-Iba a preparar pasta para cenar, quieres quedarte?- Pregunta el ojiverde dirigiendo una mirada hacia David -Estaba pensando en unos canelones, ya que tengo carne por aquí...- Indicó señalando el refrigerador. Claramente estaba abusando de su amplio conocimiento sobre él, cual nunca sería usado para el mal. Lo tenía completamente claro consigo mismo.-AMO LOS CANELONES TÍO- Gritó el rubio trasformando su cara completamente -¿SABÍAS QUE SON MI COMIDA FAVORITA?- Pasó por la puerta dando saltitos.
-Pues me alegro, igual creo que me estarían faltando especias para la carne.... Ah no mira, que todavía me sobran. Pues nada entonces-.
-Puf, por un momento creí que tendríamos que salir a comprar- Suspiró.
-¿Cuál es el problema?- Le cuestionó doblando el repasador y dejándolo sobre la mesa. Dando lentos y tortuosos pasos en dirección hacia David.
-Es que, hoy me crucé a muchos fans. Estoy seguro que con alguno me toparía ahora y me fascina verlos pero ya se hace de noche sabes. Estoy simplemente... cansado- Confiesa apoyándose sobre la barra de la cocina.
-Veo que tu relación con los "patitos"- Sonríe haciendo énfasis en la palabra -Es muy cercana-.
-Sii- Mira hacia el techo -Recibo miles de "te quiero" cada día. Cada día...- Alargó bajando su mirada hacia los ojos de Sergi.
-Y... alguna vez has llegado a tener una relación más estrecha con alguno?-.
-No. No podría tío, los amo pero llegar al punto de generar un estado emocional hacia alguien que te ve cada día de antemano, podría hasta aterrarme- La frase le causó una pequeña risa al menor después de decirla, lo cual fue todo lo contrario para el pelinegro que acababa de sufrir una cachetada llena de brusquedad.
-¿Te acostarías con un fan?- Soltó rápidamente. Yendo al grano.
David quedó estático, con la boca abierta. Esperaba una pregunta más de parte del chico o incluso un arrepentimiento. Pero sólo recibió silencio, espera y más silencio.
-Joder... no lo sé- contestó mientras se mordía la uña.
-Ya sabes, en alguna noche loca de discoteca...-.
-Nunca he tenido una de esas- Le interrumpió el menor.
Sergi dejó a entender cientos de preguntas debido a su cara de intriga.-Tengo 21, recién a los 18 comprendí lo que era ver a un hombre con lujuria- Respondió sin pensar. David es pudoroso sin embargo no carece de momentos de soltura. -Los años que le siguieron estuve con mi ex y... pues nada sabes. El sexo casual no está en mi vocabulario. Soy un maldito príncipe disney.- Confesó quedándose sin aire.
-Suele sentirse realmente reconfortante, la adrenalina mezclada con la excitación puede volverse algo mortal lo cual, sinceramente a mi me vuelve loco. También te ayuda a romper tensiones, en el sentido de que si crees que estas enamorado de x persona puedes acostarte con ella y si luego no sientes más atracción... simplemente no era amor- encogió los hombros.
-Es que, al menos conocer un cuarto a la persona lo veo completamente necesario. Por el simple hecho de la seguridad y hasta incluso resultaría más cuidadoso-.
-Ya, puede que en eso este de acuerdo- Contestó Sergi pasando su mano por el flequillo del menor. Sonrojándolo.
David iba a volver al sillón para repasar mentalmente una de las charlas más intensas que había tenido en su corta vida de no ser por la insistencia del mayor.
-Igual... A veces no lo es todo- Susurró tocando el hombro del menor, en forma de ruego por alguien que pueda escuchar sus penas.
-¿Qué cosa?- Se giró.
-El descontrol- Contestó con una mueca de insatisfacción. -No existe comparación entre un polvo contra la pared de un pub sucio, a un acto de pura pasión lleno de emociones. Durante horas, tranquilo y en tu cama-.
-Supongo que has tenido de esos... no?- Levantó las manos señalándolo.
Sergi negó con la cabeza.
-Ostia...- Contesto en voz baja.-Ya ves. No te pierdes de mucho, además de lo que te he contado prefiero mil veces algo como lo que has vivido-.
-Y yo toda mi vida sintiéndome un asocial de mierda- Rió sarcásticamente volviendo hacia Sergi. -Creo que los dos necesitamos algo del otro. Yo más salvajismo y tu...más dulzura- acotó suavizando su voz.
No sabía cómo, pero se despertó en él no sólo empatía, sino cariño.
-¿Y qué propones con eso?- Preguntó el más alto al borde de la explosión.
-Que nos lo demos- Terminó David.
Firmando la propuesta de sus vidas se acercó al mayor quedando a escasos milímetros. Sobre la línea entre el bien y el mal. Sujetando su barbilla con fuerza y abriendo paso a su cálida lengua.