especial: una navidad un poco feliz.

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Sus dedos rozan la oscuridad en busca de la tecla fosforescente de la luz. Puede ver una sombra negra allí, flotando, pegándose a la pared y perdiendo el sentido. Consigue presionarla con inseguridad, pero sus ojos no lo engañarían y se asegura de que ha apretado la tecla correcta. De pronto se encuentra a sí mismo frente al espejo, agua limpia goteando en su cuerpo y pegándose a los tatuajes, cabello rizado empapado que hace caer gotas que corren una carrera entre ellas y compiten por aterrizar antes en el piso de cerámicos, una bombilla de luz cálida está reflejándose en cada superficie. Las frena con esa toalla rosada que Charlotte compró hace poco, presionándose a su pelo y humedeciéndose rápidamente. Los rizos llegan hasta sus hombros con gracia y él a veces teme escuchar un "córtalo, no eres estrella de rock" otra vez. Pero no ha sucedido. Han habido bromas sobre que el verano lo podría hacer odiar esa cabellera, apodos cariñosos sobre Rapunzel y poco más, y si él ha pensado en cortarlos Louis siempre ha estado ahí para decirle "es sólo si tú quieres, eres hermoso siempre".

Escucha el correteo de Freddie a través de la puerta, pasos perezosos persiguiéndolo y sabe que ha despertado a su padre de la siesta. Puede escuchar la voz quebrada del castaño quejarse en algo como "campeón, papá quiere dormir, ¿podemos tomar una siesta en paz?" y el respectivo grito en negación del niño antes de que se hagan presentes en el sureño, ellos tienen esa especie de discusión todos los domingos. No es como si Harry estuviese allí todos los domingos, pero casi. También conoce a Louis lo suficiente como para saber que siempre está cansado y especialmente en invierno, y estos días de nieve traviesa y vacaciones de navidad donde el local se llena, no son la excepción. Acaba de ponerse la remera y mueve los pies en sus calcetines antes de salir a perseguir al infante de cuatro años.

"Bonitas calcetas" comenta Lottie con una sonrisa, Harry tiene que bajar la vista para recordar que son dispares, y él se defiende lentamente asegurando que el rojo y verde combinan muy bien. "Es el espíritu navideño impregnándose dentro tuyo, amigo, mi hermano nunca podría" ríe ella mientras se coloca una campera de abrigo algo abultada. También tiene una esquina rota, Harry ha olvidado que le ofrecería coserla. La rubia le comenta que va a «trabajar un rato»; porque ha conseguido un tiempo especial en las vacaciones donde envolver regalos durante unas dos horas y recibir dinero a cambio de algo que hacía gratis en el orfanato. Harry no quiere recordarlo.

Camina hasta la cocina y patea algunos juguetes de Freddie en el camino, están esos bloques de una marca barata que Louis le ha comprado cuando el niño quiso armar casas para sus muñecas, y también están esos peluches que insiste en llevar a todos lados. Falta el más importante, un perro alienígena sobre el cual Harry y Louis suelen tener discusiones, porque el mayor asegura que es un lobo y ellos no se ponen de acuerdo. Freddie solo dice que es "Poe", y eso está bien de todos modos. Aparece correteando y se pega a la pierna del rizado, abrazando con una mano la tela del oscuro jean que él usa, y con la otra al preciado peluche. Lanza una risa traviesa y grita al aire.

"Papá no va a dormir" pronuncia casi maliciosamente, sus ojos azules buscando pícaros a los verdes de Harry, y le alza las manos mientras pronuncia con voz dulce "papi" y el hombre no se puede resistir a alzarlo en brazos y acariciarlo con cariño, ve a Louis llegar con marcas de sábanas en la cara y brazos y sólo puede saludarlo tímidamente.

"Tengo mucho, mucho sueño..." murmura el castaño, cortándose por un bostezo que olvida tapar, sus brazos estirándose desnudos entre su gracioso pijama que en realidad es una vieja remera olvidada de una convención de tatuajes que cae demasiado grande y casi podría llegar hasta la mitad de sus muslos, pero se levanta un poco más mientras se despereza y deja ver los calzoncillos de anclas que Harry le ha regalado hace un tiempo. En su defensa, tenían motivos que le recordaban a los tatuajes de la vieja escuela, y creyó que sería un bonito detalle considerando que lo había casi obligado a tirar unos que estaban demasiado rotos una semana antes.
Harry sonríe con absolutamente todo el rostro cuando ese recuerdo se hace paso en su cerebro durante tal vez dos segundos, y se acerca con pasos lentos para apoyar su frente contra la del más bajo, su espalda arqueándose hacia abajo solo un poco, las puntas de sus narices se rozan en un silencioso beso esquimal.

impregnado ; lsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora