XI Fibras sensibles

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Anabeth entró  a la casa y prendió la luz.

Harry estaba sentado en el sillon frente a la ventana dándole la espalda.

El reloj marcaba las doce cuarenta y seis y aún así el sueño no estaba en su sistema.

—¿Harry?

—Aquí—Señaló—Ven, siéntate.

Anabeth caminó hasta el sillón adjunto al de Harry y se sentó.

—¿Cómo te sientes? —Le preguntó Anabeth.

—Tal vez bien, pero no lo sé.  Hace tiempo olvidé que es sentirse bien o mal o animado. Penny me hace olvidar algo de eso.—Dijo Harry con aire ausente.

—¿Hace cuánto tiempo perdiste a Amelí?—Se atrevió a preguntar.

No hubo una respuesta inmediata y esperó.

—Cinco años—Dijo al fin.

—Entonces ella murió...

—...dando a luz—acotó Harry.

—Mi padre murió en un accidente cuando yo tenía dieciséis años. Han pasado sólo cuatro años y apenas vuelvo a sentirme mejor—Contó Anabeth.

Harry volvió su vista a ella.

Su semblante inexpresivo.

Anabeth sabía que intentaba hacerse el fuerte. Ella había hecho lo mismo.

—¿Ya lo superaste?— Le preguntó Harry.

—La muerte de alguien no se supera jamás, sólo se sobrelleva. Aprendes a vivir con ello—Dijo Anabeth.—Tengo un constante recordatorio de él.., yo misma todos los días frente al espejo. Es muy duro, pero a veces reconfortante.

Harry la miró con más interés que antes.

Él estaba viendo lo que un hijo, que pierde a alguno de sus padres, siente y cómo se expresa de ello y se imaginó a Penny dentro de unos años hablando con alguien de la misma forma en que Anabeth hablaba con él.

—Si tú estás intentando superarla, borrarla de tu vida, fingir que estás bien sin ella, no podrás hacerlo. Nunca podrás porque la muerte de alguien que amas no se olvida, tienes que aprender a sobrellevarla y vivir con ello—Reafirmó.

(...)

Lo miré a los ojos y me prometí ver más allá. Me sentí mal por haberle mentido en la carretera, ¿Quién era yo para haberlo engañado; haberlo ilusionado. Haberle hecho creer—Aún que sea un segundo—que había recuperado algo que tanto le había dolido perder?

Yo debería saber lo que se siente. Y aun así,  en un intento vano por hacerlo sentir mejor, terminé dañandolo más. 

—Harry—Le dije con la voz en un sollozo—¿Te importaría hablarme sobre Amelí?

Sus ojos se cristalizaron y una sonrisa—más parecida a una mueca—cruzó por su rostro.

—No tienes que hacer esto.

—Me gustaría saber...—Insistí.

Me miro unos segundos. Se puso de pie, caminó hasta el pasillo y después se dejo caer en uno de los muros que dirigían a las habitaciónes. Fui hasta donde él estaba y me senté a su lado.

—Ella era...—Tensó la mandíbula y cerró los ojos—Ella me hizo ver la vida de otra manera. Me enseñó a sonreír en todo momento—literalmente—en todo momento...—Sonrió y entrelazó las manos a la altura de sus rodillas.
>> Un día fuimos a una boda,  fue mucho antes de que naciera penny,  y yo era el padrino. Tenía que dar un discurso y tropecé empujando el pastel. Todos, después de unos minutos de horrible bochorno para mí,  se rieron y la primera de ellos fue Amelí. Derek y Emmie me perdonaron y cada que los veíamos hacian alución a ese día. Amelí me enseñó muchas cosas...Pero creo que las he olvidado—Suspiró. —Supongo que eso es lo que me hace más difícil resignarme. Siento que sigo esperando a alguien que ya no está aquí. Que no volvera aun que intente rasgar el cielo para que me escuché...—Me miró. 

Mi garganta estaba apretada y sentía a mis ojos arder por la resistencia a las lágrimas.

Y continuó:—por otro lado esta el hermoso ser que dejo a mi cargo. Esa hermosa pequeña que me ayuda a seguir. Que me mantiene fuerte...Ese es un recordatorio evidente de ella. Como tú de tu padre. Diario cuando me despierto veo a Penny y no puedo evitar verla ella. Supongo que te sucede lo mismo—Sonrió con nostalgia.

Asentí.

Se calló unos segundos mirando al vacío. Tal vez recordaba cosas en secreto, pero no importaba, lo que yo quería era enfrentarlo a la realidad. Como lo hicieron conmigo.

—A veces me gustaría verla una vez más...—Empezó a decirme—Volver a abrazarla.—Se detuvo y me miró. Largo y profundo.— Pero juro que ella esta aquí ahora.

—Harry...

—Lo sé, Anabeth Greyden, lo sé—Me sonrió, una sonrisa brillante que no llegaba hasta sus ojos, pero logró formar el oyuelo en su mejilla.—Yo no quiero que creas que estoy interesado en ti solo por el parecido con ella.

Me dejó sin barreras. Había llegado al fondo de esto.

—No me conoces—Fui bastante torpe por decir esto.

—Te conozco lo suficiente como para saber que vale la pena saber mas de ti. De Anabeth Greyden.

Mi mente se quedó sin un itinerario de palabras coherentes para esta situación. Una parte de mi no le creía,  pero otra—aún mas grande que la primera—quería hacerlo.

—Pero justo ahora quisiera saber de Penny. —Me dijo en un murmuró. —El hermano de Amelí me quiere quitar la patria potestad. Me convertiría en una completa mierda si ella no esta en mi vida. Ya no quiero perder a alguien que amo de nuevo.

Lo miré. Lucía  cinco años mayor y sus ojos estaban parpadeando irregularmente para evitar las lágrimas.

—No la vas a perder, Harry—Le dije.

—Soy una basura como padre, ¿En serio crees que me cedan a mi la patria? —Me miró  de nuevo. El miedo desbordaba de sus ojos.

—Eres uno de los mejores padres que he conocido—Imagenes borrosas de mi padre empujandome en  un columpio me atravesaron sin aviso.

—Lo dices para consolarme—Dijo sin mirarme.—Y no es compasión lo que necesito.

—No, lo digo porque es verdad.—Puse mi mano en su rodilla.—Vi cuando llevaste a Penny a su primera clase. Su Tutú estaba mas arriba de su cadera y su zapatilla mal ajustada.  Tú se la arreglaste y la mirabas con una devoción que pocas veces veo en los padres de mis alumnas.— Le dije. —Mi padre solía verme de esa manera.

Sus ojos parecieron iluminarse.

—Gracias, Anabeth Greyden—Sonrió.  Ésta vez su sonrisa llegó hasta sus ojos.

Después de unos minutos en denso silencio me miró y tomó un mechon de mi cabello acariciandolo.

—¿Por qué estas aquí?— Me preguntó.

Realmente no lo sabía.  Intuición, creo.

—No tengo casa hasta mañana—bromeé haciéndolo reír.

—Tengo que interesarte para que estes aquí, soportando los delirios de un ebrio, Anabeth Greyden.

Bajé la mirada cuando él acomodó el mechón detrás de mi oreja.

—¿Por qué me dejas estar aquí?—Lo contrapunteé.

—Buena pregunta—Sonrió—Tal vez porque eres especial. Y no lo digo por compromiso o porque este ebrio, lo hago porque es verdad.

—Puedo decirte que se lo has dicho a mas chicas.— Dije.

Me miró  y sonrió.

—Esta bien, lo confieso. A Penny, mi madre,mi hermana y a ti—Me dijo haciéndome reír.

—No te voy a creer.

—Pensé que ya lo hacías.

—Reafirmo. Eres terrible.—Dije y reímos.

Ya no era la sombra de Amelí Tropson.

Ahora soy sólo yo. Anabeth Greyden.

Sin sobrenombres.

No más "Cielo".

¿Mami? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora