IX Buenas intenciones

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Los ojos cristalinos de Harry parecieron iluminarse cuando Anabeth lo llamó de esa manera.

Un deja vú que trastocó su interior.

—¿De verdad estás aquí?—preguntó con inseguridad y asombro.

— Si—mintió ¿En qué se estaba metiendo?—¿Qué puedo hacer para que me creas?— dijo para darle más fortaleza a su mentira, sin darse cuenta de que ese podía ser el factor que la ahogara mas en su propia farsa.

—¿Puedo besarte?—Harry le preguntó con una extraña nota de melancolía.

Como si hubiera recuperado la escencia de su vida.

Anabeth sintió a sus mejillas arder.

Ser besada de nuevo por Harry era su fantasía secreta, pero esta no terminaba con un beso...ni miles.

Se reprochó haber mentido. Había sido un grave error.

Lo lastimaria tanto si descubría que lo estaba engañando.

Y peor, cuanto daño se haría a si misma.

—Déjame hacerlo, por favor...—su voz se quebró y Anabeth pudo sentir su dolor haciéndola sentirse más culpable por su mentira ¿Quién era ella para hacerle más daño del que ya había sufrido, y sufre?

Entonces se acercó lentamente a Harry y tomó su rostro.

Él se inclinó rosando sus labios y la besó tan despacio que Anabeth se sintió perdida.

Su beso era una suave caricia y parecía que se tomaría todo el tiempo posible para revivir la escencia que perdió, expresando sin palabras todo lo que su alma había callado durante cinco años.

Entre la borrosa conciencia de Anabeth, sintió gotas caer en sus mejillas.

Lágrimas.

{...}

Harry la besó con toda la intensidad y el amor que había reservado para ese momento. Quería decir todo lo que jamás pudo, sintiendo que esta era su única oportunidad.

Las lágrimas salían de sus ojos cerrados sin poder evitarlo; él quería saber, sentir que Ameli estaba con él. Que no lo había abandonado. Que no se había muerto.

La negación era como una venda atada en sus ojos.

Ella lo besaba con tan poca intención de dejar de hacerlo. Con una entrega y confianza ejemplar. Y sobre todo, en ese beso había amor. Uno nuevo, fresco, especial.

Mas sin embargo algo le faltaba. Había algo más detrás de ese beso. Y dejó a la venda caer.

Comprendió que no podía seguir engañandose y buscar algo dónde no podría hallarlo.

Tomó su rostro con toda la delicadeza que poseía y se fue alejando poco a poco sin soltar las tersas y sonrojadas mejillas para decir con gratitud y vulnerabilidad:

— Anabeth Greyden—mientras una sonrisa se escapaba de sus labios.

Anabeth se quedo callada con la culpa bordeando sus ojos miel.

—Harry, yo...

—Ush—silenció a Anabeth posando su índice en los labios.—no te disculpes. Tenías buenas intenciones

—Pero yo...te mentí— Cerró los ojos con fuerza víctima de la vergüenza.

Harry la observó conmovido.

Parecía tan asustada y arrepentida.

Seguramente antes de conocerlo su vida era tan tranquila y convencional, sin preocupaciones.

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