuentro a Amy en la cocina, no duda en voltear a verme.

—Oh, mira, no tardaste nada, te preparé el desayuno, debes estar hambrienta —señala un tazón de frutas servido en nuestro desayunador.

La miro confundida, nunca he sido fan de la fruta en las mañanas, prefiero tocino, waffles o huevos.

Agradezco el buen gesto, me acerco a desayunar, al final no es tan malo comer saludable, me vendría bien.

(...)

— Y bien, si vamos a vivir juntas debemos conocernos mejor —menciona Amy al salir de su habitación.
Me sobresalto al escucharla entre el profundo silencio, doy un corto suspiro, y me doy la vuelta para darle toda mi atención a mí compañera.

—Me parece bien — me levanto de la mesa con mi plato vacío.

—Primero yo —aplaude repetidas veces con emoción mientras salta sobre uno de nuestros sillones —empiezo, me llamo Amy Walton, vengo de Colorado tengo dos hermanos. Amo el color verde y deberías saber que soy un poco compulsiva con las compras. Soy buena persona, no parece, pero lo soy —afirma con una sonrisa —Ahora tú —se queda en silencio.

—No tengo mucho que decir, no soy la persona más interesante del mundo —confieso con una sonrisa sin gracias —me llamo Grace Gustin, soy de Los Ángeles, tengo una hermana, y fin — afirmo queriendo sonar convencida.

Se queja —pareces ser de esas personas muy misteriosas—confiesa.
Me mantengo en silencio, mientras me permito salir de la habitación.

(Kendall.)

Un brusco sonido me despierta rápidamente.

—Kendall, despierta, debes irte —grita seguidamente una conocida voz masculina.

Escapo un ronco quejido mañanero, mientras aparto las sábanas sobre mi cuerpo. Éste lugar es más cálido de lo que pensaba.

Me permito abrir la puerta que todavía hacían sonar repetidas veces

—Se hace tarde y debo ir a trabajar, así que mueve tu delicado trasero o tendrás que caminar 10 kilómetros camino a la universidad —no me sorprende que mi tío político tenga la misma repulsión de mi padre, aunque Marco sea más amigable.

¿Dónde está Maya? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora