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Sin duda, para Jiyeon había sido un trabajo complejo y exhaustivo ocultar a Changkyun cada que el sol apareciera por la ventana. No quería que sus padres se enteraran del sorpresivo giro en su vida. Dudaba que le creyeran porque era difícil que alguien en su sano juicio entendiera lo que estaba sucediendo. Ni siquiera ella lograba asimilarlo por completo.

Era verdad que había disfrutado plenamente de la buena compañía que Changkyun le ofrecía. Pero era un reto extremo tenerlo merodeando por la casa durante el día cuando llegaba el fin de semana. Se había quebrado la cabeza para encontrar una solución creíble y llegó a la conclusión de que Changkyun podía ser un simple chico al que conoció en una salida e hicieron una conexión por lo que ahora la visita con frecuencia.

Sus padres respondieron de forma bastante positiva, se encontraban felices de ver a su hija socializar, pues se le daba fatal. La mayoría de sus amistades eran efímeras y las citas con los chicos un desastre. Les agradaba la idea de alguien aceptando la obsesión de Jiyeon.

La noche estaba a punto de caer y el cielo se había pintado de tonos naranja, celeste y morado, y las nubes parecían pintadas con una brocha. Él sentía el tiempo pisándole los talones, por lo que se apresuró a salir de la casa y se escondió en un arbusto que estaba cerca del jardín principal.

Esa se había convertido en su rutina.

Al momento en que Changkyun volvía a su forma, la chica salía de la casa para recoger al ahora muñeco que quedaba escondido entre el hierbajo y después lo llevaba hasta su habitación. Al inicio fue algo demasiado extraño, sin embargo, ella se había tenido que hacer a la idea de que su enamoramiento por él debía ser meramente platónico. No era ni la mitad de humano y aunque él fuera tierno y atento con ella, entendía que esa era su misión. No se podían involucrar sentimientos.

—Yeonie —la voz profunda y cantarina del chico sonó cerca del oído de la chica. Ella estaba envuelta en un sueño profundo. Él estaba acostado en la cama justo a su lado, muy cerca de ella. Acarició su cabello y susurró su nombre al oído para que despertara. El reloj marcaba las siete de la mañana y sabía que si no se levantaba, llegaría tarde a clase.

Jiyeon se quejó, molesta de que su sueño fuera interrumpido, se cubrió completamente con la sábana para dormir más. Sin embargo, Changkyun se esforzó el doble para hacerla despertar.

—Yeonie, ¿qué es esa mancha roja en la cama? —preguntó con diversión mientras la sacudía un poco. La chica se incorporó de inmediato en la cama. La cara roja de vergüenza.

—¿Qu...qué?

—Oh, que tierna te ves cuando tartamudeas —sonrió, achicando los ojos. Le había picado las mejillas con sus dedos y ella sintió que su corazón latía un poco más rápido que de costumbre —. Era broma. Pero si no te levantas ahora, llegarás tarde a la universidad.

El semblante de vergüenza y sonrojo, se transformó en una de molestia en un pestañear, pero Changkyun no se sentía intimidado. Al contrario, le causaba ternura. Él sabía mucho de Jiyeon, ni siquiera ella se lo podía imaginar. Incluso la había visto en ropa interior, pero era algo que no pensaba decir en voz alta, no al menos hasta sentirse más cercano a ella.

La chica aturdida en sus emociones, se limitó a enseñarle el dedo medio y se bajó de la cama para alistarse. Changkyun sonrió con satisfacción cuando se retiró en dirección al baño y se acomodó en la cama para esperarla con paciencia.

Se había hecho costumbre que él siempre fuera a dejarla al colegio y pasara a recogerla. Por lo que solía salir por la ventana con cuidado y tocaba la puerta principal para evitar causar problemas a la chica. Después de todo, la razón por la que se había convertido en su forma humana era justamente por ella.

El nombre de Jiyeon había estado corriendo por todo el salón y probablemente por los pasillos de la universidad. La mayoría de sus compañeras de clases no podían creer que una chica como ella tuviera a su merced a un tipo como Changkyun. Y no era que ella fuera poco atractiva, pero por algún motivo su pasatiempo se había convertido en su rostro principal. Era lo único que sobresaltaba en ella. Todos los que la rodeaban habían dado por sentado que quedaría soltera y con muchos gatos. Aunque, para ser sinceros, incluso ella pensaba que ese sería su final, pues el único chico que se esforzaba por ella ni siquiera podía ser un chico normal.

De forma automática, Changkyun se despidió de ella con un beso en la frente y una cálida sonrisa. Jiyeon se dirigió adentro del campus y una vez más, las chicas que estaban cerca de ellos cuchicheaban sobre la demostración de afecto.

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—Agh, es tan frustrante tener tantas miradas encima —comentó JiYeon con incomodidad mientras caminaban por las calles tranquilas de la ciudad. La hora de la salida era aún más frustrante, porque era donde más alumnado transitaba por todos los rincones de la universidad.

—Eso sucede cuando sales con un tipo como yo —respondió un juguetón Changkyun. Ella viró los ojos y golpeó con sutileza su hombro —. ¿Quieres que te compre un helado? —cambió de tema, mientras sacaba dinero del bolsillo de su pantalón. Ella levantó las cejas, expectante y divertida.

—¿A quién asaltaste?

—A ti —confesó burlón con una sonrisa —. Había dinero en el buró cerca de tu cama —Jiyeon volvió a golpear al pelinegro pero esta vez con más fuerza. Él esquivó el golpe, tomando sus muñecas con una mano. Una de ellas la pasó por la espalda de Changkyun —. Así está mejor —sonrió con suficiencia.

El rostro de Jiyeon se tiñó con facilidad de rojo. No podía evitarlo, ni ocultarlo por más que quisiera. La vergüenza la acechaba de pies a cabeza, por lo que escondió su cara en el pecho de Changkyun, como si eso pudiera ser un remedio. Sin embargo, cuando sintió el cuerpo de él vibrar en su rostro, quiso que la tierra se la tragara. Se estaba burlando de la rapidez que tenía para sonrojarse.

—Eres un maldito ladrón —dijo Jiyeon cuando los dos tenían el helado en sus manos. Habían hecho su camino a una de las mesas en pareja que tenía el establecimiento. Changkyun había pagado con una sonrisa brillante, mientras ella veía sus ahorros partir con dolor.

—Técnicamente no lo soy. Ya sabes, lo tuyo es mío —explicó. Le gustaba molestarla, porque entonces él diría algo dulce y ella terminaría con sus mejillas y orejas rojas. Así funcionaba la dinámica y para él era un placer ser el dueño de sus sonrisas.

—Sí, sí, lo que quieras.

Jiyeon cedió, porque ya había entendido el patrón que manejaba Changkyun. Si caía una vez más, no se lo perdonaría. Ya era mucho esfuerzo tener que controlar sus latidos y también sus ojos, que no dejaban de maravillarse al ver la belleza que exudaba el chico. El muñeco.

Cuando llegaron a casa, Changkyun fue corriendo al dichoso arbusto que estaba cerca de los rosales que amaba la madre de Jiyeon. Él siempre cuidaba de no espinarse por accidente. La chica lo vio marcharse y sintió pena. Pena por ella.

Si tan solo pudieras quedarte conmigo para siempre... Ya no me sentiría tan sola.

ken doll ; im changkyun ; EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora