Nos fuimos de allí en el taxi que le esperaba a la salida de la estación y nos dirigimos directamente al Retiro. Casualmente a los dos nos encantaba ese parque de Madrid, y qué mejor que ir a pasear juntos por allí.
Él era divertido, asi que no tenía tiempo de aburrirme ni de pensar en mi trabajo. No podía parar de reir o de pegarle cuando él conseguía sacarme de quicio, que no eran pocas las veces.
En esa ocasión no nos montamos en las barquitas, pero nos tumbamos en el césped, apoyados en un robusto árbol. Él me tenía abrazada, bien fuerte. Parecía no querer soltarme, cosa que yo agradecía.
La pancarta yacía en el suelo, junto a nosotros. Ahora yo la observaba con detenimiento. Era como si quisiera fotografiarla y llevarla en mi mente para siempre.
Él me acariciaba el pelo, detrás de mí. Eso era algo que me volvía loca y me relajaba a la vez.
-¿Ahora me vas a dejar que te llame Anastasia? –Me dijo, divertido.
Yo seguí observando la pancarta mientras pensaba.
-En público no. –Sonreí mientras me giraba hasta su rostro.
Él me sonrió y posó una de sus manos por mi barbilla, haciendo que yo quedara frente a él. La otra la puso sobre mi cintura, haciendo que mi cuerpo se estremeciera y yo tuviera que tragar el nudo que se estaba formando en mi garganta.
Ya no estaban presentes nuestras palabras, pero sí nuestras miradas, que se habían encontrado y no eran capaces de seguir cada una por su camino. Él acercó su cara a la mía y yo me quedé paralizada al sentir su olor cerca de mí. Podría incluso pensar que él también estaba nervioso, no se oía ni su respiración.
Los dos sabíamos lo que queríamos en ese momento, y lentamente lo estábamos saboreando cuando nuestros labios se encontraron los unos a los otros. Parecían encajar perfectamente, como dos fichas de un puzzle.
No teníamos prisa, nuestro paseo conjunto entre boca y boca era lento pero deseado. Yo me giré un poco para estar más cómoda y alcanzar mejor sus besos y él me abrazó con las dos manos la cintura. Eramos como dos enamorados que habían desafiado a la rutina mañanera para dar lugar al disfrute personal.
Todo acabó y los dos seguimos mirándonos a los ojos, como queriendo leernos la mente, saber lo que sentíamos, saber lo que queríamos…pero el tiempo se encargó de arrebatarnos los pensamientos: Era hora de irnos, él a su trabajo, y yo a mi casa.
Nos levantamos y reímos una última vez mientras él me daba otro beso fugaz y cada uno nos marchábamos con nuestro destino.
***
“Resumes mi vida en una canción, porque la canción se trata de ti…Y el mundo se me para frente a esa dulce melodía mientras mi cabeza se llena de ti, de tus manías, de tus palabras, de tu esencia, de tu alma…”
Me levanté con una sonrisa. Ni siquiera apagué la canción, la dejé puesta mientras me preparaba para llegar a tiempo al vagón dos.
Esa noche me había permitido soñar con él, aunque realmente el día de ayer ya había sido un completo sueño. Me daban ganas de saber todo de él, de escuchar sus logros, de amparar sus penas, de hacerlo sentir bien, muy bien.
¿Comenzaba a tener buena suerte en el amor? Probablemente.
Rapidamente miré la hora y vi que me había relajado bastante. Deprisa cogí todo y me marché hacia la estación. Por el camino todo se veía diferente. El sonido de los pájaros que se hallaban en los árboles me hacía sonreir levemente. Los niños pasaban contentos, medio dormidos, y esas caras de ángeles me hacían sonreir otra vez. Un chico joven se cruzó conmigo y casi nos chocamos, eso también me hizo sonreir.
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"El vagón número dos." / #Wattys2015 .
RomanceHistoria romántica juvenil. Anastasia nos relata su historia, la cual recuerda demasiado bien. Ella, una chica que se pensaba demasiado las cosas. Él, el detallista y listillo de turno. Un tren, un vagón, unos asientos... es el escenario perfecto pa...