✨005✨

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La noche cayó con mucho pesar. El pequeño foco en la habitación de Jiyeon iluminaba levemente el lugar. Changkyun había vuelto a su forma de muñeco y estaba acomodado con cuidado en la gran cama infestada de otros tantos peluches. En esta ocasión, él no podía detener las lágrimas de ella, ni consolarla. Se sentía inútil en esa forma y se comenzaba a culparse a sí mismo por no ser capaz de apoyarla por completo.

En el rincón, donde ni la luz artificial ni de la luna le alcanzaba, se encontraba ella. Sus piernas flexionadas tocaban su rostro y la frente estaba apoyada en sus pálidas rodillas que tenían algunas heridas de guerra remontadas en su infancia. La habitación colorida estaba llena de sollozos, habitación que paradójicamente no se encontraba de esa forma. La abrazaba con calidez el sentimiento de soledad.

Recuerdos de su infancia comenzaban a llegar de golpe, derribándola de poco a poco. No se suponía que Kihyun llegara en ese momento. Ni nunca. Después de unos años él había quedado olvidado y desterrado de la vida de Jiyeon. Pero esa tarde, cuando él con una sonrisa socarrona y una mirada oscura le saludaron, comprendió que la situación se había salido de sus manos, otra vez. Sintió que la bilis le había subido hasta la garganta y el sabor amargo en la boca no la dejaba en paz. No, nunca se curó, olvidó, ni sanó esa herida.

La estrepitosa alarma del canto de un gallo resonó con fuerza en la habitación como si de unas grandes bocinas se trataran, pero ella estaba demasiado agotada como para escuchar sonido alguno. Ni siquiera un cabello se removió.

Changkyun tomó a tientas el celular en sus manos y presionó cualquier botón para silenciarlo. Se frotó los ojos con pereza y echó su cabello hacía tras con sus manos. Sus ojos se posaron en la durmiente Jiyeon, quien al fin parecía estar tranquila. Una de sus manos se dirigieron al rostro de ella y las pasó por sus hinchados párpados y masajeó con cuidado y delicadeza para no despertarla. Después le hizo el cabello a un lado para que no se le tapara la frente. Quería que esa paz le durara un rato más.

Sin embargo, el rostro de ella se contrajo repentinamente, Changkyun se asustó por el sobresalto. No se había percatado que en un pestañear ella estaba sudando. Algunas gotitas le escurrían por las sienes y la frente, el cuello también estaba húmedo. Sus ojos se apretaron con fuerza y segundos después lanzó el grito más desgarrador que Changkyun hubiese escuchado antes. Seguido de eso logró despertar, agitada. Sus mejillas estaban inundadas de lágrimas.

Changkyun la vio completamente paralizado. En el tiempo que llevaba de conocerla, jamás había sucedido algo así. Ella lucía aterrada. No sabía qué debía hacer, así que sus instintos fueron los que se encargaron de tomar el control.

Con sus largos dedos quitó cualquier rastro de lágrimas que remojaban su rostro empapado en sudor y la acercó a él en un abrazo. Ella acomodó su rostro en el hueco que se formó de su cuello y sin quererlo, mojó esa parte sensible. Changkyun sintió algo extraño formándose dentro de él, pero no le dio importancia. Su prioridad en esos momentos era ella.

—¿Quieres ir al colegio? —preguntó cerca del oído de Jiyeon. Ella sorbió su nariz y segundos más tarde movió la cabeza en negación. A él le causó cosquillas el movimiento de su cabello en la barbilla —. ¿Quieres intentar dormir?

Volvió a negar.

No tenía ánimos de nada. Quería estar en esa posición con él por un largo rato con la esperanza de que sus preocupaciones se fueran lejos de ahí. Él se quiso acomodar mejor, pero Jiyeon pensó que quería zafarse del agarre, por lo que llevó una de sus manos a las caderas de él, aferrándose fuerte. No quería separarse. No quería estar sola otra vez. Nunca se había sentido tan segura y protegida en los brazos de alguien como lo estaba con él.

—Entonces... ¿qué quieres hacer? —preguntó de nuevo. Se había inquietado por el suave toque de sus dedos. Estaba lejos de comprender aquella sensación, pero se encontró a sí mismo gustándole. Tampoco quería soltarla.

Jiyeon no contestó de inmediato. Esperó hasta que sintió que sus ojos ya no tenían lágrimas, hasta que se sintió vacía.

—Cántame —la respuesta le tomó por sorpresa. No estaba seguro de poder llevar cabo tal petición porque nunca había cantado y temía hacerlo fatal. Aparte, no sabía de canciones en absoluto. Aún así, intentó pensar en algunas melodías que ella solía escuchar cuando él era un completo muñeco.

Recordó que había un álbum especial que ella solía poner en repetición y cantaba a todo pulmón esa canción en específico. Nunca se aburría de escucharla a diario. Es más, era su estímulo, pues le mejoraba el estado de ánimo. Así que con esfuerzo para acordarse de la letra, sus labios se abrieron para cantarle.

Mi adorada niña, no me mires de esa forma que me pones tímido. Miren esos bonitos hoyuelos, son realmente tiernos.

Niña preciosa, por favor mírame. No vueles sobre mí como el suave viento de primavera. Quiero quedarme contigo y amarte.

Eres como una flor, y yo suavemente me derrito con tu aroma. Por Dios, ¿qué debo hacer? Me gustas.

Mi endurecido corazón está floreciendo. Si tan sólo tus pasos vinieran hacía mí ahora, es de esa forma que nuestra primavera comenzaría.

Su tranquilizante y profunda voz, penetró con suavidad los oídos de Jiyeon. Sus ojos se habían cristalizado por la ternura que le había ocasionado la escena. Esa canción era una de sus favoritas y el simple hecho de que él supiera su debilidad, le había llenado de alegría.

Por un momento olvidó sus problemas, sus preocupaciones. 

Yoo Kihyun no había sido más que una mala experiencia en la vida de ella. Un error que debió preveer, pero ya no tenía caso reprocharse sus decisiones. Estaba viviendo el presente, no el pasado. Así que se dijo que ya no importaba su existencia. Su presente era Changkyun. Él era el único que valía la pena y esperaba que fuera así por mucho más tiempo.


ken doll ; im changkyun ; EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora