Yukatas y kimonos.
Youkai, Yakuza/mafia, Yeso (por lesión)
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(Youkai)
Gato sin cola
•〰• ✡ •〰•Recuerda la primera vez que lo vio.
Tenía 8 años cuando su madre había decidido separarse de su padre al saber que éste le era infiel. Algunos podrían decir que no era la gran cosa y que podían arreglarlo y claro que lo intento, porque lo amaba, a él y a su hijo. No quería que su pequeño se quedara sin padre, así que lo perdonó. Más aquella vez fue diferente, porque no sólo le había sido infiel, sino que también la había traicionado, engañándola con su mejor amiga, su casi hermana.
Tuvo suficiente y decidió dejarlo, yéndose de Rusia y volviendo a sus raíces, Japón. Porque si, ella era japonesa. Había conocido a su ahora ex esposo en un viaje que este había hecho a Osaka, donde ella nació. Sin embargo, ella no volvió allí si no que ahora vivían en Hasestsu y eran amigos de la familia Katsuki. No hablaba mucho con su padre, sólo con su abuelo, Nikolai Plisetsky. Realmente extrañaba mucho a su abuelo y sus Pirozhkis, aunque el Katsudon que hacía la señora Katsuki no estaba para nada mal, era su comida favorita aquí en Japón.
Regresando al tema.
Era primero de Marzo y su cumpleaños número nueve. La familia Katsuki quiso celebrarlo y le hicieron una pequeña fiesta en Yutopia. Todo era muy ameno y realmente lo estaba disfrutando. Aunque no podía evitar estar algo decaído, porque esa seria la última convivencia con Yuri Katsuki antes de que este se fuera en un par de días a estudiar al extranjero. Puede que al principio no lo tolerara y es que se llamaban igual, detestando que le pusieran "Yurio" para evitar confusiones. Pero debía admitir que con el pasar del tiempo le empezó a tomar cariño a ese Katsudon con patas, algo así como un hermano mayor.
Entre risas y juegos, la celebración terminó y él pronto se encontró en su habitación. Casi sería media noche y su mamá ya estaba dormida, pero él aún no tenía sueño, es más, tenía un extraño impulso de salir de su casa, así que lo hizo.
Salió al jardín. La luna llena iluminaba todo a su alrededor, dándole un toque mágico, haciéndole sonreír, hasta que tuvo la extraña sensación de ser observado. Miró hacia todos lados, pero nada. Pensando que lo mejor sería irse a dormir, Yuri dió media vuelta en dirección al interior de la casa, fue cuando un pequeño movimiento captó su atención.
Acercándose a los arbustos, algo se movió haciéndole saltar.
Aspiro aire y luego lo soltó suavemente para calmarse, y volvió a investigar. Cuando estaba a punto de mover los arbustos, algo salió fuera haciéndole brincar nuevamente y voltear hacia atrás, donde un pequeño gato apardado lo observaba.
El niño lo observó y el gato le regresó la mirada. Ninguno se movió hasta que el pequeño rubio decidió que quería acercarse. Fue dando pasos en su dirección y el felino retrocedió.
— Tranquilo — Yuri sonrió para calmar al animal —. No te haré nada malo.
El felino dudoso comenzó a acercarse al pequeño y cuando se dio cuenta que no le haría daño, se dejó acariciar. Yuri se sintió feliz por ello. Él amaba a los gatos, mas el único que había tenido, había muerto después de que su vecina le echara agua hirviendo. Cómo había sufrido cuando eso pasó. Lloró la muerte de Potya por semanas, quizá hasta meses. Odio a la vecina y sin duda mereció lo que le pasó.
— ¡Oh cielos! ¿Qué le pasó a tu cola? — el pequeño exclamó horrorizado al ver el lugar donde debería estar esa parte del felino, se encontraba cubierto de sangre seca — ¿Quién pudo hacerte esto? ¡Es horrible!
Sin pensarlo, el pequeño rubio tomó al gato entre sus brazos y lo llevó al interior de la casa. Fue directo al baño. Puso al animal en el suelo y fue en busca del botiquín.
— Se que esto dolerá, pero por favor resiste.
El felino se limitó a observar lo que hacía el humano, sin quejarse, aún cuando el niño limpió su herida con el agua de ese bote azul. No iba a decir que no le dolía, pero era soportable. Además, el humano le estaba ayudando... nadie lo había hecho.
— ¡Listo! — el pequeño sonrió con orgullo cuando terminó de colocar la venda en lo que quedaba de su cola — Creo que esto será suficiente por el momento — Yuri acercó su rostro al del gato y acarició su nariz con la suya para después rascarle las orejas —. No sé cómo alguien puede hacer cosas tan crueles ¡Es horrible! — hizo un puchero completamente molesto, pero luego sonrió al pequeño animal — Pero no te preocupes, ahora estás a salvo y no dejaré que te vuelvan a hacer daño. Lo prometo y yo cumplo mis promesas.
El felino observó curioso al pequeño humano. Estaba siendo amable aún sin ganar nada. Quiso alejarse, pero la suave caricia en su cabeza y la sonrisa en los labios del pequeño, no lo dejaron. Algo en el niño llamaba su atención, por eso lo había seguido cuando salió de aquella casa y lo había llamado para salir al jardín tan noche.
Algo le atrajo de él, y no quería alejarse.
«Yo también prometo protegerte»
Al día siguiente el gato ya no estaba, pero volvió dos días después, cuando Yuri Katsuki partió a Estados Unidos.
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.Yuri Plisetsky, con quince años, aún recordaba cada detalle de aquella noche. Era un recuerdo que atesoraba, pues fue el día que conoció a su mejor amigo y por qué no, su primer y único amor.
— Yura.
— ¿Cazando ratones o por qué llegas tarde?
Sin molestarse en mirar hacia atrás al recién llegado, Yuri siguió observando la vista desde el castillo de Hasestsu. Había un festival en conmemoración al inicio de la primavera, por lo que había bastante gente, muchos puestos. Todo estaba lleno de color. Había de todo. Y ese era el motivo por el que ahora se encontraba usando una Yukata femenina, sí, femenina. Todo fue idea de Mari Katsuki, ya que no había una masculina a su medida, y se suponía que los japoneses eran pequeños.
— En realidad estaba asustando a algunas personas — el muchacho moreno y algo más alto que Yuri, comentó, acercándose a su lado y admirando la vista.
Yuri sonrió intuyendo quienes eran esas personas.
— Luces bien. Esa Yukata te queda excelente — se giró a mirarlo completamente satisfecho con su elección —. Estoy muy complacido que esté en una pieza. Hubiese sido desastroso que la rompieras antes de llegar al festival, Beka.
— Sabes que no lo haría — el muchacho respondió, mirando al rubio con una sonrisa.
— Eso espero — Yuri le devolvió la sonrisa y poniéndose de puntitas, acarició la cabeza ajena, haciendo que un par de orejas cafés se asomaran.
— Te encantan mis orejas ¿No? — ambos comenzaron a avanzar.
— Sabes que me encanta todo de ti, Otabek — comentó entrelazando los dedos de sus manos con los del mayor —. Pero me siento especial al saber y poder comprobar que soy el único que puedo sacar ese lado de ti — se puso en frente de él y poniéndose de puntas, acercó su rostro al ajeno — y el otro lado también — estaba por separarse, cuando el mayor lo sujetó de la cintura, pegándolo a su cuerpo haciéndole soltar un gemido ante lo sorpresivo, pero no se contuvo en sonreirle coqueto.
— Si sabes que puedes hacer — le dijo sobre sus labios —, no deberías provocarme, Yuri — lo besó y el menor correspondió gustoso. Cómo le encantaba este hombre... O gato.
— Me gusta hacerlo — Yuri comentó coqueto y luego se separo, para volver a entrelazar sus dedos y seguir caminando.
Tal vez estaba mal lo que hacían, tal vez estaba prohibido e iba contra las reglas, pero él era Yuri Plisetsky, y él no seguía las reglas. Le gustaba conseguir todo lo que quería y no se rendía hasta obtenerlo. Quería a Otabek y le valía mierda lo que los otros pensaran.
Porque no le importaba seguir a ese Yōkai al mismísimo infierno y por toda la eternidad.
Otabek era un estúpido gato sin cola, pero su sexy y estúpido gato sin cola. Aunque no es como que la necesitara cuando otra cosa se levantaba entre sus piernas.
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Historias de un gato y un oso.
FanficPequeñas historias sobre la pareja OtaYuri (Otabek Altin y Yuri Plisetsky) del anime "Yuri!!! On ice" en conmemoración a la OtaYuri latin week, del 21 al 27 de agosto. Ninguna historia tiene relación con otra. Son totalmente independientes. •~•~•~•...