El trayecto hacia Madrid terminó y acabamos en la estación Atocha. Rapidamente bajé y miré hacia mi lado izquierdo, esperando algo que no veía. ¿Ya se habría marchado? Miré mi reloj y me fui también. No podía esperar mucho más, hoy tendría que ser casi perfecta, para dar buena imagen y que todo fluyera de la mejor manera posible. Si me hacían fija me daría una alegría, por eso esos cuatro meses que iba a estar pensaba aprovecharlos como fuera. Si era capaz de seguir ahí para siempre, lo de independizarme sería lo más fácil y bonito.
Corrí hasta mi destino y entré arreglándome el cabello. Siempre me despeinaba por unas cosas u otras y odiaba parecer “la loca de los gatos” de los Simpson.
Mi mini-despacho/mesa cutre y silla más, me estaba esperando vacío y queriendo ser ocupado por mi ingenio e imaginación. Llegué hasta allí mientras dos o tres chicas me miraban al no reconocerme y después cuchicheaban algo inaudible en sus oídos. No le di importancia ya que era normal que hablasen de mí, y me senté en la silla.
Me habían asignado un nuevo tema: “Hablemos sobre amor.” Era una especie de columna en la que tendría que exponer temas sobre el amor. Y claro, obviamente no lo había rechazado por respeto y porque si no me iba a la calle directamente, pero mis ganas de imaginar lo que no había tenido eran de cero por ciento y bajando a menos cincuenta, por lo menos.
Me gustaba escribir sobre amor pero no que lo leyeran un montón de personas, que…incluso me podrían conocer. Lo sé, era una tontería pero mi timidez se alargaba hasta esos extremos.
Mantuve la compostura mientras pensaba y pensaba, con el fin de dar lugar a una columna diferente a todas, una que destacara. Lo exigente me gustaba, lo fácil solamente me aburría.
Recordé alguna película romántica e intenté analizarla mentalmente, pero tan solo me venían cursiladas poco coherentes a la cabeza.
No sabía ni cómo empezar, esto iba a ser un gran reto.
Tras cuatro horas frente a una inútil pantalla que no me ayudaba a reflexionar sobre mi tema, salí de allí y me paré en seco al recordar que mi tren salía en dos horas. Ya tenía hambre y para colmo se me había olvidado hacerme un bocadillo para calmar mi apetito. ¿Tendría que ir otra vez a ese dichoso bar? Si me encontraba allí a Soledad probablemente moriría al tener que escuchar sus charlas durante horas. Pero, ¿Era probable que volviera sabiendo que Nacho podría estar allí? No, esta vez no podía tener tan mala suerte. Además, era el único bar cercano por allí. Lo sé, increíble pero cierto.
Mis piernas avanzaron unos metros y entré en “Okey!”. Hoy no había mucha clientela asi que tardaría en pedir cinco minutos.
Después de remolonear junto a la silla de mi mesa una media hora, decidí irme. Ahora ya no estaba tan contenta, incluso seguía mirando por la ventana esperando algo, pero no, hoy no debía de ser el día.
Admitía que si había ido justo a ese bar era por si él volvía allí, pero nada, ni rastro de su sonrisa.
Acogida por mi imaginación, empuje la puerta hacia fuera y me entremezclé con el frío de Madrid y su dulce Diciembre de 2003.
A la siguiente mañana en Alcalá de Henares…
“Como en un arrebato de la vida, te lo llevas todo. Mis ojos, mi boca, mi corazón, mis sentimientos…mi todo. Y quedo yo, un cuerpo apenas perfecto, con un montón de defectos que se quedan. Claro, porque esos no te interesan.”
Cada día me despertaba con una letra de una canción diferente. Esta era triste, claro que lo era. Hablaba del desamor y lo que conllevaba.
Debía de ser un gran chasco que la persona a la que amas no te correspondiera, aunque bueno, yo también había tenido alguna experiencia.
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"El vagón número dos." / #Wattys2015 .
RomanceHistoria romántica juvenil. Anastasia nos relata su historia, la cual recuerda demasiado bien. Ella, una chica que se pensaba demasiado las cosas. Él, el detallista y listillo de turno. Un tren, un vagón, unos asientos... es el escenario perfecto pa...