Estaba contemplando el firmamento fijamente, pareciera que podía contar cada estrella que veía.
Una voz un poco tenue pero firme de su amigo, quién lo acompañaba en su afán le dijo:-¿Aún la extrañas?-
Suspiró y dejó ir mil emociones ahogadas en el aliento.
La extraño como lava incadescente en mis labios.
La extraño con más fuerza que toda la que podría provocar el universo.
Suelo verla en las estrellas. Por eso las cuento, cada una, es un día sin ella.
Está ahí, impercebtible, un fantasma que me acosa pero jamás se va.
La extraño como si yo fuera la orilla llena de arena y ella el océano, la necesito.
Estaría mintiendo si te digo, que no la necesito como agua, como oxígeno.
La extraño, y la recuerdo como si fuera ayer, el día en que se fue.