Capítulo 3

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Aquel recuerdo del que hablaba, es la razón por la cual siento pavor por los hombres. No quiero que ninguno se aproxime hacia mí. Mi padre había notado algunos cambios en mí, como por ejemplo: cada vez que lo veía iba  corriendo hacia él con una enorme sonrisa, pero ya no era así. Lo veía y sólo quería irme a mi recámara, a penas lo saludaba sin acercarme tanto a él, a una distancia de por lo menos un metro.

Ese recuerdo permanecerá grabado en mi cabeza como una película que se repite una y otra vez en mi mente, sin parar nunca, como un GIF. Nunca lo borraré por más que quiera, es literalmente imposible.

Contaba con apenas seis años, a unos pocos meses de cumplir los siete cuando mi mamá salió en busca de "mejorar" su condición de vida y me llevó a vivir con mi abuela.

Al principio todo iba bien; la idea no era tan mala y después de todo, preferí estar dónde mi abuela "conviviendo" con mis primos, que en casa de mi papá sin charlar con nadie por así decirlo, mi papá me mantenía encerrada y no me dejaba salir a dónde alguna amiga y el tampoco me sacaba a pasear, yo con esa edad. Él decía que no tenía por qué salir al exterior durante no sea mayor de edad, mi mamá siempre estuvo en contra de eso, decía que yo debía salir más si no me volvería loca. Pero él tampoco me llevaba a visitar a mis amigas. No sé porque digo "mis amigas" si sólo contaba con una sola, llamada Cindy, vivía bastante lejos pero asistíamos a la misma escuela y por la razón de que no quería estar cerca de ningún cuerpo humano todo por lo que me pasó, hasta de ella me alejé... hasta el sol de hoy no se nada de ella desde hace mucho, porque dejé de asistir a la escuela después de lo que pasó y mi mamá le manda dinero a mi abuela para tomar clases particulares. Ya que me rehusé a ir a la escuela, tanta gente y tantos niños juntos me causaban pánico.

Todo pasó aquella noche, no recuerdo con exactitud la fecha pero sé que fué durante el mes de octubre, mi abuela salió con mi tía para el funeral del hermano de mi abuela. No era en nuestra misma cuidad, así que se tuvierón que ir por dos días. Mi abuela me iba a dejar en casa de mi papá pero justamente él estaba visitando a su madre, es decir, mi otra abuela, a un pueblo que quedaba bastante lejos. No volvería hasta el siguiente viernes, no sé qué clase de excusa dio en su trabajo para poder ausentarse una semana, lo digo porque abuelita no tenía ningún problema o por lo menos papá no me dijo nada parecido, sólo me comentó que se iría por una semana con su madre y que me porte bien.

Y no entendí por cuál razón mi abuela no me quiso llevar con ella, pero me dijo que sería un largo viaje y muy agotador. No sería nada bueno para mi pasarme sábado y domingo en otra ciudad para regresar el lunes, un dia que tenía clases y mucha tarea pendiente. Creo que esa fue una de las razones por la que prefirió dejarme con mis primos que vivían al lado. Hasta la fecha nos habíamos llevado muy bien, jugaba videojuegos con ellos, me llevaban al cine, al parque de diversiones y a diferentes lugares.

Mi tía contaba con dos hijos varones y una hembra, Anderson con quince años, Andrés con diecinueve  recién cumplidos y Andrea con veintitrés, mi tía se llama Andreina. Logró que todos los nombres sean más o menos parecidos al de ella y eso me gustaba. Recuerdo que con Anderson era con quien más me divertía, por que aún tenía una parte de un niño de seis años como yo, con Andrés también mataba el tiempo jugando videojuegos  pero no era tan bueno como Anderson quizás por la edad. Y ahora, pensando bien recuerdo que Andrés el de diecinueve me miraba de forma extraña, Andrea estaba en la universidad y ya era casada, ella vivía en casa de su marido.

En la casa de mí tía sólo estábamos Anderson, Andrés y yo. Pero Anderson como todo chico de su edad, salió con sus amigos. Pues era viernes casi siempre salía los fines de samana, llegaba a casa la mayoría de veces ebrio y de madrugada, mi tía siempre discutía por esa razón con él. Pero ese día Anderson aprovechó su ausencia para amanecer fuera de casa.

Nos habíamos quedado Andrés y yo sólos en casa jugando videojuegos, a él no parecía importarle que Anderson no hubiese llegado ya pasada la media noche. No me sentía nada cómoda, así que subí al baño a ponerme alguna pijama y a lavarme los dientes para dormir... y desde ahí empezó todo.

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