Durante esa semana casi no pudieron ver a sus padres. Aunque éstos estuvieron especialmente cariñosos se manifestaba una profunda tristeza en todos los miembros de la familia. Llegó el sábado y con su ayuda, resignados y cabizbajos, ultimaron los detalles antes de cerrar las maletas. Un coche oficial les recogería a las diez y les llevaría hasta Argos. Sus padres irían en otro coche directamente al Ministerio. El timbre de la puerta sonó. Se abrazaron, llorando, pero sin apenas hablar. Sabían lo que tenían que hacer. Era su coche. No les quedaba más remedio. Les dieron el último beso y partieron.
- Vuestro coche está en camino. Un funcionario del Ministerio os llevará hasta Argos. Esperad aquí. Os quiero, hijos – apenas pudo decir Ada, saliendo de la casa e intentando disimular su pena.
Los niños, ya solos, se miraron durante unos instantes sin decirse nada. Tenían los ojos enrojecidos y con algún pequeño brillo en ellos. Jorge rompió el silencio.
- Ele, aquí ha pasado algo. Lo descubriremos. Vamos a hacer caso de lo que nos han dicho. Acabemos de preparar nuestras cosas pues seguro que pronto nos vendrán a buscar.
Estaban cerrando sus maletas de mano cuando oyeron el ruido de una llave girando en la cerradura de la puerta de entrada de la vivienda. Alguien estaba entrando. Los hermanos, instintivamente, se dieron la mano y se quedaron quietos, como petrificados, esperando que algo pasara.
- Jorge y Lucía Jael, buenos días. Somos los encargados de llevaros a vuestra nueva casa - dijo en voz bastante alta una voz de mujer en tono muy formal.
Jorge tiró levemente de la mano de su hermana y se dirigieron muy despacio hacia el recibidor. Allí vieron a un hombre y a una mujer, ambos con trajes muy clásicos, como los que utilizan los encargados de las relaciones públicas de las grandes empresas. La mujer se adelantó y se presentó.
- Buenos días. Mi nombre es Eva. Soy funcionaria del Ministerio de Investigación, responsable del área de seguridad. Soy la asignada para llevaros a Argos. Iremos en el coche que está aparcado justo en la entrada. Manuel lo conducirá.
El hombre, que respondía por el nombre de Manuel, saludó con un "Hola" algo más amistoso que lo que habían escuchado hasta ese momento.
- ¿Tenéis todo preparado? - preguntó la mujer.
- Sí - respondió Jorge.
- Pero – interrumpió Lucía –, tenemos un pequeño problema. Me imagino que no lo sabréis, pero tenemos una gata. Nos la tenemos que llevar.
- Te equivocas, pequeña - contestó la mujer -. Tenemos la obligación de saberlo todo y sobre todo de tener contempladas todas las posibilidades, sin olvidar ningún detalle. La gata permanecerá aquí. Sólo es un animal. Una persona vendrá a ponerle su comida todos los días.
- ¿Comida? – preguntó Jorge -. Pero, ¿no os dais cuenta de que nuestra gata necesita algo más que alimento?
- Está ya decidido y planificado - cortó bruscamente Eva -. Vamos ya, Manuel. Coge las maletas y vamos al coche. Se nos hará tarde y llegaremos fuera del horario previsto.
- Sí, señora – respondió Manuel.
- Un momento – dijo Jorge -, tengo que ir al baño.
- Date prisa. Llevamos ya varios minutos de retraso respecto al plan previsto - apremió la funcionaria.
Con Jorge ya de regreso, el grupo se dirigió hacia la puerta de salida. Un coche oscuro, con las ventanillas tintadas, estaba aparcado justo delante de la casa. El chofer abrió las puertas traseras y les indicó que entraran. Eva también se introdujo detrás. Manuel metió las maletas en el maletero. Ocupó el asiento del conductor y sin mediar palabra alguna arrancó el coche.
- ¿Podemos parar, por favor? – dijo Jorge cuando llevaban unas tres horas de viaje.
El coche se detuvo en la primera gasolinera que encontraron. Los dos hermanos se apearon del coche y, acompañados por la mujer, se dirigieron hacia el cuarto de baño. Mientras que ella se quedaba fuera esperando, los dos niños entraron. Jorge, una vez finalizadas sus necesidades fisiológicas, se introdujo sin que le vieran en los aseos de mujeres, junto con su hermana que estaba a punto de salir.
- ¿Y si nos escapamos? No me huele nada bien esto. Esta mujer me pone muy nervioso.
- Pero, ¿a dónde podríamos ir?
- No se me ocurre, quizás podríamos vivir en algún bosque deshabitado y alimentándonos de frutos silvestres, de peces y otros animales.
- Pero JJ, aterriza "please" – replicó Lucía utilizando una de las pocas palabras inglesas que conocía -. No podemos arriesgarnos. Vamos a seguirles la corriente.
- Por cierto – añadió Jorge –, ¿te has fijado en una caja de cartón que yo traje cuando fui al baño, antes de salir de casa?
- Pues ahora que lo dices, es verdad. ¿Qué es?
- ¡Cómo que íbamos a abandonar a Vera! ¡Y un cuerno!
- ¡Qué guay, JJ! – exclamó su hermana con ese brillo de alegría que hacía días que no se veía en su cara.
- Jorge, Lucía, acabad ya. Tenemos que recuperar el retraso – se oyó desde el exterior.
Se montaron en el coche. Parecía como si además de haberse librado de lo que se puede suponer, hubieran tirado por el retrete la pena y el miedo que habían tenido hasta entonces: volvían a ser JJ y Ele.
El coche siguió avanzando por las cada vez más estrechas y empinadas carreteras que se dirigían al pueblo de Argos.
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JJ y ELE : La entrada a W.A.N.
AventuraLucia y Jorge, dos hermanos, se ven obligados a separase de sus padres, una pareja de famosos científicos. Gracias a su valentía, inteligencia y a sus dos nuevos amigos, Fran y Lucas, podrán resolver el apasionante misterio en el que se ven envuelt...