- ¡Hijos míos! ¿Sois vosotros?
- Mamá, tranquila – dijo Fran –. No hay nada grave.
- Pues menos mal – reaccionó la madre mirando los rasguños de Lucas, los codos arañados de Lucía y la nariz ensangrentada de Jorge, ya casi del tamaño de un pepino -. Primero venid conmigo y luego ya me contaréis.
Al cabo de una media hora ya estaba el grupo "arreglado" en el cuarto de estar. Lucas con las heridas desinfectadas, Lucía con dos vendas en los codos y Jorge con la cara lavada y una gran bolsa de hielo apoyada en su nariz.
Así estaba el panorama cuando Tom, el padre de Lucas y de Fran, apareció. Al entrar al cuarto de estar y ver el estado de los chicos exclamó:
- Alegría, ¿han venido así o ha sido la consecuencia del primer contacto con la alta montaña? - intentó bromear. Entonces saludó a los dos hermanos -. Hola, Lucía. Hola, Jorge. Yo soy Tom. Fran ya me ha contado que habíais llegado pero creo que se olvidó darme algún otro detalle, ¿no?
- No, papá. Esto ocurrió después de dejarte las cuerdas en la mina - contestó Fran un poco nervioso.
- Bueno, creo que estabais a punto de contar lo que os había pasado. Yo también estoy deseando enterarme - añadió Tom, sabedor de que algo tenía que ver en esto el hijo de los Carletti y que su padre iba a organizar un buen lío si, como era de suponer, su hijo había recibido bastante más leña.
Lucas empezó a narrar con detalle todo lo ocurrido, la provocación de Norman y de sus amigos, la defensa de Jorge y de Lucía y finalmente la agresión de Norman. Fran añadió el final de la historia.
Tom y Alegría se miraron. En justicia no podían reñir a sus hijos. Siempre habían enseñado a sus hijos a resolver los conflictos hablando, pero también les habían inculcado la legitimidad de la defensa. Tom tomó la palabra.
- Esto, ejem... - tosió –, creo que os habéis merecido... una buena cena. Propongo que os lavéis bien y que nos ayudéis a preparar la mesa.
Los cuatro chicos se dirigieron hacia el cuarto de baño dispuestos a hacer lo que les había dicho el padre de Lucas y de Fran.
Mientras que todo esto había ocurrido en la casa de los Uriel, Luis y Leal habían corrido sin parar tal y como les había ordenado Fran. Corrieron como no lo habían hecho nunca, motivados no tanto por la vergüenza de ir en paños menores sino por el miedo a una posible bronca de Norman si no se daban prisa en avisar a alguien para que le rescatara. Los dos amigos vivían en dos casas contiguas, junto a la plaza. Llegaron a toda velocidad, pasando por el lateral de la plaza entre las risas de los vecinos del pueblo que allí se encontraban.
- Mirad, chicos. Luis y Leal en un desfile de ropa interior - comentó un chico.
- ¡Cómo está la juventud! Son unos indecentes. ¡Que vergüenza! – comentó una de las ancianas.
Nada más que se pusieron otros pantalones, salieron a todo correr en dirección a la casa de los Carletti.
La familia Carletti vivía en una gran casa señorial de tres pisos rodeada de un enorme jardín, dentro del cual tenían una piscina, una pista de tenis y una parte dedicada a terraza para fiestas y barbacoas. La casa estaba situada en las afueras del pueblo, dirección noreste.
Al llegar a la casa coincidieron con la llegada del lujoso coche del señor Carletti. La gran puerta metálica de acceso se estaba abriendo accionada por el guardia de seguridad que estaba en la garita de entrada a la mansión.
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JJ y ELE : La entrada a W.A.N.
AdventureLucia y Jorge, dos hermanos, se ven obligados a separase de sus padres, una pareja de famosos científicos. Gracias a su valentía, inteligencia y a sus dos nuevos amigos, Fran y Lucas, podrán resolver el apasionante misterio en el que se ven envuelt...