Historias de un gato y un oso.

Día 7

Imaginación:
Ilegal, inspiración, ideal.
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(Todas)

El reino donde la magia está prohibida.

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A través de los años se han contado miles de historias sobre este mundo. Desde las historias que nos hicieron avanzar como humanidad y sociedad, hasta historias que relatan la vida de criaturas fantásticas; hombres lobo, dragones, unicornios, sirenas.

Se dice que con el paso del tiempo y el avance tecnológico y científico, estás historias quedaron atrás, siendo olvidadas. Pero hoy, estás a punto de escuchar una de ellas.

La historia que voy a contarte habla sobre un mundo mágico, con criaturas fantásticas; extraordinarias, pero centrándonos en un lugar donde la magia está prohibida y nuestros protagonistas, están muy cerca de ella.

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Otabek no era de esas personas que podías sacar de quicio tan rápido. Él era muy paciente con todos y trataba de mantener un actitud serena, estoica; era casi imperturbable, pero a pesar de ello, seguía siendo una persona y las personas a veces tienen días bajos y para Otabek, éste era uno.

Se había levantado cuando el sol aún no salía, había hecho sus deberes y a penas el sol se asomó, fue en busca de Jean Jaques, o mejor conocido como el rey JJ, y para Otabek, como el idiota de su amigo, porque si, Otabek, era amigo del rey de aquel reino, lo ayudó a hacer sus deberes personales y ambos partieron a las afueras del reino con un acompañamiento de cinco hombres más. Tenía su paseo de rutina y su juego de caza, además de un entrenamiento que les esperaba al regresar. Debió suponer que nada saldría bien desde el momento en que termino con lo pies enredados en aquella hierba y recibió un feo golpe en el muslo. Desde ese momento su día se fue al carajo; caídas, mierda de los establos, perseguir a los caballos y ahora tratando de quitarle su bolso a ese vándalo enmascarado. 

— ¿Al menos podrías no burlarte de mi mientras trato de atraparte? — gruño frustrado, tratando de alcanzar al pequeño mapache, quién hizo una especie de sonido de burla y subía al árbol. Volvió a gruñir, pero más fuerte.

— Parece que alguien está teniendo un mal día — parpadeo al escuchar una voz femenina y se puso en guardia — jajaja no es necesario hacer eso — una suave risa se escuchó y de inmediato su bolsa cayó a su lado, lo que lo hizo mirar hacia arriba, justo a tiempo para amortiguar la caída de alguien — Hola, Beka.

— Yuri — susurró sorprendido al toparse con esos conocidos ojos aguamarina.

— La misma — la chica sonrió alejándose de Otabek y recogiendo la bolsa —. Toma — le sonrió dándole el objeto.

— Gracias — murmuró tomando el objeto entre sus manos — ¿Qué haces aquí, Yuri? No me digas que estabas en el árbol.

— Mmm no te lo diré entonces — sonrió desviando la mirada y jugando con su equilibrio abalanzándose adelante y atrás sin despegar del todos pies del suelo.

Otabek sonrió al mirarla.

Yurisa o simplemente, Yuri. Una pequeña muchachita rubia que conoció hace ya unos meses, a quien había encontrado en el bosque, de noche, siendo rodeada por una manada de lobos. Aún desconoce que hacía ella ahí y que lo llevó a él a ir al bosque de noche en tiempos de no guerra. Lo único que supo, fue que al momento de ver sus ojos aguamarina, ya no pudo alejarse de ella.

— Entonces — la chica apretó los labios y miró a Otabek —... ¿Qué hacías aquí? Ya es algo tarde para que andes en el bosque.

Un suspiro escapó de sus labios al tiempo que comenzó a avanzar, seguido por la rubia.