Insomnio.

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Son las tres de la mañana y dueles tanto como hace una hora.
Querer dormir para no pensar y terminar muriendo entre recuerdos que viajan directos a mi cuaderno gracias a la luz de la lámpara que aún sigue encendida.
Acéptalo.

Los miedos no te dejan cerrar los ojos porque temes que ese rápido gesto sea lo mismo que girar la llave dentro de una cerradura oxidada. Se quedarían ahí amarrados como nudos que ni en el silencio impoluto de trescientas noches de insomnio más, lograrías desenredar.

Mente - PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora