Capítulo 7

20 7 7
                                    


Luego de la discusión Amapola se fue corriendo a su cuarto. Sentí que estaba exagerando, pero en ese momento no la conocía lo suficiente como para saber cuánto le afectaban las pequeñas acciones, y en especial las relacionadas con ese tema.

Angustiado, me recosté en el sillón. Intenté dormirme, pero no lo logré. Por alguna razón desconocida para mí, Amapola estaba en mi cabeza y no me dejaba conciliar el sueño. Di mil vueltas, me retorcí como lombriz, probé cincuenta posiciones diferentes, sin embargo, nada me calmaba.

Escuché el ruido de una puerta abriéndose y me levanté alarmado, pero mi estado se tranquilizó cuando vi a Amapola salir de su habitación. Se veía adorable con todo el pelo revuelto, no entendía por qué las mujeres se empecinaban en peinárselo.

—Ni una palabra —me dijo amenazándome con su pequeño y fino dedo—, hazme un lugar.

Obedecí. Ni bien se hubo sentado a mi lado, colocó su cabeza en mi cuello.

—No me gusta pelearme contigo —susurró.

—¿Por qué?

—No lo sé, creo que es porque eres especial para mí —sus labios rozaban mi cuello cuando hablaba, llevándome al cielo y haciéndome experimentar sensaciones que nunca había tenido el placer de conocer—. Tal vez —decía—, y sólo tal vez, es porque eres la primera y única persona con la que alguna vez me abrí.

—¿Cómo es eso posible si eres tan simpática y sociable?

Se encogió de hombros y suspiró.

Pasé mis brazos por su cintura y la acerqué hacia mí. Le besé la frente y comencé a acariciarle suavemente el pelo, había oído por ahí que a las mujeres las volvía locas (en el buen sentido) que les hicieran eso. Poco a poco, fue cerrando los ojos y, finalmente, se quedó dormida en mis brazos. Para evitar un momento incómodo a la mañana siguiente, la cargué como a una princesa y la llevé a la cama de mi cuarto.

Luego de arroparla con el edredón, me dediqué unos minutos a observarla con detalle. Sus rasgos faciales eran definidos, y los pude apreciar gracias a que había tirado para arriba su rubio cabello para que no le molestase. El color de su piel estaba más pálido de lo normal, lo que hacía que sus rojos labios resaltaran más todavía. Las pestañas que decoraban sus ojos eran largas y hacían maravillas en su cara. Manos pequeñas con uñas comidas estaban hechas puños a un lado de su cara.

Acaricié su cara para luego retirarme de allí. No estaba bien lo que hacía, ella se había enojado cuando le comenté el hecho de que quería besarla, no me imaginaba que hubiese pasado si de alguna manera se enteraba lo que en realidad pensaba de ella.

Volví al sillón para reintentar dormirme, pero Amapola seguía en mi cabeza. No me iba a mentir, era realmente atractiva, no era la mujer más bonita del mundo, pero había algo en ella que me cautivaba. Tal vez su extraña mente o su forma de ser conmigo, no lo sabía. De todas formas, tenía bien claro que no la iba a dejar ir por nada del mundo. A lo mejor, lo que sentía era una corazonada, pero la iba a seguir hasta el final, Amapola lo valía.

AmapolaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora