3

30 7 29
                                    

—Y así fue todo más o menos.

—Vale, vale. Recapitulemos un poco, Way.

Un suspiro de fastidio salió de entre los labios de Gerard mientras le dedicaba una mirada de reproche a Ray. Se encontraban en la cafetería que había frente a la entrada del parque de Belleville. Ray le había invitado tal y como prometió, y allí estaban ambos aquella tarde, terminándose sus respectivos batidos helados.

—Entonces el nuevo amigo de tu hermano es el que conociste la noche de la desaparición de la chica esa.

—Básicamente.

—Y ayer te lo encontraste tranquilamente en tu casa.

—Ajá.

—Y al parecer acaba de transferirse a nuestro instituto.

—Iba a uno católico, aunque pilla un poco lejos. Le echaron, según me dijo mi hermano. Bueno, ya le has visto a la salida de clases hoy, cómo nos ha saludado con la mano.

—Bueno, te ha saludado a ti. Y quién diría que le expulsaron, tiene cara de no haber roto un plato en su vida.

—Precisamente —masculló Gerard, llevándose de nuevo la pajita a los labios.

—¿Precisamente qué?

Hubo un breve momento de silencio, que finalizó tras un sonoro sorbo por parte del pelinegro.

—Es que... esa sonrisa que tiene siempre en la cara me pone nervioso, Ray.

—Tal vez solo trata de ser amable y llevarse bien con el hermano de su nuevo amigo.

Otra pausa.

—No sé, me parece un chico extraño.

—¿Y cómo decías que te había reconocido el tal Frank la primera vez que hablaste con él?

—Al parecer conoce a Mikey un poco porque ambos son amigos de Jamia y coincidieron en los cumpleaños de ella... Es más, creo que dijo que es su vecino. Escuchó a mi hermano hablar de mí y al parecer nuestro supuesto parecido le hizo sospechar que era yo —explicó en un tono un tanto escéptico, arqueando una ceja al pronunciar la palabra 'supuesto'—. Decirle mi nombre se lo confirmó.

—A ver, sí que os parecéis los hermanos Way, para qué mentir.

—No sé en qué nos veis parecidos, pero...

Unos golpecitos en el cristal del gran ventanal junto al que estaban sentados en la cafetería interrumpieron sus palabras. Ambos chicos giraron la cabeza para ver quién, aparentemente, los llamaba.

—Hablando de los reyes de Roma... —se escuchó susurrar a Ray.

Allí, sobre aquella horrenda bicicleta amarilla, se encontraban Frank y, montado tras él, Mikey. El rubio llevaba una alegre (y no muy usual) sonrisa en el rostro. Un nuevo golpecito con los nudillos sobre la superficie transparente fue suficiente para llamar la atención de Gerard hacia el chico de menor estatura, que le sonreía de forma aún más radiante que su hermano.

Murmuró un pequeño ''oh, no'' cuando vio que ambos chicos se bajaban de la bicicleta y la recostaban contra la ventana para así no perderla de vista al entrar al local. Hubiese deseado que se lo tragase la tierra inmediatamente, en aquel momento no deseaba estar con nadie que no fuese Ray, ni siquiera su hermano. Y mucho menos Frank... Mikey se acercó inmediatamente a ellos en cuanto entró, pero el castaño se demoró unos segundos en la puerta, echando un vistazo al interior de la cafetería y pasándose la lengua por el aro que llevaba en el labio.

—Hey —saludó el susodicho, alzando una mano mientras se acercaba a ellos.

—Hey —dijo igualmente Ray en respuesta. Gerard permaneció en silencio.

Thoughts of endless night  |  FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora