Capítulo 4: "Una de cal y otra de arena"

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 El coche oficial enfilaba las últimas curvas que daban la bienvenida al pueblo de Argos. El automóvil se detuvo justo cuando el chófer avistó al primer lugareño. El cristal de la ventanilla trasera descendió suavemente.

- Buenos días, señor. ¿Me puede indicar la casa de la familia Uriel?

- Sí señora, faltaría más. Vaya hasta la plaza siguiendo esta carretera, enfile la calle que sube más hacia el norte y la primera casa que aparezca a su izquierda es la de Tom Uriel. Es la que usted busca.

- Gracias. Manuel, ya has oído – ordenó.

Manuel, el chofer, siguió las instrucciones que le habían dado. Pasó la plaza y se detuvo justo delante de la puerta de la primera casa que encontró.

- Bajad, chicos. Manuel, saca las maletas – ordenó Eva.

Se apeó del coche y se dirigió hacia la puerta. Allí pulsó el botón del timbre que estaba justo al lado de la puerta principal de la casona.

Fue Alegría la que salió a abrir la puerta. No sin esfuerzo, girando la enorme llave, abrió el portón de madera que franqueaba su hogar. La puerta se abrió rechinando.

- La señora Uriel, ¿me equivoco? – preguntó con seguridad Eva.

- No se equivoca. Soy yo misma. Imagino que nos viene a traer a los niños, ¿no es así?- respondió Alegría.

- Por supuesto. Aquí le dejo a Jorge y a Lucía Jael. Y si está todo conforme, me hará el favor de firmar este documento de entrega realizado. Si lo desea puede leerlo antes de estampar su firma.

- No es necesario, señora - contestó Alegría -. Vamos a finalizar los trámites lo antes posible, pues los niños deben de estar muy cansados de tan largísimo viaje.

Alegría se había dado cuenta de la excesiva frialdad de la emisaria y que, además, los dos hermanos estaban cansados, tristes y asustados. Firmó el documento y sin perder tiempo se lo devolvió.

- Entonces, concluida mi misión, me despido. Suerte, chicos. Gracias, señora. Buenas tardes.

Eva salió por la puerta mientras que Manuel cogió las maletas y las depositó junto a la entrada de la vivienda. Les guiñó el ojo, medio a escondidas, y se montó en el coche.

El vehículo salió lentamente calle arriba, desapareciendo de la vista de la señora Uriel y de los dos hermanos.

- Hola, chicos. Me llamo Alegría. Casi no nos ha presentado esa señora tan amable – dijo bromeando –. Tú por supuesto eres Lucía. Eres igualita a tu madre. ¡Qué preciosidad! Y tú, claro, eres Jorge. Bueno, si no te importa te llamaré JJ como creo que hacen tus amigos. Lucía, eres clavada a Ada y tú, JJ, eres el reflejo de Daniel.

- Buenas tardes, Alegría – saludó Lucía.

- Hola – hizo lo propio Jorge.

- Pasad, por favor - prosiguió Alegría conduciéndoles hasta la cocina, escaleras arriba -. Más adelante os enseñaremos toda la que va a ser también vuestra casa. Pero ahora sentaros aquí- les dijo señalándoles una par de sillas que había junto a la mesa de la espaciosa cocina.

- Gracias, Alegría – contestó Jorge muy cortésmente.

Una vez que los niños se hubieron sentado, les preparó un buen trozo de pan untado con tomate y un gran pedazo de queso de oveja para cada uno. La verdad es que Jorge y Lucía tenían realmente hambre. Devoraron la comida como si no hubieran comido en varios días. Entonces, la buena de Alegría les empezó a hablar.

JJ y ELE :  La entrada a W.A.N.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora