- Capítulo 2 - Sonido -

35 2 0
                                    

Definitivamente no estaba en el cuarto en el que había cerrado mis ojos cinco segundos antes, era una calle. Una calle estrecha y solitaria, pavimentada y con faros que se veían hasta lo lejos. Se estaba acercando algo, pero estaba tan oscuro que no sabía lo que era. Lo único que hice fue quitarme del centro. Era un tren, no habían vías, así que no era cualquier tipo de tren. Se detuvo. Era antiguo, como el de la mayoría de las películas, había vagones de diferentes colores y en cada uno habían personas vestidas del mismo color del vagón. Miré mi ropa y era de color vino, no había ningún vagón de ese color. Caminé hacia atrás y el tren se fue. Al irse no hizo ningún sonido. Sacó humo y se veían las ruedas girar, pero no se escuchaba nada. Aplaudí y no se escuchaban mis manos, grité y no se oía mi voz. Pensé en el porque no había sonido y en ese momento si escuché algo, eran mis pensamientos. Los estaba escuchando, hablé pero seguía sin oírse. Demasiado raro para ser real. Algo más se dirigía hacia mi, era una jauría de lobos gigantes. Intenté no quedarme en shock. Los lobos eran una de las cosas a las que más les tenía miedo. Cuando tenía 7 años, la escuela organizó un campamento en el bosque a las afueras de la cuidad para un día después visitar el zoológico de la cuidad vecina, todo estaba perfecto hasta que llegó la hora de dormir. Los profesores recibieron una llamada que informaba que el zoológico estaría cerrado hasta nuevo aviso. No dijeron la razón. Todos nos desanimamos pero cambiamos de planes casi inmediatamente. Al cabo de un rato nos metimos a nuestras tiendas individuales y todos se quedaron dormidos al instante. Dos horas después abrí los ojos y había 3 lobos al rededor de mi tienda aullando en frente de la fogata, se veía su sombra 3 veces más grande y al tener esa edad piensas que es un lobo del tamaño de un caballo. Los lobos no se fueron durante esa noche y no pararon de aullar. Creo que eso me dejó un severo trauma con los lobos.

No sabía que hacer. Cada vez estaban más cerca y eran del mismo tamaño que los reflejados en la tienda de campaña hace 8 años. Respiré, pensé que seguirían su camino como el tren si no me les acercaba, pero no fue así. Me había quedado pegada a un poste de luz y de repente todos los lobos se pusieron frente a mi, rodeándome y en un instante todos estaban haciéndome reverencia. Era increíble. Todas esas grandes y feroces criaturas estaban rendidas a mis pies, todas excepto una. Uno de ellos se acercaba a mi con sigilo al caminar. Llegaron a mi mente palabras que estaban siendo emitidas por la imponente criatura.

- Marissa, reina y protectora de nuestra especie. Somos tus fieles sirvientes y te protegeremos de todos los peligros de la tierra de Mill. - dijo en forma de decreto.

No respondí, esa voz me sonaba familiar, tal vez la había oído en algún lado. No lo sabía.

- ¿Quien eres? ¿Donde estoy?

- Soy tu guardián, Cesid. Estás en la tierra de Mill.

- ¿Que es Mill? ¿Porqué hablas?

- Mill, ama, es la tierra de las ilusiones y sueños creados por la antigua diosa Lorane Carsson hace varios siglos. No entiendo este grado tan alto de confusión, alteza.

No sabía que estaba sucediendo, llevaba poco tiempo ahí y mi vida se había vuelto más interesante de lo que nunca había sido. Era reina, heredera de una tierra que no sabía donde estaba localizada y que ni siquiera estaba consciente que existía. Tenía súbditos, una manada de lo que era mi mayor miedo en este mundo y se referían a mi como reina. Recordé algo. Esa voz, la del lobo, sabía ahora de donde venía mejor dicho de quien. Era mi tío Leyva, esposo de Lorane. Había muerto varios años atrás, un par de meses después de la partida de papá. No lo recordaba físicamente, ni siquiera estaba segura del porque su voz se encontraba en esta tierra tan extraña.

- Marissa! O por dios cariño, ¿te encuentras bien? Marissa contéstame.

Veía borroso. Estaba en el suelo, justo enfrente de la gran cama. Intente comunicarme con el pensamiento diciéndole a mi mama que estaba bien. Obviamente no podía. Me dolía el cuello y no dejaba de pensar en el tío Leyva. Mamá me sentó. Después de un momento logré aclarar mis ideas y me puse de pie, no le contaría a nadie de "Mill".

- Marissa ¿qué sucedió?

- Nada mamá. Simplemente me recosté y he de haber caído.

- Pero cariño, entré y justo en el momento te desplomaste.

- Estoy bien mamá, no es nada, tal vez estaba dormida. Tranquila.

One blinkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora