Cuando había terminado de lavarme los dientes, me estaba quitando mis jeans y el suéter amarillo que llevaba puesto, de repente sentí que el manubrio de la puerta del baño sonó. Pensé que era Anderson que había llegado e iba a vomitar o algo así. En fin, no podía pensar nada malo, pues sólo tenía seis años y no me imaginé nada bizarro o peor aún, asqueroso.
—¿Anderson eres tú? El baño está ocupado, dame un minuto ya casi salgo —dije en voz lo suficientemente alta para que pudiera escuchar.
Pero la puerta se abrió lentamente y aún no había terminado de ponerme la ropa para dormir, me faltaba ponerme el pantalón. Así que repetí:
—¿Anderson eres tú, éstas ahí? ¿No me escuchaste o qué? El baño está ocupado —; pero no vi a nadie.
La puerta se terminó de abrir de un modo tan lento, que ahí empecé a asustarme pensando que era algún fantasma o algo paranormal.
Cuando de repente vi que Andrés estaba entrando a pasos muy lentos acercándose a mí, que aún no tenía el pantalón puesto.
—¿Andrés qué está pasando? ¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté.
—Nada Rose, sólo quiero conocer a mi primita mucho mejor. Tienes lindas y delgadas piernas ¿Sabías? —respondió.
En ese momento súpe que algo no andaba bien. Me apresuré en ponerme los pantalones pero en menos de un segundo él llegó donde yo estaba, sentada en el retrete con la tapa cerrada, era como mi asiento para poder ponerme la ropa más fácil. Se puso frente a mí y me cargó en sus brazos mientras decía:
—Tranquila, no te va a pasar nada malo. Siempre y cuando colabores con tu primo mayor —Con una pequeña sonrisa maliciosa de lado.
Al instante empecé a llorar, me quería bajar pero el me tenía apretada muy fuerte. Me llevó a su recámara, me metió a la cama y me dijo:
—Cuidado con hacer algún ruido extraño o con comentarle algo de esto a alguien, porque podría ser tu fín o incluso el de tu mamá, pues sé donde se encuentra y me es muy fácil llegar dónde ella está y desaparecerla sin dejar rastro alguno. Ella tiene mucho tiempo sin llamar y sin dar señales, esa es una ficha acomodada a mi favor, porque la podría desaparecer y nadie sabría que pasó. Más ni tú, ni mi madre, ni nuestra abuela sabrían nada de ella. Dando por hecho que nos abandonó a todos ¿Entendiste? —Al mismo tiempo haciendo una seña con su mano como para darme una cachetada si no le respondía.
Así que con los ojos llenos de lágrimas y soltando unos lloriqueos asentí, Eso lo recuerdo todo a la perfección.
Empezó a quitarme la blusa que acababa de ponerme, ahí empecé a llorar más y más pero tratando de ser silenciosa por miedo a que me pegara o algo parecido. Me estaba frotando el pecho con las manos... luego poniendo su boca sobre él, lo único que podía sentir era temor. Luego pasó a quitarme la única prenda que me quedaba puesta, la interior. Dejándome completamente desnuda e indefensa, ahogada en lágrimas y aterrorizada. Me hizo lo que él quiso y yo sin tener una sola oportunidad de defenderme, sólo deseaba que volviera Anderson para ver si así paraba esa pesadilla, pero sabía que no iba a regresar esa noche y Andrés también lo sabía por eso se aprovechó de mí.
Anderson le había enviado un mensaje de texto avisándole que se quedaría a dormir en casa de un amigo.
En un descuido de Andrés intenté salir corriendo, pero ni siquiera logré llegar a la puerta de la recámara y me volvió a llevar a la cama tirando muy fuerte de mi rizado cabello.
Esa fue una de las peores noches de mi vida, algo que nunca pude superar. Debido a eso, como a los siete años atenté varias veces contra mi propia vida, pero nada de lo que hacía pasaba a mayores. Me llenaba de rabia tener que ver a ese desgraciado siempre, tenía unas ganas locas de enterrarle un cuchillo, pero desafortunadamente no podía, a pesar de todo el odio que le tengo no sería capaz de eso, no soy una pequeña asesina.
Cuando cumplí los ocho años acudía a cortarme la piel con diferentes cosas afiladas, aún tengo algunas cicatrices en ambas piernas... pero hasta ahora nadie se ha dado cuenta.
Lo peor de todo es que por ser tan ingenua y tener tanto miedo, siempre mantuve la boca cerrada. Sólo tenía seis años y él me amenazó de una forma muy fea. A estas alturas ya hacen cinco años de lo que pasó esa noche y quisiera decirlo pero:
1-Dudo que me crean.
2-Mi papá se volvería loco y lo mataría, así podría ir preso.
3-No quiero causarle daño a mi mamá con una noticia así.Pensé que ya era tarde, después de tantos años sería difícil confirmar algo así, no tenía ningún tipo de prueba. Sería mi palabra contra la de él.
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Infancia Destruida
Short StoryEs una historia corta, pero narra más cosas de las que te puedes imaginar, cosas desastrosas y más para una niña de tan sólo once años, Rose. Entrate en su mundo, siente lo mismo que ella sintió y forma parte de la historia.