capítulo 6: rodearte.

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 Cuatro de la mañana, y algunos minutos que no llegó a divisar en las letras rojas del reloj analógico.

 "Tienes que lograr dormir horas corridas sin tenerme a tu lado..." reprochó, cansado. Tomaba al niño en sus brazos y lo llevaba a su cama, acomodándolo contra su pecho antes de volver a intentar dormir, mágicamente ya no lloraba. Olía bien. Sólo quería dormir con él, y definitivamente Louis no era uno de esos desalmados padres que hacen esa horrible cosa de dejar a sus hijos llorar. Sobre todo porque dormían en la misma jodida habitación y no podría dormir si intentaba hacer eso.
 Era dulce la manera en que su niño pasaba una mano por su pecho desnudo y jalaba de los pocos vellos que tenía, lanzando un ruido con la voz que Louis estaba aprendiendo a adorar. Acarició al niño con delicadeza, cerrando los ojos y comenzando a tararear una canción que le gustaba, porque jamás le habían cantado nanas y no sabía hacerlo, esta era la manera de aprender a ser dulce y Louis estaba intentándolo. Estaba aprendiendo a disfrutar el contacto cariñoso y las voces dulces, las cosas tranquilas y pausadas.

 Tal vez por eso le llamaba la atención Harry. Podía ser la manera en que su voz llegaba a la médula ósea y extendía calor donde solía hacer frío, y eso era bonito. Podía ser la manera en la que parecía tener una paz perdida que Louis jamás había adquirido, y tenía la tonta idea de que podrían encontrarla juntos. Pero ellos ni siquiera hablaban.

 "Tía... di tía." Intentaba Charlotte mientras jugaba con Freddie, Louis los oía desde la cocina. "Ti... a. Tía."

 "Amor, ni siquiera dice papá correctamente, no dirá tía." Bromeó el chico, revolviendo la comida.

 "Claro que no, a ti te dirá mamá. Mírate." Bromeó su hermana, haciendo alusión al delantal que llevaba el mayor.

 "Calla... ¿comerás con nosotros, cierto?" Preguntó de pronto, probando un poco y decidiendo que faltaba sal. La chica negó con la cabeza, diciendo que saldría con un tal chico-que-le-gustaba. "Oh, bien, pero te quiero aquí antes de que anochezca." Concedió, mirando por la ventana. Comenzó con esa serie de preguntas de «¿cuantos años tiene?», «¿te vendrá a buscar?», «¿tiene trabajo?», «¿cuál es su número de documento?»

 "¡Louis!" Rió, había contestado cada pregunta. "No soy una niña." Aseguró. Louis no estaba tan seguro de eso, se lo recordó, sólo tenía diecisiete años.

 "Como sea, ve a ponerte bonita, que ya casi son las once." Indicó, mirándola con cariño por encima de la barra que separaba la pequeña cocina del living que hacía las veces de comedor, porque ellos eran muy perezosos como para comer en una mesa.

 "¿Y ahora que le harás?" Preguntó Zayn mirando el boceto de Louis, intentando hacerle sombra con la mano al tiempo que cuidaba que Freddie se mantuviese erguido. Estaban en un parque, pasando el tiempo de ese frío domingo con pereza, diseñaban algunos nuevos tatuajes.

 "Creo que debería... como... algo de sombra, y estos bordes algo más gruesos. Quedaría mejor en la piel con el paso del tiempo." Dijo, probando suerte. Recibió un asentimiento de cabeza, por lo que se dispuso a realizar lo que decía.

 Zayn era algo así como su «mentor» si era la palabra que se podía usar. Mientras Louis se había hundido en drogas y acostado con cada cosa viviente, su amigo había formado una sólida carrera como tatuador, y a día de hoy seguía ayudándolo. Había sido quien sentase las bases para el local de tatuaje, quien ayudase a Louis en cada seminario e inclusive quien prestase su piel para ser pinchada cuando era necesario. «Para siempre» no sonaba a una cantidad de tiempo justa para agradecerle lo que había hecho por él, y seguía haciendo, tanto en el plano laboral como personal. Sonrió al ver a su amigo jugando con el bebé, arrancando un pasto y presentándoselo como una maravilla.




 "¿No te parece... curioso, este chico rizado que viene a tatuarse últimamente?" lanzó el castaño de pronto, batiendo las pestañas mientras llevaba un lápiz distraídamente a su boca. Habían terminado de bocetar hacía rato y ahora solo estaban sentados en el pasto, Freddie dibujaba rayones en las hojas restantes. Zayn lo miró con curiosidad.

 "¿El rizado? ¿Harry? Él... no lo sé, ¿tal vez? Parece una persona algo conflictuada, con ese novio extraño que tiene y... oh, esto tiene que ser una broma." Aseguró su amigo, mirando su caja de cigarros y sólo quedaba uno. El corazón de Louis se había parado por un tonto segundo porque, en realidad, él pensó que ese chico Harry había aparecido y debió repetirse que no estaba en una serie adolescente de Hollywood.

 Los últimos rayos del sol de ese día estaban golpeándolos de lleno mientras caminaban hacia su casa nuevamente, y por ese plural se refería a llevar de la mano al niño, pasos pequeños y trastabillando, su amigo se había marchado puesto que su casa le quedaba a contramano. Este, oeste, esa mierda. Él vivía para donde sea que se pusiese el sol.

 "Ahora llegaremos, y te daré un merecido baño porque estás apestoso, amorcito." Aseguró, cambiando de lado al bebé. Estaba ensimismado en acomodarle el abrigo que tenía puesto, que sus orejas no escapasen por la capucha y todas esas cosas que le había remarcado tanta gente. Era otro invierno llegando a su fin y no quería que se enfermase justo ahora.

 "¡Lo siento!" Fue lo primero que oyó luego de sentir un cuerpo estrellarse contra el suyo, sus brazos fallando y lanzándose abajo para sostener al niño al tiempo que otros también lo hacían. Puede que hubiese gritado algo inapropiado en ese momento, atribuía eso al susto del golpe. "Lo siento, lo siento, lo... lo siento, Louis."

 Busco su rostro una vez que Freddie volvió a estar en sus brazos, comenzaba a llorar por el susto de caer. Tragó en seco, la sorpresa aligeró de pronto el enojo.

 "Oh, hola Harry."

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