Si va una cena de gala llévese una cigala

156 17 1
                                    

Alexander


Por lo que podéis ver tengo muy buena suerte. Aquí me tenéis, vestido con un esmoquin negro esperando a que Bárbara y su insoportable hija bajaran para irnos a cenar. Después de casi un cuarto de hora, la novia de mi padre bajó las escaleras con un vestido negro escotado y las mangas de encaje. Tengo que admitir que mi padre había hecho una muy buena elección. Su hija, sin embargo, aún tardó otro cuarto de hora más. Su madre iba a ir a buscarla cuando se oyeron unos tacones golpear el suelo. Apareció en cuestión de segundos con un vestido azul muy pegado al cuerpo, unos tacones del mismo color y el pelo rubio totalmente liso. Me quedé boquiabierto, estaba de escándalo. Nadie podría haber imaginado que debajo de ese uniforme se escondía tal preciosidad. Sus ojos, ahora más bonitos que nunca debido al maquillaje analizaron la sala. Lo último que hicieron fue posarse en mí y esa mirada de odio apareció como un acto reflejo en su cara. Intenté disimular lo pasmado que me había quedado al verla y le sonreí de manera arrogante.

Ya había estado en este restaurante, estaba justo enfrente de la playa. Era bastante lujoso pero mi padre se lo podía permitir. Las que no parecían tan acostumbradas a estos sitios eran las chicas, madre e hija se quedaron con la boca abierta al pasar y sentarse a la mesa. Al ser solo una mesa de cuatro me tocó al lado de la petarda.

- Bueno vampirito, ¿ Qué vas a pedir ? - Me preguntó con un tono de lo más irritante. Odiaba, de verdad que odiaba que se metiese con mi apellido.

- Pediría que te esfumaras sin dejar rastro pero creo que eso no está en la carta. - ¡Ja! ¡Toma esa! Si es que soy un crack a la hora de dejar mal a la gente. Noté cómo le molestó mi comentario, lo que me animó a seguir hablando.

-Quería pedirte un favor, ¿te importaría darme el número de tu amiga Victoria? Es que el otro fuimos al cine y probamos lo cómodos que podían llegar a ser los baños, tu me entiendes. He pensado que no estaría mal repetirlo otro día.

-No te pasaría el número ni de mi peor enemigo.

- ¡Auch! Eso ha dolido pequeña luchadora.

-¿Pequeña luchadora?

- Te recuerdo que me diste una buena tunda la otra noche. - Nunca lo admitiré pero me hizo más daño de lo que la creía capaz.

- Ten por seguro que no será la última pero sí la más floja. - La gatita quiere pelea.

- No me cabe duda pero espero que la siguiente sea en un ámbito que controlo más - terminé la frase con el tono más seductor que pude y le guiñé un ojo. Su cara estaba echa un cuadro y, cómo yo me suponía, no dijo nada más. No volvimos a tener una conversación directa pero sí que nos mirábamos de vez en cuando. La cena se me estaba haciendo demasiado larga y lo peor estaba por llegar.

- Bueno chicos, ha llegado la hora de que nos separemos. Me he tomado la libertad de reservar una mesa en una discoteca para Bárbara y para mí. Vosotros, sin embargo, os iréis a mi casa y os conoceréis mejor. - Le lancé una mirada asesina y me iba a negar rotundamente pero - Es una orden.

Me levanté de la mesa sin despedirme y me dirigí a mi moto esperando que la palurda pero exageradamente caliente de mi ¿mi qué? Bueno, dejémoslo en la pesada con la que se suponía que tenía que pasar tiempo me siguiera. Me apoyé en mi moto y la examiné mientras se acercaba a mí. Era muy guapa no cabía duda pero toda esa belleza se contrarrestaba con su mal genio. En cuanto se acercó lo suficiente para apreciar mi vehículo volvió a fruncir el ceño.
- No pienso subir a una moto con vestido y menos contigo conduciéndola. - En eso tenía razón, iba a ser un viaje de vuelta bastante divertido.
- Bueno entonces volveré solo a casa - Me encogí de hombros y me subí a la moto.
- Exacto, volverás a casa y regresarás a por mí con un coche. - Yo no era el taxista de nadie, si no quería subir en la moto era su problema no el mío. Arranqué la moto e hice ademán de irme.
- Vale, vale. Pero no vayas muy rápido, no quiero acabar en el hospital esta noche. - Se subió y trató de bajarse lo máximo posible el vestido aunque tampoco sirvió de mucho. Estaba esperando a que se agarrase a mí y al ver que no lo hacía me giré y la vi cogida al asiento.
- ¿Con qué esas tenemos? Pues te aviso de que tendrás que agarrarte tarde o temprano. - Y sin más arranqué, hasta pude oír un pequeño gritito de su parte. No íbamos despacio pero ella seguía sin abrazarme así que aceleré.  Pero no os preocupéis, me he ido de forma intencionada por las calles menos transitadas de la ciudad. Iba acelerando más y más, ya empezaba a notar la adrenalina pero no notaba su contacto. También me pregunto por qué me importa tanto que se agarre a mí.
Llegamos a mi casa en diez minutos, la mitad de tiempo que habíamos tardado en ir al restaurante. Me bajé de la moto, iba a felicitarla por el gesto tan temerario que acababa de hacer pero no pude evitar reírme al verla. Su pelo antes liso y perfecto con alguna que otra onda estaba totalmente despeinado, en este momento se parece a la loca de los gatos de la serie "Los Simpson". Su vestido también se ha tomado el día libre y está totalmente arrugado y desarreglado. Me estaba riendo a más no poder, hasta me dolía la barriga.
- ¡No te rías de mí, imbécil! - Me exigía pero con ese aspecto no tenía nada de autoridad. Entramos a mi extraordinaria casa y pude disfrutar con su expresión de asombro. Pero sabe disimular muy bien sus sentimientos y se recompuso enseguida.
- Bien, ¿Qué tienes pensado hacer? - Menuda pregunta. Le diría lo que tengo en mente pero prefiero hacerla sufrir un ratito más.
- Bueno, podríamos subir a mi habitación y quitarte ese vestido tan incómodo o darnos una ducha para que se te arregle un poco el pelo. ¿Tú qué prefieres? - Se nota que mi respuesta y mi actitud la ha dejado desconcertada.
- No haría nada de eso contigo ni aunque fueses el último hombre de la tierra. - Se puso a la defensiva pero no estaba sonrojada. ¿Como es que no estaba roja como un tomate después de lo que le había dicho? - Pero este vestido sí que es un poco incómodo. ¿Me podrías prestar algo de ropa? De tu madre o algo por el estilo.
Mi madre. Sus cosas aún siguen en el armario pero no las voy a sacar. Sin responderle subo las escaleras y cojo una sudadera larga que tengo. Esto le valdrá.
Vuelvo a bajar y le indico dónde está el baño. A mi no me molestaría que se cambiase aquí mismo pero he supuesto que no le haría mucha gracia a ella. Cuando sale es otra chica muy distinta. Se ha hecho una cola y, como yo suponía, la sudadera le queda como un vestido. Se ha quitado el pinta labios y algo de las sombras que llevaba aunque todavía lleve la raya negra echa. Me mira impaciente, espera que yo le diga a dónde ir o qué hacer. He estado pensando de camino lo que podríamos hacer y se me ha ocurrido el plan perfecto.

No repitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora