El viejo sabio.

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—Hay un viejo sabio— dijo Nam mientras desayunábamos. — Se dice que él sabe leer a la gente, que él sabe de todo y puede ayudarte en muchas cosas. —Comió un trozo de sandía— ¿Te gustaría ir? — preguntó.

—Si— dije, aunque yo consideraba a Nam un sabio.

Se apresuraron a desayunar y juntos fueron al centro del pueblo, aquel viejecito vivía en una modesta casa de un piso, no tenía ningún letrero anunciando sus servicios pero tenía abierta su puerta. Nam puso una de sus manos en mi cintura y me empujó con suavidad al interior.

—Bienvenidos— Una mujer ya anciana les recibió con una amable sonrisa— ¿Quieren hablar con mi esposo? — preguntó la mayor.

—Si no es mucha molestia— dijo Nam.

—No es ninguna molestia, vengan por aquí.

Los guió al fondo de la casa, hasta una puerta blanca de metal.

—Está en el jardín— dijo mientras abría la puerta y nos permitía el paso.

Había un viejecito sentado en una mecedora, tenía puestos lentes de vista cansada y leía un libro.

—Cariño mío, estos apuestos jovencitos te han venido a ver. — anunció la mujer.

El viejecito se levantó y nos sonrió, nos hizo una seña con su cabeza para que fuéramos hasta él, Nam de nuevo colocó su mano en mi cintura empujándome al señor.

—Buenas tardes jovencitos— dijo con una leve reverencia.

—Buenas tardes— dijimos ambos con una leve reverencia.

— ¿A qué debo su visita? — preguntó.

Yo también me preguntaba lo mismo.

—Creo que quien más necesita de usted es mi amigo— dijo Nam señalándome levemente con la cabeza. — Él tiene muchas dudas y problemas que atormentan a su pobre corazón y a su quebrada alma.

—Ya veo— asintió mirándonos. — ¿Podrías ir con mi mujer un rato? Es para hablar con tu amigo.

Nam asintió y me dio una sonrisa.

—Nos veremos pronto— dijo mientras se alejaba.

—Muy bien muchacho— el hombre se sentó de nuevo en su mecedora, me señaló una silla de palma seca, tomé asiento— ¿Qué te atormenta? Aunque antes debo aclarar que no soy ningún psicólogo ni muchos menos un brujo para resolver tus problemas, sólo soy alguien que te guía.

Asentí, relamí mis labios y comencé a relatar todo lo que había pasado hasta ese día, él me miraba atentamente asintiendo algunas veces, para cuando terminé él tenía una mirada algo confusa.

—Oh muchacho— dijo— Ese hombre que describes no merece tus lágrimas, ni mucho menos estar en tus pensamientos. — se inclinó levemente— Si no me hubieses dicho esto, yo hubiese pensado que el caballero que te acogía tan cálidamente era tu pareja.

Me sonroje al escuchar eso, ¿Él y Nam?

—A mi parecer tu amigo es sabio— continuó con una sonrisa— Proponerte la catarsis, sí, es inteligente y es adecuado para ti, pero la catarsis no funciona hasta que tú quieras olvidar. — de pronto frunció su entrecejo— Tienes una venda en los ojos, una que no le permite ver ni a tu alma, ni a tu corazón— dijo con un deje de molestia—Amas a quien no te ama y no amas a quien te ama, esos cafés rasgado te miraban con adoración, con amor puro, con entrega, con amor, con ternura y con alegría— emocionado miró al cielo— Espero que no sea tarde cuando tu venda caiga.

El silencio hizo acto de presencia, por lo que deduje ya no diría más, no sabía a lo que se refería con eso de "esos cafés rasgado te miraban con adoración, con amor puro, con entrega, con amor, con ternura y con alegría", abrí la boca para preguntar pero él negó poniéndose de pie.

—Vamos, mi mujer debió haber preparado un delicioso café con galletas.

Mi cabeza era un conflicto mental.

Yo aceptaba que debía hacer catarsis, para eso debía dejar de pensar en JungKook.

Pero, ¿Qué significa esos cafés rasgado te miraban con adoración, con amor puro, con entrega, con amor, con ternura y con alegría?

Catarsis. -corrigiendo-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora