Y tus manos se escondieron y me dejaron en penumbras.
Solitario, yo que nací entre tantos.
Yo que esperaba tanto;
me quedé en el camino con el alma desarmada.Los latidos del corazón fueron sólo un reflejo del miedo;
una cápsula de vida que se negaba a morir.Yo que efervescía como tantos.
Yo que me movía entre respiro y respiro.
Hoy soy sólo una mueca gigante de frustración.Me perdí a mí mismo.
Yo que me protegía del mundo como tantos.
Yo que me cubría de espejos para ahuyentar el dolor.
Se me dio vuelta el mundo,
se me vacío el vaso de la certidumbre
y terminé bebiendo del piso el agua de la muerte.Yo que amaba como tantos y entre tanto,
me destruía inexorablemente.