Así pasó toda la semana. Rápida como una gacela, me levantaba e incluso me maquillaba, cogía el tren y me sentaba al final del vagón dos, donde él me esperaba. Íbamos juntos, charlando de temas que no eran muy importantes, pero que para nosotros eran los más interesantes de todo el día.
A veces él me hablaba de su vida y yo de la mía. Compartíamos gustos, los dos soñábamos con poder viajar más allá de Madrid. Queríamos ver mundo y conocer otras culturas, montarnos en el London Eye, subir a la Torre Eiffel, ir de fiesta a las Vegas, conocer Nueva York o comernos unos tacos en México…Hacía poco tiempo que nos conocíamos, pero nuestros planes parecían serios. Eran ilusiones que los dos guárdabamos en nuestra mente e intentaríamos alcanzar.
Muy de vez en cuando el cariño aparecía por la puerta grande y los coqueteos entre los dos eran frecuentes. Se veía a simple vista que no eramos simples conocidos, eramos confidentes y cómplices en nuestros actos.
A mí nunca me gustaba expresar lo que sentía y más si eran sentimientos demasiado buenos. Siempre le mentía y fingía que no me importaba tanto como parecía. Él tampoco se quedaba atrás, le encantaba hacerme enfadar con vaciles de los suyos y después dejarme de piedra al decirme algo bonito.
He de decir que siempre conseguía hacerme sonrojar, pero era la primera persona que me daba igual que me viera colorada porque me hacía sentir bien, cómoda, especial, única…Era como ser yo sin tener que llevar un escudo delante, por si alguna flecha intentaba atravesarme.
Diciembre llegó a su fin, al igual que el año 2003, que se perdería como otros tantos y nunca más volvería a existir, tan solo en el recuerdo de nuestras mentes.
Él no había trabajado la semana de Navidad, asi que hacía siete días que no lo veía. Hoy estaba nerviosa, pero a la vez contenta.
Sentía que mi día comenzaría bien, pero al subir al vagón me quedé un poco bloqueada.
Todos los viajantes del vagón estaban de pie, haciendo un pasillo hasta el final del lugar, donde Nacho portaba un cartelito con mi nombre y algo más. Con mis mejillas sonrosadas, pasé observando a cada persona que se apartaba para que yo siguiera mi pequeño camino hacia él.
La chica embarazada se frotaba su tripa mientras me sonreía ampliamente. Las dos señoras habladoras miraban hacia todos los lados para no perderse detalle, mientras el niño de una de ellas intentaba leer correctamente el cartelito de Nacho. Dos hombres de alta edad, con rostro serio, me observaban de arriba a abajo, pudiendo ver toda mi indumentaria y por su puesto mi rostro descolocado y sorprendido. Y el señor del pelo blanco sonreía para él mismo, entendiendo algo que nosotros dos ya habíamos sentido hace tiempo.
Tragué saliva mientras dejaba de observar a todos los pasajeros y mis ojos se posaron en el chico moreno, con ojos marrones claros, con una sonrisa perfecta, con un traje totalmente impecable…
Me quedé parada para poder leer con atención el cartel.
“ANASTASIA:
Origen: Griego.
Significado: Tiene el poder de devolver a la vida.”
Lo miré haciendo que mi sonrisa cada vez fuera mayor y él me indicó que esperara un momento.
Miró a todos los presentes mientras estos se aglutinaban frente a nosotros y después me miró a mí, haciendo que el mundo se me parase por un instante.
-No he encontrado una mejor forma de hacerte comprender lo bonito que es tu nombre. –Me explicó mientras se aclaraba la voz. –Yo no creo en estas cosas, Anastasia, pero…sí creo que tú devuelves a la vida. –Me miró de arriba a abajo, nervioso.
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"El vagón número dos." / #Wattys2015 .
RomanceHistoria romántica juvenil. Anastasia nos relata su historia, la cual recuerda demasiado bien. Ella, una chica que se pensaba demasiado las cosas. Él, el detallista y listillo de turno. Un tren, un vagón, unos asientos... es el escenario perfecto pa...