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Había transcurrido un mes desde que el muñeco Im Changkyun tomó forma humana y apareció entre peluches en la cama de Jiyeon. Tal vez no era mucho tiempo juntos, pero para ella era muchísimo más que un simple mes. Se había acostumbrado a su presencia diaria.

Las cosas entre ellos era una amistad única y especial. Y por supuesto que era especial, pues ella despertaba cada mañana con un susurro ronco al oído, la dejaba a las puertas de la universidad y la despedía con un beso en la frente, solía expresarse sin miedo a ser juzgada y mantenían con frecuencia el contacto físico.

Sin embargo, ¿así era una amistad con alguien del sexo opuesto? Ella quería creer que sí, pero mientras los días pasaban, su mente y corazón parecían tener una disputa sobre quien tenía la razón. Había llegado a la conclusión de que ya había perdido la batalla y que dejarse llevar por el momento sería lo mejor. Aunque anhelaba que alguien humano de pies a cabeza, tanto de día como de noche llegase a su vida para apartar esos sentimientos que comenzaban a nublarle el entendimiento.

Cada vez se estaba convirtiendo un suplicio el ver aquel rostro angelical todos los días. El mero hecho de mirarlo a los ojos le brindaba la paz que necesitaba, tenía el poder de que todo lo que se avecinaba, ya fuera bueno o malo, ella podría sobrellevarlo. Sentía que era un castigo divino tener a Changkyun a su lado, porque era como ir a un museo. Sólo observar, más no tocar. Y para ella, enamorarse de él era el error más grande que pudiera cometer.

Era jueves por la tarde, Jiyeon ya había terminado un ensayo pendiente y se dispuso a pasar un buen rato con Changkyun frente a la pantalla de su computadora. Habían discutido sobre qué película ver, por lo que terminaron eligiendo una película de Disney. Se dio cuenta de que no pagaron la suscripción mensual, por lo que recurrieron a un sitio web que proyectaba películas de baja calidad. No era lo ideal, pero no les importaba mucho.

Jiyeon volvió a tener un debate consigo misma. Se cuestionaba mil veces más el hecho de que la mayoría de las películas de Disney tuvieran un buen final feliz, mientras que ella no pudiera ser capaz de soñar con uno. Al final de cuentas era una simple película y su vida era real.

Con pesadez recargó su cabeza en el hombro de Changkyun, quién estaba sumamente inmerso en la trama de la película y no se había percatado del pequeño peso en su hombro. Ambos estaban en el sofá-cama que se encontraba en la sala, cubiertos hasta la cadera con una frazada por el repentino frío que se anunció de la nada desde la mañana. Alrededor de ellos había muchas envolturas de comida chatarra y dulces regados, pero ellos estaban absortos en otras cuestiones que no prestaron atención a ese detalle desastrozo.

El sonido de alguien tocando suavemente la puerta los sacó de la inmersión en la película. Jiyeon miró a Changkyun, ambos dudosos de la repentina visita. La familia era conocida por no querer gente en su hogar y se preguntaban quién podría ser. Estaba frustrada porque tendría que ponerle pausa al reproductor. El chico le sonrió y ella se levantó rumbo a la puerta, arrastrando los pies.

—Pero qué tenemos aquí, si es la maravillosa Jiyeon —escupió el chico frente a ella cuando la aludida abrió la puerta a medias. JiYeon abrió la boca, incapaz de procesar lo que sus ojos y oídos estaban captando. De pronto sintió que escuchaba más fuerte el latir de su corazón y que su respiración era irregular.

—¿Qu... qué haces aquí? —preguntó en un tartamudeo. Quiso sonar fría, dura, pero tenía miedo. Más miedo que un niño en una casa embrujada. Justo cuando las cosas comenzaban a marchar increíblemente bien en su vida, alguien debía hacer su aparición y arruinar el momento de felicidad que le costó forjar.

—¿Por qué tanto entusiasmo, Ji?

—No sé qué te hizo pensar que me alegraría verte —Intentó cerrar la puerta tras aquella oración, pero el chico fue más rápido. Estaba sujetando con fuerza la orilla de la puerta —. No estoy para juegos, Kihyun. Vete de mi casa —rogó.

—Oh, vamos Ji. Yo sí te extrañé mucho —sonrió, la malicia se filtraba con intención en cada palabra. El semblante de ella se había oscurecido, las lágrimas se estaban acumulando y las ganas de hacerse pequeña en la habitación comenzaron a incrementarse.

—¿No la escuchaste? No te quiere ver.

Se le hizo raro a Changkyun que Jiyeon se tardara más de lo normal en atender la puerta. Comprendió que la situación no era buena cuando las piernas de ella parecían flaquear en cualquier momento. Una alarma sonó dentro de él para salir al rescate. Mientras tanto, Kihyun encontraba diversión en todo. Estaba sonriendo de medio lado. Sus ojos se paseaban con descaro entre Changkyun y Jiyeon, disfrutaba de la incomodidad que crecía como espuma.

—¿Ya me remplazaste, Jiyeonie? —La forma en que pronunció el nombre de la chica sonaba tan desagradable que le erizó los vellos. Quería desaparecer.

No puede estar pasando, no puede estar pasando.

—No sé quién demonios eres, ni me importa saberlo. Haznos el favor de largarte de aquí—dijo Changkyun con enfado. Atrajó a Jiyeon con él, apretándola en su agarre y así poder cerrar la puerta de golpe.

Un grito de dolor proviene del otro lado de la puerta. Changkyun sonrió con malicia pero su rostro cambió de inmediato al ver cómo Jiyeon estaba empapada de lágrimas. Sollozaba, destrozada. Por instinto colocó sus brazos en su espalda y la cubrió con todo su cuerpo y calor corporal. Ella, al inicio dubitativa, aceptó tal gesto lindo de su parte.

Al cabo de unos eternos minutos, se recostaron nuevamente en el sofá-cama. La pantalla tenía la imagen congelada. Una película que no terminarían de ver al menos esa tarde. Estaban en silencio, ella recargó su cabeza sobre el pecho de Changkyun y él tomó con fuerza su mano. Le quería demostrar que no estaba sola, que podía confiar en él.

No tenía idea de quién era ese tal Kihyun ni qué le hizo a Jiyeon para ponerla en ese estado en un santiamén. Muchas cosas se le venían a la mente, pero no podía imaginar la magnitud de lo que ella tuvo que lidiar. Aunque una cosa sí estaba seguro, si él se atrevía a acercarse a Jiyeon de esa forma, en definitiva, él debía considerarse hombre muerto.

Nadie tenía el derecho de hacer llorar a su adorada Yeonie.

ken doll ; im changkyun ; EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora