IV.VII ENTRAN EL REY Y LAERTES.
REY
Tu conciencia debe ahora sancionar
mi absolución, y tu pecho acogerme como amigo,
pues has podido oír y comprobar
que el hombre que mató a tu noble padre
atentaba contra mí.
LAERTES
Es evidente. Mas decidme
por qué no procedisteis contra hechos
tan graves y tan ciertos de pena capital,
cuando a ello tanto os obligaban
vuestra seguridad, prudencia y más motivos.
REY
Por dos razones especiales
que, aunque a ti te parezcan harto endebles,
tienen fuerza para mí. Su madre, la reina,
le idolatra y, en lo que a mí respecta
(sea mi suerte o mi desgracia, no sé cuál),
tal es mi conjunción con ella en cuerpo y alma
que, cual astro que sólo gira dentro de su esfera,
yo fuera de ella no existo. La otra razón
para no haber hecho cargos públicos
es el cariño que las gentes le profesan:
un afecto que, sumergiendo sus delitos,
cambiaría sus culpas en virtudes
cual la fuente que transmuta en piedra la madera.
Así, mis flechas, de ingrávida vara
para viento tan fuerte, habrían regresado
a mi arco sin hacer diana.
LAERTES
Y yo me encuentro sin mi noble padre
y a mi hermana en condiciones angustiosas,
que, si elogio lo que fue, desde una cumbre
podía haber retado al mundo entero
a emular sus perfecciones. Mas ya me vengaré.
REY
Por eso no pierdas el sueño. No creas
que estoy hecho de sustancia tan inerte
que dejo que el peligro me tire de la barba
y lo tomo a simple juego. Pronto has de oír más.
Yo quería a tu padre, y me quiero a mí mismo,
y esto espero que te enseñe a imaginar...
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MENSAJERO
Señor, cartas de Hamlet.
Ésta para Vuestra Majestad, ésta para la reina.
REY
¿De Hamlet? ¿Quién las ha traído?
MENSAJERO
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HAMLET
ClassicsHamlet, la obra más conocida de Shakespeare, es en realidad una pieza llena de lagunas e indefiniciones. Una obra enigmática y misteriosa, en la que cada personaje es un artista de la simulación. El propio Hamlet es un ser en continua transformació...