♠ Lunes - Fantasía ♥

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Ugh tengo jetlag y un agenda horible para esta semana, lamento no haber podido escribir mas por culpa del cansansio - y, bueno, de mi procrastinacion leyendaria. Estoy de vuelta en Paris a salvo por lo menos, y llevando conmigo este OS super corto. Me he basado sobre la leyenda del dios Bishamonten, uno de los siete dioses de la fortuna (desafortunadamente para vosotros, no, no es un crossover con Noragami que ni siquiera he visto/leido). Adivined quien es quien aqui ;)

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Exhalo por última vez antes de caer al suelo, ambas manos sosteniendo su estomago para parar la sangre escapándose de la recién herida.

Había logrado subir los últimos escalones que conducían al tiemplo de su deidad, pero lo poco de fuerza que permanecía se había esfumado a medida que ascendía las alturas japonesas.

No podía superar más el dolor que corría por sus miembros, y se derrumbo sobre los azulejos del templo, que se manchaban rápidamente con el liquido carmín que se escapaba de su cuerpo.

Mirolo que había detrás de él tanto como podía, el cansancio impidiéndole mirar alrededor del campo de batalla. Se encontraba rodeado de cadáveres, soldados que habían fallecido y ahora yacían sin vida, sus ojos vacíos y armaduras manchadas con sangre y suciedad.

Solo le quedaba una ultima, única opción para salvarse de las garras de la muerte.

"Te invoco a ti, Bishamonten", murmuro intentando recuperar aire y lucidez, pero su visión se Sonia cada vez más borrosa y tenia dificultad para quedarse animado. "Por favor, ayudame. Te implora un soldado al borde la muerte; salva a mis amigos."

Se dijo que sus rezas no habían sido contestadas, ni siquiera que lo serian. Estaba perdiendo consciencia del lugar en el que se encontraba, de tanto como casi no noto la presencia de un ser quien apareció de repente ante él.

Por un momento, pensó que se trataba de un error, al ver este hombre por primera vez. El muchacho – por que de verdad así estaba –parecía demasiado suave, demasiado puro e inocente para conocer los asuntos de la guerra. Seguro que nunca había peleado ni una vez en su vida, ninguna cicatriz marcaba la piel dejada a la vista por su vestido. En vez de una armadura, como suponía que llevaría la deidad, estaba vestido con un yukata azul bordado con flores blancas como nieve. Sin embargo, llevaba en su espalda un arco y flechas, y un katana.

Sin duda ninguna, era él quien estaba frente a él, ofreciéndole una mano para ayudarle a levantarse. No había manera clara de explicarlo racionalmente. Otabek percibía el poder que vivía en sus venas. Estaba allí, en sus huesos y sus miembros, a flor de piel, en los puntos de sus dedos.

Bajo la luz del templo, sus irises marrones lucían rojos, pero un rojo que le recordaba más al sol del crepúsculo que a la sangre que muchos derramaban en su nombre; ojos abiertos y pacíficos. Estaban llenos de serenidad y curiosidad, y no del odio que se imaginaba que llevaría al verse invocado por tal humano tan débil en sus últimos momentos. Le miraban atentamente, con expectación.

Por fin se atrevo a hablar el soldado a pesar del dolor que le invadía.

"E- Eres Bishamonten?"

El hombre – o mejor dicho la deidad, asintió suavemente. "Así me conocen mis creyentes, soldado. O debería decir Otabek Altin, líder del Norte."

Le tomo por sorpresa que fuese enterada de su identidad, aunque fuera lógico dándose cuenta de su divinidad y de su gran conocimiento del mundo. "Pero, no es tu verdadero nombre?"

"Uno entre muchos otros. Cuando me llaman así los demás, es porque buscan fortuna, me piden suerte y protección al entregarme su cuerpo y alma en intercambio. Soy todas esas cosas, y tantas más... Y que deseas tanto tu, soldado, en tus últimos momentos?"

"Paz para mis hombres," contesto sin hesitación. "Que viva mi gente, mi familia, mis amigos; que sean a salvo del enemigo mientras no pisaré más esta tierra."

La deidad pareció pensar en lo dicho antes de asentir nuevamente."Pienso tener mejor para ti, valiente guerrero."

Con dificultad, puso su mano en la que extendía el dios hacia él. Se sentía avergonzado a tocar la piel de su dios de tal manera, aunque sea solo tomar su mano en la suya en señal de respeto y en respuesta a su orden.

"Escuchame y mirame, Otabek Altin, capitán del ejercito de las Tierras del Norte," procedió Yuuri, empezando a recitar lo que sonaba como una reza. "Seré la sombra que yace en tus pies, la que siempre te sigue a escondidas en la oscuridad. Me hundiré en tus pasos. Destrozaré barreras y montañas en tu nombre, daré a todos los soldados y reyes del mundo una razón para inclinarse delante de ti, para que sepan que nombre llevas, que ancestros honrar. Conquistaré en el nombre de mi sirviente más leal. El mundo entero se enterara de ti. Te agradara, te honrorara como su héroe y su lider. Te asistiré hasta el fin del mundo, dedicando mi vida a tu nombre."

"A partir de este momento," toco su mejilla, "llamame Yuuri."

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Fools in love  - *Otayuuri Week*Where stories live. Discover now