Se encontró súbitamente en un abismo emocional.
Se preguntaba si el gatillo de su revólver apaciguaría el dolor
Se preguntaba si la vida había sido buena
Miraba cómo sus ganas de vivir se desvanecían poco a poco
Se encontró tirado.
Roto.
Había sido quebrantado poco a poco por las personas.
Se encontró en un punto sin retorno, un rompezabezas sin piezas.
Tal juguete roto que no tenía reparación.
Una noche sin luna, un día nublado.
En sus pensamientos no había alegría, solo dolor que los demás habían causado.
Un jardín sin flores, una manzana podrida.
Su alma había cedido.
¿Acaso había perdido su razón de vivir?
Destruido, hecho pedazos.
Sin embargo, sus problemas terminarían con un balazo.
En la decisión de la vida, el tiempo
Se había vuelto abstracto.
Entre los segundos y las horas su cabeza redundaba en un espiral emocional.
Jaló el gatillo.
La sangre escarlata que emanaba su cabeza parecía agua de manantial.
Por fin había huído de sus problemas, por fin tenía paz.
Había estado tan roto que las palabras poco podían explicar.
Con la alfombra cubierta en rojo vino, y su cabellera destrozada, terminaban sus últimas miradas.
Terminaba el dolor de seguir viviendo.
Y poco a poco, ya se encontraba muerto.
Había conseguido la salida del lugar, ahora su cuerpo, estaba roto de verdad.
