Capítulo 4.

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La música del fondo sonaba en modo ambiental. Miraba por la ventanilla con tal de no mirarle la cara de mono que tenía.  ¿Cómo era posible qué yo estuviera haciendo todo esto por salvar y traer dinero a casa? Desde luego, esto ni con todo el oro del mundo sería recompensado y  sería suficiente para mí.

-- ¿Y qué tipo de música te gusta?

Lo ignoré. Al parecer quería romper el incómodo silencio que se había formado, pero yo desde luego no le ayudaría. Sentí como daba un frenazo en seco, mi cuerpo se balanceó hacía delante y impactaría mi cabeza contra el cristal de no ser que gracias a él, coloco su brazo de tal manera que detuvo el asegurado golpe. Aparté mi mirada de las vistas y le miré, achinando los ojos. Entonces, hablé.

-¿¡Estás imbécil o qué te pasa por esa cabeza llena de serrín!? -Pregunté, dándole un golpe en el hombro.

-- Mira, Melanie. Tú a mi tampoco me agradas, ¿pero dejarías de ser tan egoísta por una vez? Eres una niñata y además de eso, caprichosa por lo que se ve. Entiende que esto no lo hacemos por nosotros dos, ¡yo también te quiero a kilómetros luz de distancia! Pero es por nuestras familias, al menos si los quieres y los aprecias, hazlo. Tranquila que yo contigo no quiero nada, no me interesas ni lo más mínimo, pero pensándolo bien,  ¿qué querría con un bebé como tú?

En parte tenía razón. Tenía que considerar la opción de hacerlo por mis padres, y cuando todo fuera como viento en popa, podríamos divorciarnos. Tal y como dijo mi padre. Entonces nuestra empresa, que fue heredada desde varias generaciones, podría llegar a mis primógenitos y a los de mis hermanos... Pensandolo de esa manera, la idea no sonaba mal, y además el chico tampoco era tan feo, tenía unos bonitos ojos, buen pelo y buen cuerp... ¡Melanie, para el carro! ¿En qué carajos estoy pensando? Quizás las copas que tome se me están subiendo a la cabeza.

Chasqueé la lengua en respuesta de él, y rode los ojos.

- Considerándolo de esa manera... Quizás, pero recalco, QUIZÁS te haga caso. Pero nada de meter mano como has echo en los aseos, ni detalles pasaditos de lugar. - Amenacé señalándole con el dedo.

Él dejó escapar una risa y echó la cabeza hacía atrás mostrándome como su nuez de Adán vibrada en cada sacudida. Por Dios, parecía un esquizofrénico. Elevé mi mano derecha y la estampé contra mi frente en señal de rendición. No podía con él.

-Colton, ¿quieres dejar de reírte y mover el coche de una maldita vez?

-Claro, muñeca. Que dominante, quisiera saber si eres así en la cama.

Me guiño un ojo nada más acabar la frase, y puso en marcha el coche conduciendo hacía nuestro nuevo apartamento. Metió el vehículo en el subterráneo y lo estaciono en su plaza de aparcamiento, ¡era gigante! Salí del coche sin tan siquiera darle tiempo a que me abriese la puerta como un total caballero, pero no nos engañemos, el nunca sería un caballero.

Caminamos hasta el ascensor, el cual Colton me dió el código para llamarle. La verdad es que este método era mucho más comodo y habil que el estar llevando llave y todo eso. Nos montamos en el ascensor y lo inspeccione. No era demasiado grande, lo justo para que entrasen seis personas. Era de un color rojo cereza, cubierto por espejos y el techo cubierto también de espejos. Las puertas se abrieron en el último piso y nos detuvimos en una puerta, la cual tenía la insignicia puesta. Sexto C.

No pude ocultar una sonrisita al ver que tenía un adorno de Navidad decorando la puerta de madera clara. Colton no entendió el por qué de esa reacción por lo que se encogio de hombros sin decir nada y hurgo en sus bolsillos buscando el par de llaves. Me entrego un juego de llaves junto a la llave del buzón y del garaje y abrió la puerta. Un aroma a vainilla inundó mis fosas nasales. No era para nada fuerte, por lo que dejaba un rico aroma en el ambiente. Entré primero que él, deleitándome con la decoración. El color de las paredes era crema y una ventana decorada con unas cortinas a juego con las paredes dejaba a la vista toda la ciudad. Debajo de estas se encontraba el mueble del recibidor, el cual tenía un jarrón con unos cuantos claveles y una rosa en medio de ellos. Era un bonito detalle.
Noté la respiración de Colton por detrás, aparto mi pelo hacia un lado y me quito el abrigo con cuidado, me trataba como un muñeca de porcelana....  Me giré hacía él, completamente hechizada por el momento. Azul contra azul, mirada contra mirada. Sus manos se posaron en mi cintura, ciñendo sus dedos en la tela de mi vestido. Yo subí las mías por sus hombros, deleitandome con sus marcados músculos, fijandome en su rostro. Al parecer se había afeitado porque no había rostro de que tuviese barba, sus labios entreabiertos, tan rosas y carnosos... Le daban un aire mas sensual si era posible, junto a la luz del atardecer que iluminaba su cara realzando sus atractivos rasgos. Trague saliva nerviosamente al ver como su mirada descendía desde mis ojos hasta mis labios, se estaba inclinando a mi encuentro, sentía su respiración chocar contra la mía, su mentolado aliento... Su embriagador aroma inundando mis fosas nasales, sus labios rozando los míos... De repente me separé de él tras entrar en razón. Íbamos demasiado rápido, además si le seguía el juego acabaría siendo como Melissa, una chica fácil. Y no, yo no era así. Aún era virgen y era de las pocas que pensaban que la perdería en una situación especial con la persona correcta.
Vi por el rabillo del ojo como Haynes se pasaba la mano por el pelo y suspiraba pesadamente. Su mirada fija en mí.
-¿Por qué haces las cosas tan difíciles, Melanie?

Promises and oath. (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora