Respiré profundamente y me limpié alguna lágrima que presionaba a mis ojos para salir fuera. No era momento para recordar algo que ya había pasado hace tiempo, demasiado tiempo. Ahora era hora de tranquilizarme para la entrevista, sino daría pie a mi fracaso.
Llegué al edificio de la empresa y miré el gran cartel que se disponía frente a la entrada, pegado a la fachada: “Follow me”. Era una de las empresas que recientemente se habían incorporado en Madrid, pero en realidad esta empresa llevaba años funcionando por Inglaterra e Irlanda. Era una oportunidad perfecta para hacerme valer con mis palabras, que era la herramienta más útil y controlada que tenía. Eso sí, había un gran problema y es que yo, ahora mismo…era puro nervio.
Después de media hora, dicho y hecho, estaba oficialmente en la empresa. En cuanto salí de allí pegué un saltito al bajar las escaleras de la entrada y me incorporé al bulto de gente que se movía por Madrid, haciéndote sentir una hormiga más de esa sociedad.
¿Ahora qué haría? No tenía que ir al tren hasta dentro de dos horas y casualmente el hambre ya estaba presente en mi barriga, que se revolvía por dentro cual herido tras un disparo de bala.
Seguí hacia adelante hasta que encontré un bar. No dudaba en que sería caro, o por lo menos más que los que solía frecuentar yo en Alcalá de Henares. Ya sabéis, una siempre va buscando los chanchullos, pero Madrid tampoco es que lo controlara al dedillo, asi que me tenía que conformar con el primer bar que había divisado: “Okey!”. Sí, ahora parecía que todos los nombres de negocios llevaban inglés en sus nombres, pero qué le iba a hacer…era una de las lenguas más utilizadas del mundo, junto con el chino.
Entré sin mucho ánimo y fui hacia la barra, donde se agrupaban algunos posibles trabajadores, mientras se tomaban el café de las doce. Suspiré y pronto vino el camarero. No debía de tener ni los dieciocho pero era ágil y parecía listo. Muy probablemente sería hijo de los dueños y también muy probablemente estaría aquí por no querer estudiar.
Escogí una ración de paella y me senté en una de las mesas al lado de la ventana del bar. Me gustaba observar a las personas cuando pasaban e imaginar (como no) historias sobre dónde irían, cómo serían, qué edad tendrían…
Pero hay veces que el destino macabro hace que veas justo lo que no tenías previsto ver y claro, hace que lo que veas te mire y venga hacia ti.
¿Qué por qué hablaba de destino macabro? Ya lo explicaré.
-¡Vaya! –Me miró de arriba abajo Soledad.
-Sí, vaya. –Espeté yo con una sonrisa fingida.
-¡Cuánto tiempo! –Sonrió ella sentándose en la silla que había al lado de la mía.
Yo rodé los ojos mientras ella se quitaba el abrigo y se acomodaba a mi lado. No me apetecía que precisamente ella se parara a saludarme o definitivamente a quedarse.
-¿Qué haces por aquí? –Alzó las cejas mientras dejaba el abrigo en el respaldo de la silla.
-Trabajo. –Contesté yo fríamente.
-¡Ah! ¿De qué trabajas? –Volvió a quererse informar ella mientras yo comenzaba a comer deprisa mi ración de paella.
-Escribo. –Contesté sin más.
Soledad era la persona más pesada que te podrías echar al hombro. Había sido mi vecina y si no hubiera sido porque se había mudado a Madrid todavía seguiría llamando a mi timbre cada dos segundos, buscando conversación alguna. No podía creer que justo hoy, el día en el que algo me salía bien al fin, tuviera que jorobarme por ella. Me negaba a seguir aguantándola. Era como ese típico neceser que te viene con todo tipo de complementos. Sí, empezaba preguntándote algo y terminaba contándote su vida enterita. Total, que no me apetecía dormirme en su cara.
-Bueno, me tengo que…--Intenté escabullirme yo.
-Pues me contó Carla que Simón la dejó por otra. –Comenzó a parlotear Soledad. –Pero no me extraña, Carla siempre ha sido un poco parada y claro, el chico necesitaría más caña… ¿no crees? –Quiso que yo también opinara.
Yo asentí como diciéndola “Claro, por supuesto…obvio”. En cuanto empezaba a hablar era poco probable que parara. Estaba decidida a no volver a ese asqueroso bar en la vida. Me iría a otro bar más lejano o simplemente me comería los bocadillos de mi madre, pero me prohibiría volver a “Okey!” sin disfrazarme de algo que ella no reconociera.
-Y Simón realmente era guapillo. Que a mí antes de estar con Carla se me insinuó y bueno, a ver, yo por esas fechas estaba con Rodri asi que le tuve que decir que no. –Continuó con su monólogo ella. – Pero vamos, que por feo no fue. Hace mucho que no lo veo, pero…--Dejó de hablar quedándose mirando al frente.
Yo alcé las cejas y comencé a balancear mi mano frente a sus ojos para ver si salía de su trance. Se había quedado totalmente embelesada con quién sabe qué.
Me decidí a mirar hacia atrás pero ella rápidamente me cogió de la mano e hizo que la siguiera mirando a ella.
-No, no mires. Nos está mirando…--Espetó ella mirándome nerviosa. –Habla…habla de otro tema, corre. –Me apretó el brazo mientras yo fruncía el ceño.
No sabía de quién se podía tratar, pero era extraño que Soledad se pusiera de esa forma, lo que me hizo pensar rápido algún tema absurdo para disimular algo que no sabía de qué se trataba.
-Em…yo…he venido en tren. –Dije apartando mis brazos de los suyos.
Ella me miró intensamente para que siguiera hablando mientras se perdía en otra escena. En este momento me sentía Soledad total. ¿Tener que hablar de un tema sin que te escuchen? Vaya idiotez.
-Y…bueno…casi llego tarde porque resulta que…--Tragué saliva buscando alguna palabra que hiciera que finalizara mi conversación con ella, para irme de una vez. – me he entretenido y… ¡Oh! –Miré mi reloj haciéndome la sorprendida -- ¡Me temo que me tengo que ir, Sol! –Sonreí tímidamente. –Lo…siento.
Era más que fingido ese “Lo…siento”, pero o era eso o seguir con este juego de no saber ni qué hacer.
Ella abrió los ojos y bajó la cabeza mientras unos pasos se acercaban a nosotras. Yo alcé las cejas casi para mí misma y esperé sentada para ver quién venía.
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"El vagón número dos." / #Wattys2015 .
RomanceHistoria romántica juvenil. Anastasia nos relata su historia, la cual recuerda demasiado bien. Ella, una chica que se pensaba demasiado las cosas. Él, el detallista y listillo de turno. Un tren, un vagón, unos asientos... es el escenario perfecto pa...