04- Mátame de hambre

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Ni siquiera había sentido su presencia, la opresión en su pecho se intensificó tanto que lo hizo gruñir del dolor, miró las palmas de sus manos y estas comenzaban a tornarse oscuras. No tuvo más remedio que tomarla del brazo y arrastrarla prácticamente fuera de la vista de aquellas pobres almas e internarse en una casa a medio derrumbar.

Se quejó y una vez más el velo se reveló.

Se tocó el rostro con ambas manos sintiéndose preso de la desesperación, Ophelia no se quejó de la agresión a la que se fue sometida, tenía la mirada pérdida y no pudo sostener su intento de indiferencia.

Hambre se hacía tantas preguntas que no le hallaba sentido a ninguna, sobre todo el cómo fue que ella estando ciega fue tras sus pasos.

—¿Cómo me encontraste? —demandó saber con voz alta.

Ophelia dio un paso atrás frotándose la mano derecha sobre su brazo izquierdo en señal de nerviosismo, pero no había nada que pudiera responderle, no tenía excusas porque desconocía que era una.

—Lo siento.

Hambre suspiró.

—Estoy tan cansado —musitó mirando el techo.

La verdad es que no quería pensar, no quería analizar, no quería absolutamente nada. Ella fue clara en decirle que lo odiaba y esa clase de sentimientos era lo menos que podía tomar como suyo.

—No vas a dejarme, ¿verdad? —preguntó Ophelia con voz temblorosa.

Hambre suspiró, aquel "odio" sólo se trataba de la dependencia que ella tenía hacía él; se mordió la lengua porque él era el causante, si tan sólo le devolviera la vista.

Como si fuese capaz de hacerlo.

Ophelia frunció el ceño y el estómago le gruñó.

Hambre chistó, no hacía un par de horas Ophelia había comido y era algo imposible que ese sonido saliera de ella. La observó detenidamente y miró su rostro de cerca, de nuevo el estómago creaba una canción que él no podía evitar y tampoco había manera de calmar el torbellino dentro de su pecho.

La tomó de la cintura y Ophelia profirió un suave gemido.

—¿Por qué me haces esto? —inquirió Hambre en tono suplicante.

—Porque te empecinas en esconderme cosas. —respondió la susodicha.

—¿Crees que es algo fácil de explicar? —No cedió ante su agarre— No lo es, así que por favor para de darme problemas.

—Entonces para ti sería mejor que yo no existiera.

Hambre tenía los labios de Ophelia tan cerca e ignoró lo que había pronunciado; podía sentir su necesidad a la comida y eso estuvo a punto de cegarlo por completo, de no ser porque un ardor le carcomió los brazos y la soltó alejándose inmediatamente de ella.

Las melodías lúgubres de Ophelia [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora