Prólogo.

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Quizás debería comenzar pidiendo perdón.  La muerte de John Lennon, «mi hermano mayor», me sorprendió la mañana del 9 de diciembre de 1980 con 33 años y la sensación de que alguien me había arrebatado, de golpe, la juventud. Aunque en los días y las semanas siguientes ya nació en mí la poderosa idea de rendirle tributo con esta dramatización novelada de su adolescencia, hoy pienso que la escribí todavía demasiado influenciado por los acontecimientos y más con el corazón que con la cabeza. En aquellos años, y por raro que parezca, todavía existían lagunas en las biografías publicadas en torno al grupo. Había fechas distintas para muchos acontecimientos, y diferencias que, en ocasiones, eran de años.

El joven Lennon que escribí entonces, siendo igual que el que tienes en las manos, era completamente distinto de la realidad y de la cronología de los hechos. Y digo que he de comenzar pidiendo perdón porque en aquel libro cometí no pocos errores que he enmendado en esta nueva versión de 2005, absolutamente reescrita. Errores de orden, no de ideas o conceptos. Errores de situación, no de sentimientos. Durante años, El joven Lennon ha sido uno de mis libros más famosos y más, vendidos, y la mayoría de lectores y lectoras, expertos o no, aplaudieron su sinceridad y su intensidad. Lo celebro. Pero hoy, después de cometer una revisión que se hacía necesaria, casi debería pedir también que se quemara los miles de ejemplares vendidos en el pasado.

Lo que no ha cambiado, ni cambiará, es el mito forjado y el halo de leyenda que el tiempo ha conferido, si cabe con más fuerza cada año, a la figura de John. Un cuarto de siglo después de su asesinato, y treinta y cinco años después de la separación de los Beatles, tanto como él como el grupo ocupan en la historia uno de esos contados lugares de privilegio destinados a los más grandes. John Lennon no fue un mártir, pero su muerte lo ha elevado a los altares de la iconografía del siglo xx. Hoy en día, en cuantas manifestaciones pacifistas tienen lugar, no deja de interpretarse Imagine como himno de paz, amor y concordia. En el memorial situado en el Central Park de Nueva York, cerca del edificio Dakota en que fue acribillado a balazos, no han faltado flores ni cantos, visitas o lágrimas en este largo tiempo transcurrido. Y todo ello sin olvidar sus ideas siguen vigentes, sus canciones siguen sonando, y su rostro es tan habitual en los medios de información como si el tiempo hubiese congelado su imagen para siempre. Pocas personas, después de muertas, han seguido generando tantas noticias.

El joven Lennon sigue siendo mi tributo a la historia y a la memoria, el relato de cómo un chico de quince años creó las bases de todo lo que vino después. Esta nueva «versión 2005» es una deuda personal que se hacía más necesaria por cuanto en este aniversario John está más vivo y presente que nunca.

Que vuelvan a sonar Imagine, Woman, Working class hero, Give peace a change...

JORDI SIERRA I FABRA. 2005

El joven LennonWhere stories live. Discover now