Cuando entró en la sala, su tía Mimi terminaba de poner la mesa. Miró distraídamente el lugar vacío de su tío George, muerto de una hemorragia cerebral dos años antes. Eso le hizo asociar ideas.
—Se ha muerto James Dean.
Tía Mimi cruzó las manos a la altura del pecho.
— ¡Jesús, con lo joven que era! ¿Cómo ha sido?
—Se ha hecho papilla con su coche. Aún deben de estar retirando pedazos de su cuerpo.
La mujer se estremeció.
— ¡Por favor, no seas macabro Johnny! –protestó.
El muchacho paseó mirada a su alrededor, tratando de adivinar lo que habría de comer. Por lo general no discutía con su tía, que era una mujer menuda, afable y llena de vitalidad. En esta ocasión, sin embargo, se sentía combativo. No podía apartar de su memoria al Quijote del Mar, la tempestad hacia la que se dirigía al salir del puerto, la idea del peligro.
— ¿Llamas a eso ser macabro? ¿Qué prefieres que diga? –su tono se hizo solemne-
«James Dean, ese pobre y sencillo muchacho que hacía cine y era tan guapo, ha pasado a mejor vida.» ¿O prefieres esto? –Volvió a cambiar el tono, imitando al pastor de su iglesia–: «Te meraría e imprudentemente, en la flor de su juventud, James Dean...».
— ¡Johnny, por favor! –protestó tía Mimi en tono suave reproche.
—Lo cierto es que se la ha pegado, ¿sabes?
— ¡Johnny!
Sabía muy bien que su tía raramente se enfadaba. Cedió. La hoja del calendario marcaba el último día de septiembre. Le faltaban diez para cumplir los quince. No estaba mal.
— ¿Vendrá mamá el día de mi cumpleaños?
— ¿En qué cae? –preguntó tía Mimi distraídamente.
—En domingo.
—Entonces es posible.
—El año pasado vino, ¿No?
—Era sábado y lo tenía mejor.
—Ya, pero voy a cumplir los quince.
Tía Mimi levantó la cabeza y le cubrió con una amorosa mirada. Fue algo instintivo, desbordante, que ahogó en ella toda pena e inquietud, y eliminó sus miedos, compasión y paternalismo. Fue sólo un instante. Renacieron en ella la ternura y la bondad, dulces y tiránicas a la vez.
— ¿Dónde has estado? –preguntó cambiando de conversación.
—En el puerto.
—No sé qué demonios...
—Me gusta.
Tía Mimi se fue deprisa hacia la cocina al escuchar el borboteo de la olla. John fue tras ella.
—Tú no llegaste a conocer a mi abuelo Jack ¿Verdad?
Los ojos de la mujer se abrieron como platos.
— ¡Jesús! –dijo asustada–. Llevaba muerte veinte años cuando tu padre y tu madre se casaron. ¿Cómo iba a conocerle?
—Papá pudo haberte enseñado alguna fotografía.
—John –el rostro de tía Mimi reflejaba su extrañeza–, tu abuelo Jack murió cuando tu padre tenía cinco años y él fue a parar al orfanato. ¿Cómo iba a tener una fotografía suya? Además, eso fue hacia mil novecientos diecisiete, en la Primera Guerra Mundial. ¿A qué viene todo esto?
El muchacho pareció indiferente.
—No, por nada. Me ha venido por la cabeza.
Tía Mimi tomó la sopera. Esperó a que su sobrino le abriese la puerta y salió rápidamente de la cocina.
John la siguió dando largas zancadas. Después de sentarse a la mesa fijó su mirada en el minúsculo lago de sopa de su plato. Aguardó a que ella se sirviera y antes de que diera las gracias manifestó:
— ¿Sabías que James Dean perdió a su madre a los nueve años, y su padre le dejó con unos tíos porque él no podía cuidarle?
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El joven Lennon
Teen FictionJohn sueña con tocar la guitarra, tener su propio grupo y hacer una música que nadie haya hecho antes. Pero con dieciséis años no es fácil tomar las riendas de la propia vida. Sin embargo, John logrará, paso a paso, cumplir su sueño. EL JOVEN LENNO...