- Capítulo 3 - Común -

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Ignoré lo que había pasado aquella tarde. Fui al cuarto de la tía Lorane a informarle que la estaría cuidando durante las siguientes tres semanas, aunque no pudiera escucharme, quería hacerlo. Tenía qué contarle a alguien lo que había sucedido, nadie mejor que ella. Al entrar sentí que estaba atravesando un campo de fuerza, la atmósfera ahí dentro era diferente, calmada. Sentí una gran necesidad de acercarme hacia la cama, era cómo si Lorane estuviera absorbiendo energía de todo a su al rededor pero yo era lo único que me movía directo a ella. Me hinqué a su lado y comencé a contarle lo sucedido. Esperaba una respuesta, si quiera mental, pero no hubo ninguna. Sólo se veía su anciana y esquelética figura inmóvil. Su pecho se inflaba repetidas veces, de arriba hacia abajo, lentamente y su cabello gris estaba recogido en un chongo con un par de mechones sueltos. Estaba, en un profundo sueño.

A la mañana siguiente todo estaba tranquilo, mamá ya se había ido y se podría decir que era como sí tuviera la casa para mi. Desayuné y le hice el primer tratamiento del día a Lorane, tuve qué recoger mi cabello en una cola de caballo bastante alta, generalmente me hacia ese tipo de peinados ya que me molestaban los largos mechones de cabello moviéndose para todos lados sobre mi cuerpo. Me preparé para hacer algo de limpieza ya que sí ese iba a ser el lugar en el que viviría casi un mes, por lo menos debería ser de mi agrado. Era un lugar muy sucio, nadie había hecho la limpieza por años o al menos eso parecía. Estaba terminando de limpiar el comedor y escuche que alguien llamaba a la puerta. Me dirigía hacia el recibidor cuando noté que un muchacho alto y delgado de cabello oscuro estaba en la entrada. Le daba la espalda a la casa y miraba hacia el jardín. La puerta ya estaba abierta pero no entraba, esperaba ser invitado a pasar. Al escucharme venir se dio la vuelta, sentí su mirada fija examinándome con sus ojos cafés de pies a cabeza.

- ¿Marissa Carsson?

- Soy yo ¿qué desea joven?

Viéndolo de frente era más imponente, su tono fue inexpresivo y en ese momento pensé que algo andaba mal. Empecé a sudar, mi coleta se había deshecho por tanto cabello que sostenía. Mis cabellos castaños se pegaron a la parte sudorosa de mi cuello. Sentí una gran necesidad de lamer mis labios.

- Mi nombre es David Patiño, vengo a hacer la limpieza completa de la casa y estaré hospedado aquí por dos semanas. No es un hotel, no me queda duda. Simplemente fui requerido para venir aquí.

- Entiendo ¿y exactamente...

No me dejó terminar, ya estaba dentro de la casa, subió las escaleras y se dirigía a una habitación al fondo del pasillo. Entró y comenzó a desempacar.

- Disculpe! ¿Quién se cree que es? Esto es propiedad privada, no puede estar aquí.

- Ya se lo dije, mi presencia fue requerida.

- ¿Por quién? Nadie me informó de su llegada.

No respondió, pasó a mi lado y bajo las escaleras. Se dirigía a la cocina, comenzó limpiando todo el polvo y siguió haciendo círculos con un trapo húmedo que exprimió en el fregadero. Me quedé inmóvil, esperando a que algo me llegara a la mente. Me preparé para comenzar una discusión, no podía dejar que un extraño estuviera rondando por la casa con la tía Lorane y conmigo dentro. Podía ser peligroso.

- Disculpe, por sí no se ha dado cuenta soy la dueña de la casa, nadie entra sin mi autorización - Mentí, no podía dejar que siguiera aquí ni un minuto más. No me respondía.

- Le estoy hablando, no luce como una persona mal educada ¿no piensa decir nada? - dije desesperada.

Pasaron varios minutos y David no prestaba atención a que yo seguía ahí, simplemente estaba limpiando, se movía de un lado a otro y parecía como sí yo no existiera. Me sentía frustrada, despojada y de alguna forma impotente. Respiré profundo mientras cerraba mis ojos, volví a abrirlos y me quedé sorprendida.

- ¡Demonios! ¡No de nuevo!

Estaba en Mill o al menos eso creía, me encontraba de pie frente a una mansión vieja. Había vigas de ladrillo al rededor de toda la casa, una cada dos metros, la maleza cubría la mayor parte del terreno. En el centro de cada viga había barrotes en forma de pico, negros y de mínimo 3 metros. Las mismas personas que vi en el tren estaban dentro de la casa, observándome a través de las ventanas. Había balcones, algunos grandes y otros pequeños. Las ventanas eran rectangulares con un borde circular en la parte superior, tres árboles estaban plantados fuera de la casa, a lo largo de la entrada. No tenían hojas, estaban retorcidos, se veían tan viejos como la misma mansión, las ramas eran algo tenebrosas y al mismo tiempo se veían tristes. Comenzó a llover, tenía que protegerme de la lluvia, pero no sabía hacia donde ir. No reconocía a nadie, de cualquier forma si era Mill no sabría hacia donde ir, sólo había estado ahí una vez, así que decidí darme la vuelta y que mis pies decidieran hacia donde moverse.

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