El primer día

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Christine

Hoy es el primer día de instituto, debido al sueldo renovado de mi madre ahora tengo que ir a un colegio de niños pijos y ricos. ¿Cómo se le ocurre? No me apetecía relacionarme con niños mimados, estoy bastante contenta con mis amigas actuales. A ellas tampoco les había parecido muy buena idea y me han prometido que íbamos a seguir igual que solo me cambiaba de escuela. Pero yo sabía que eso no era verdad, en cuánto yo me fuera Victoria iba a pasar a gobernar el grupo y entonces cambiarían.   Lo único bueno que tiene esto es que hoy es viernes. Estúpido, ¿verdad? Y para colmo el lunes tampoco hay clase porque hay una festividad que no me he molestado ni en recordar.

Y aquí me tenéis, vestida con un uniforme compuesto por una camisa blanca, un jersey rojo, una falda azul, unas medias que combinaban los tres colores anteriores y unos zapatos negros. Me tendríais que ver así, totalmente humillada y vestida como si fuera una colegiala de primaria. Mi nuevo instituto era enorme, entré por la gigante puerta y enfrente de mí vi unas escaleras con un cartel que ponía dirección. Subí las elegantes escaleras y me encontré una "pequeña recepción" y un gran despacho, pero este no lo puede ver bien por que las puertas que conectaban las dos salas estaban cerradas. Me acerqué a la secretaria que se encontraba allí, era muy bajita pero mona de unos cuarenta años. Me saludó con una sonrisa y dijo:

-Tu debes de ser Christine Clein, la nueva.

-Exacto -le respondí un poco incómoda por el hecho de que esperaban mi llegada lo cual significaba que el cambiarse allí no era algo muy habitual.

-Aquí tienes tu horario, ven conmigo te acompañaré a tu primera clase y después te asignaré a algún compañero que te guíe en tu primer día.

-De verdad que no es necesario que hagas ninguna de esas dos cosas, podré arreglármelas sola -me apresuré a decirle, que me presentara en público era malo por que ya de por sí llamaba la atención pero que tenga que pasar el día pegada a alguien como si fuera un perrito perdido si que no lo iba a permitir. Ella no me dijo nada solo empezó a caminar, lo que dejó bastante claro que iba a hacer lo que ella quisiese. Bajamos las escaleras y mientras aproveché para mirar el horario, matemáticas. Me llevó a la primera puerta a la derecha y llamó educadamente a la puerta.

-Chicos, esta es Christine Clein. Se acaba de cambiar de instituto y espero que la recibáis con los brazos abiertos -miró por toda la clase y continúo hablando- Alexander, tú serás su guía hoy.

Si de por sí ya estaba roja por esta presentación estúpida e innecesaria cuando miró a un chico moreno con el cuerpo de un dios griego y le dijo que me tendría que guiar todo el día creo que mi cuerpo ascendió a los cuarenta grados. Él no le discutió pero se notó bastante la mueca de desagrado que apareció en su cara. Observé detenidamente la clase y me di cuenta de quién era él, el típico playboy. Ahora fui yo la que puso mala cara pero mi gesto cambió cuándo me di cuenta de que me había quedado allí de pie embobada. Llegando al punto máximo del enrojecimiento me senté en el único sitio libre al final de la clase. Podría decir que la clase pasó rapidísimo, que fue solo un pestañeo pero mentiría. Esta pasó en medio de cuchicheos y miraditas hacia mí, lo que hizo más insoportable la clase que ya de por sí era aburrida. Me puse nerviosa cuando miré el reloj y fui consciente de que solo quedaban unos minutos de clase.

Me tuve que tapar los oídos cuando oí ese sonido infernal. Recogí mis cosas y no me di cuenta de que él se acercaba.

-Déjame ver tu horario -me ordenó en un tono brusco e impaciente.

-¿Quién decías que eras tú? -le contesté porque, siendo sincera, no me acordaba de su nombre.

-Nadie del que tengas que preocuparte si me das ya el estúpido horario.

-Bueno entonces te vas a presentar, vas a ser amable y después te dejaré ver mi horario -si se cree que puede hablarme así está muy equivocado, le miré a los ojos de manera desafiante y noté cómo se le iba acabando la paciencia.

-Está bien, soy Alex. -Aún no le conocía mucho pero debió ver la cabezonería en mi mirada.

No dijimos nada más, me levanté y me llevó a la siguiente clase. Al entrar intentó irse lo más rápido posible pero antes le cogí del brazo:

-Alex, ¿hay algún sitio en el que no me recomendarías sentarme o aquí os da igual eso?

Se notaba desde lejos su miraba de confusión, se acerco a mí tan rápido que no pude ni apartarlo:

-Las esquinas están libres pero los demás sitios te traerán problemas.

Estaba empezando a cambiar de opinión sobre él, puede que lo haya juzgado muy deprisa y sea una buena persona pero entonces levantó su mirada. Yo también me giré y vi a unos chicos, de repente exclamó:

-¡Vaya, vaya!¡Que suelta la nueva! ¡Cómo toca!

Idiota, no me había dado cuenta pero seguía cogiéndole por el brazo. Le solté tan rápido como pude y me dirigí a una esquina mientras oía las risas de los otros chicos. No volví a mirar al frente en toda la clase, menudo día llevaba. Esta vez si que estaba preparada y en cuánto tocó el timbre salí corriendo aunque no sabía a dónde. De repente me choco contra algo muy duro:

-Juraría que antes no había una pared aquí -exclamé antes de levantar la cabeza. Para mi desgracia no era una pared contra lo que había chocado, en su lugar había un chico. Era un poco más alto que yo, rubio con ojos azules. Podría jurar que es un ángel caído del cielo. Al parecer le hizo gracia mi comentario porque esbozó una leve sonrisa.

-Lo siento muchísimo

-No te preocupes, ¿tu eres Christine? - Me quedé helada ¿ Cómo lo sabía? Asentí lentamente y estoy segura de que pudo apreciar mi cara de confusión porque procedió a explicarse.

-No suele haber muchos nuevos aquí, por eso eres famosa. ¿Ibas a la cafetería?

-Pues la verdad es que no sé muy bien a dónde iba. - Me sonrojé, no me gustaban las situaciones que no dominaba.

-Si quieres te puedo acompañar, es decir, voy allí también. - Acepté su propuesta con un movimiento de cabeza.

No sé cómo no la había visto, la cafetería era enorme podría compararla con el salón-comedor de Howgarts. Lo más incómodo era que todo el mundo me observaba. Mis ojos no sabían a dónde mirar hasta que, inconscientemente, se fijaron en una persona. Alex nos miraba con el ceño fruncido, no sé por qué pero ver que le molestaba que estuviese con este tipo me animaba a charlar con él:

-Aún no te has presentado querido guía -le dije de manera sutil para que me dijese su nombre.

-Es verdad, soy Adrien.

-No parece un nombre muy típico, ¿de dónde eres?

-Buena intuición, soy medio francés. Mi madre es de allí.

-¡Oh la la! - Exclamé y nos echamos a reír.

El resto del día pasó sin más humillaciones ni complicaciones pero no volví a ver a Adrien. Una pena la verdad, no estoy segura de si debería presentarle a RC. Al que tampoco vi fue a Alex, se suponía que tenía que ser mi guía pero nunca me lo encontraba en los pasillos. Cuando yo llegaba a clase él ya estaba sentado y al terminarlas se iba demasiado deprisa. Supongo que tuve buena suerte, no quería tenerlo cerca.

No repitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora