CAPÍTULO XXIV

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   La bendición de Dios

35. Pero ¿qué es esto y qué misterio hay en ello? He aquí que tú, Señor, bendices a los hombres para que crezcan y se multipliquen y llenen la tierra. ¿Es verdad que no nos indicas nada con esto, a fin de que entendamos algún tanto por qué no bendijiste igualmente la luz, a la que llamaste día, ni el firmamento del cielo, ni a los luminares, ni a las estrellas, ni a la tierra, ni al mar? Yo diría que tú, nuestro Dios, que nos has creado a tu imagen, yo diría que tú quisiste otorgar propiamente este don de bendición al hombre, si no hubieras bendecido también de este modo a los peces y cetáceos, para que creciesen, y se multiplicasen, y llenasen las aguas del mar, y se multiplicasen las aves sobre la tierra.

Asimismo, diría que esta bendición pertenece a aquellos géneros de cosas que, engendrando de sí mismos, se multiplican, si la hallase también en los arbustos, frutales y bestias de la tierra. Ahora bien, ni a las hierbas y plantas ni a las bestias y serpientes se ha dicho: Creced y multiplicaos, no obstante que también todas estas cosas aumenten y conserven su especie engendrando, como los peces, las aves y los seres humanos.

36. ¿Qué, pues? ¿Diré, ¡oh Luz mía, oh Verdad!, que huelga esto y que ha sido dicho en vano? De ningún modo, ¡oh Padre de la piedad!; lejos esté de tu siervo que diga semejante cosa de tu palabra. Y si yo no entiendo lo que quieres significar con esta expresión, usen de ella mejor los mejores, esto es, los que son más inteligentes que yo, cada cual según el saber que tú le hayas dado. Sea, pues, agradable ante tus ojos mi confesión, por la que te confieso, Señor, mi creencia de no haber tú hablado así en vano.

Ni tampoco callaré lo que se me ocurriere con ocasión de esta lectura. Porque ello es verdad y no veo nada que me impida entender de este modo los relatos figurados de tus libros, pues sé que lo que es entendido de un solo modo por la mente puede ser expresado de muchos por el cuerpo, y lo que se expresa de un modo por el cuerpo puede entenderse de muchos por la mente. Sirva de ejemplo la simple noción de amor de Dios y del prójimo, con cuántos misterios y con cuántas lenguas, y en cada lengua, de cuán infinitos modos es enunciada corporalmente. Así es como crecen y se multiplican los embriones de las aguas.

Atiende nuevamente, cualquiera que seas tú el que esto lea; he aquí que de un solo modo presenta la Escritura y la voz pronuncia: En el principio creó Dios el cielo y la tierra. ¿Por ventura no es cierto que puede entenderse esto de muchos modos, no por falacia del error, sino por los diversos géneros de interpretaciones verdaderas? Así es como crecen y se multiplican los gérmenes humanos.

37. Y así, si entendemos las mismas naturalezas de las cosas no en sentido alegórico, sino propio, conviene el pasaje creced y multiplicaos a todas las cosas que son engendradas de semillas; pero si las tratamos en sentido figurado —lo que creo más bien que fue lo que intentó la Escritura, que no en vano atribuye esta bendición a solos los gérmenes de los animales acuáticos y de los hombres—, hallaremos ciertamente multitudes, tanto en las criaturas espirituales y corpóreas como en el cielo y la tierra; tanto en las almas justas y pecadoras, como en la luz y las tinieblas; tanto en los santos autores por quienes nos ha sido suministrada la Ley, como en el firmamento colocado entre las aguas; en la sociedad de los pueblos amargos, como en el mar; en el cielo de las almas pías, como en la tierra seca; en las obras de misericordia, según la vida presente, como en las hierbas seminales y en los árboles frutales; en los dones espirituales manifestados para utilidad, como en los luminares del cielo, y en los afectos formados por la templanza, como en el alma viva. En todas estas cosas hallamos multitudes, abundancias y aumentos; pero el que de tal modo crezca y se multiplique que, siendo una cosa sola, sea enunciada de muchos modos y que una sola enunciación sea entendida de muchas maneras, no lo hallamos sino en los signos corporalmente expresados y en las cosas inteligiblemente concebidas.

Por generaciones de las aguas entendemos los signos corporalmente expresados por causa de nuestra profunda corporeidad; y por generaciones humanas entendemos los conceptos inteligiblemente concebidos por la fecundidad de la razón.

Y ésta es la causa por qué hemos creído que a uno y otro de estos géneros les ha sido dicho por ti, Señor: Creced y multiplicaos, porque por esta bendición entiendo que nos ha sido concedida por ti la facultad y poder para expresar de muchas maneras lo que hubiéramos entendido de una sola, y de entender de muchos modos lo que leemos enunciado oscuramente de un solo modo. Y de esta manera es como se llenan de peces las aguas del mar, que no se mueven sino por los diversos signos corporales, y así también es como se llena la tierra de seres humanos, cuya aridez estimula el afán de saber bajo el control de la razón.

LAS CONFESIONES DE SAN AGUSTÍN IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora