Capítulo 3: Argos

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Argos era un pueblecito situado en la parte más alta de la sierra de Carrás. En los inviernos más crudos se podía encontrar aislado por la nieve durante varios días, sólo comunicado con el exterior gracias a la destreza de un camión-oruga. Una carretera zigzagueante, de escasa anchura, lo comunicaba con los otros pueblos del valle.

En Argos vivían aproximadamente trescientos habitantes, aunque en verano esa cifra se multiplicaba por tres, y una buena parte de los visitantes eran familiares de los habitantes del pueblo.

Tom y Alegría vivían en una de las casas más antiguas del pueblo. Era la típica casona antigua de alta montaña. En la planta baja se encontraban la despensa, el taller de herramientas, la bodega con un pozo interior ya en desuso, y la puerta de acceso al corral. En el primer piso se ubicaba la cocina, con su fogón de leña, el cuarto de estar con su chimenea y su bancada de madera, los dos dormitorios y el cuarto de baño.

La buhardilla servía para guardar el heno y los distintos alimentos que una vez recogidos se tenían que secar para su conservación. Se podían encontrar mazorcas de maíz, almendras, nueces, pimientos rojos y verdes y otra gran variedad de productos que se iban consumiendo a lo largo del año.

- Fran, ven un momento – le llamó Alegría.

Fran era el mayor de sus dos hijos. Tenía catorce años, aunque aparentaba alguno más debido a su gran corpulencia. Además de estudiar en la escuela del pueblo, ayudaba a su padre Tom en las tareas tanto de la mina como de los campos familiares. Porque Tom era ante todo minero. Había heredado de su padre una antigua mina, que hasta ahora sólo le servía para sacar unos cuantos sacos de carbón, que luego vendía en el mercado de Carrás. Escasamente sacaba dinero para reponer las herramientas que se iban gastando y para ir haciendo pequeños arreglos en la vieja mina y evitar que un día se hundiera. Su fuente principal de ingresos eran los campos de cereales aunque el día a día lo resolvían gracias a su huerto y a los animales del corral. Poseían abundantes legumbres, hortalizas, verduras y algún árbol frutal. En cuanto a los animales, el corral parecía el Arca de Noé. Había gallinas, conejos, cerdos, pavos, perdices, un burro, una cabritilla, una oveja y una vaca. En la casa había abundancia de huevos, queso fresco, queso curado y rica leche recién ordeñada. Las pocas cosas que les faltaban las compraban bien a vendedores ambulantes que llegaban a Argos varias veces a la semana bien en el pueblo de Carrás, donde había abundante comercio.

Fran acudió a la cocina, donde su madre estaba preparando la comida.

- ¿Me has llamado, mamá?

- Sí, hijo. Como ya os dijimos, hoy llegan al pueblo, a vivir con nosotros, los hijos de Daniel y Ada, los mejores amigos que tenemos y que jamás nadie podrá tener - dijo la madre con un tono de voz ligeramente emocionado -. Han ocurrido una serie de cosas en su vida que les han obligado a separarse de sus dos hijos. Se llaman Jorge y Lucía, pero les gusta que les llamen JJ y Ele. Tenemos que hacer que se encuentren entre nosotros a gusto y que no echen demasiado en falta a sus padres.

- No te preocupes – le tranquilizó Fran –. Ya le pondré un bozal a Lucas y... problema resuelto.

- No digas eso, tonto. Aunque la verdad es que te lo cuento primero a ti porque eres el mayor y prefiero que tu hermano Lucas no se entere hasta que lleguen. No vaya a ser que les prepare uno de sus "cálidos" recibimientos.

La señora Uriel le siguió explicando todo lo concerniente a sus nuevos huéspedes. Iban a dormir en la buhardilla, el chico en la habitación del lado oeste, justo encima de la de Fran y Lucas, que daba al corral. La niña dormiría en el antiguo palomar que Tom había limpiado, arreglado y pintado.

Una vez concluida la exposición de los detalles más relevantes, Fran bajó las escaleras hasta llegar al corral donde estaba su hermano.

- Lucas, ¿has echado de comer el pienso a las gallinas? - preguntó. No hubo respuesta.

JJ y ELE :  La entrada a W.A.N.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora